Teoría y técnica

Guía de iniciación a la composición (I)

El estudio detenido y minucioso sobre la creación de música ha sido el causante de la mayor parte de lo que hoy conocemos como las grandes obras de este maravilloso arte. Las trabajos de Da Palestrina, A. Vivaldi, J.S. Bach, W.A. Mozart, L.V. Beethoven, R. Schumann, A. Schoenberg, I. Stravinsky, D. Ellington, Vangelis, J. Williams, J. Hendrix o D. Gilmour son solo algunos de los muchísimos ejemplos de la música que se puede llegar a crear.

Este artículo tratará de abordarlo desde un punto de vista conceptual y psicológico. Es frecuente encontrase en la situación de tener unos conocimientos a los que no logramos darle salida, sin sacarles un buen provecho.

Primero he de decir que este artículo no está escrito por nadie titulado en composición así que reflejaré en medida de lo posible algunos de mis conocimientos adquiridos por cuenta propia y experiencia. No aconsejo pues, que nadie se tome esta guía como remedio indispensable, aunque espero que si trate de recoger algunas nociones básicas para la iniciación a la composición.

Será necesario tener algunos conocimientos previos sobre teoría musical, así como saber reconocer las figuras rítmicas y notas sobre un pentagrama. Comprender términos como grado de la escala, tonalidad, intervalo, etc. ayudará a tener una lectura más fluida de este texto.

También recomiendo acompañar la lectura junto algún programa del estilo de Guitar Pro, que permita escribir y escuchar algunos de los ejemplos con los que trabajaremos.

Mitos y leyendas

Existe una idea muy extendida entre -sobre todo- la gente que no ha estudiado teoría musical, que argumenta que se puede hacer música de la misma calidad sin conocimientos sobre la materia que con ellos... Está claro que existe un buen número de músicos excepcionales con un talento llamémosle natural para ello, pero dejar nuestra suerte en manos del destino puede ser un poco arriesgado. Pero si se aprenden estas técnicas de antemano, se tendrá buena parte del camino hecho y no será necesario ser un genio para hacer cosas decentes

Mi consejo es que no temáis meter la cabeza en este mundo, todo se puede aprender poco a poco y sin agobiarse, y el conocimiento nunca resta.

Motivos y frases

Antes de entrar en materia, me gustaría recordar que cualquiera que se proponga componer algo debería antes plantearse qué es lo que quiere transmitir. Muchas veces nos podemos estar fundiendo los sesos tratando de dar con la frase, riff o ritmo perfecto, pensando de una manera muy musical para que quede muy bonito o suene muy técnico.

Pero la mayoría de ideas buenas surgen al transportar al lenguaje de la música una sensación, historia o sentimiento. Así como Schoenberg recomendaba, es mejor tener algo pobre que contar que no tener nada, así que dejemos las calculadoras para las matemáticas.

Pero esas ideas que a veces pueden venir a la cabeza no son más que pequeños motivos o frases que se pueden trabajar a posteriori para mejorar su sonoridad y expresividad, sin perder la esencia de la misma. Es la parte de la composición en la que nos centraremos.

Un motivo es un elemento rítmico, melódico o armónico con cierto sentido que se repite a lo largo de la pieza a fin de establecer referencias y que puede (o no) dividirse en otros motivos más pequeños o células musicales.

Una frase es una sucesión melódica de sonidos con sentido propio y pleno.

Veamos que podremos sacar más adelante de este sencillo motivo en DO mayor… (y ahora si que recomiendo el uso de un programa para que escribáis y escuchéis los siguientes ejemplos).

Bueno…está claro que no nos vamos a hacer de oro con esto… habrá que trabajar sobre ello.

En este caso nuestro motivo inicial ha sido de tipo rítmico-melódico. Ahora trataremos de acompañarlo con unos acordes…

Ahora ya comienza a tener un poco de cuerpo y su sonoridad adquiere cierta consistencia, pero como no creo que nuestra meta sea la de componer música infantil, lo llevaremos un poco más allá.

Aún falta el interés que generan las notas de la melodía sobre el acorde, y precisamente, una melodía que se basa en las mismas notas que contienen los acordes no llama mucho la atención, especialmente cuando se trata de un acorde diatónico, es decir, perteneciente a la tonalidad.

Tenemos dos opciones para solucionar este punto:

  • Cambiar alguno de los acordes.
  • Cambiar alguna(s) de las notas de la melodía.


Se ha cambiado (qué no sustituido por método funcional de acordes) el segundo acorde para generar más interés. Resulta que el SOL de la melodía sobre un acorde de G es la fundamental y F podría considerase su 7ª, así que poco interés hay ahí…

En cambio, sobre Eb mayor, F es una tensión* (término explicado en el próximo artículo) de 9ª y SOL ahora pasa a ser la 3ª del acorde. Si además aprovechamos el acorde para caer sobre una nota real no diatónica, aun realzará más su sonoridad...

Antes de meternos en el siguiente compás, convertiremos los acordes en acordes abiertos. El espectro sonoro se amplía y al oído le resulta más cómodo de escuchar, ya que sus notas tienen ahora unas frecuencias más distanciadas.

Lo que hacemos es subir una octava a la 3ª del acorde, que es la que queda en medio; entre la fundamental y la 5ª hay suficiente distancia así que las dejo en su sitio. Por esta misma razón las melodías suelen aparecer alguna octava por encima de los acordes, destacan más.

Por último, rellenamos el segundo compás variando melódicamente el motivo inicial; podéis ver cómo se mantiene la rítmica con la misma estructura (negra-corchea-corchea-corchea-negra con puntillo). Observad también, qué relación tienen las notas de la melodía en el segundo compás con los nuevos acordes.

Como ejercicio os propongo completar los siguientes dos compases para terminar esta sección.;)

CREACIÓN DE MELODÍAS

  • Usar motivos rítmicos y melódicos.
  • Intervalos sencillos de cantar. Evitar maj7, b5… No es que no estén permitidas, pero hay que tener cuidado en su uso.
  • Buscar notas comunes entre acordes, especialmente cuando la sonoridad del cambio resulta brusca.
  • Ritmos sencillos con blancas, negras, alguna corchea… Después se puede hacer todo lo compleja que se quiera.
  • Crear interés entre la fundamental del acorde y la melodía.
  • Si la fundamental de un acorde no es diatónica (a la tonalidad del tema), procurar que la melodía en su campo rítmico si lo sea, siempre y cuando no comprometa el interés melódico.
  • Estructurar la melodía: AABA, ABABA, ABABC…
  • Si se utilizan notas no diatónicas a la tonalidad, se asumen mejor b3, b6 y b7, pertenecientes al tono menor. Si el modo original del tema es menor, lógicamente pasan a ser la 3, 6, 7 (mayores) pertenecientes al modo mayor paralelo.
  • Procura que tu melodía sea “cantable”. No debemos necesitar de nuestro instrumento para poderla interpretar. Debe ser recordada fácilmente. Una vez más, cabe recordar que después se le podrá someter a una mayor elaboración.

El equilibrio en el fraseo

Claro está que cada uno tiene una percepción subjetiva y personal del equilibrio en la música. Pero si ni si quiera intentamos acercarnos a nuestro propio concepto del equilibrio cuando componemos, es difícil que consigamos un fraseo atractivo y sobre todo versátil, que nos evite caer en la monotonía.

Especialmente en los músicos y guitarristas más nveles, surge el problema de que no saben en qué fijarse para que su fraseo mejore. Citaré algunos aspectos al respecto:

  • Alternar frases de corta, media y larga duración. La actividad mental que requiere cada una al escucharlas es diferente.
  • Utilizar con criterio las técnicas de matización que conozcas. Tocar “a pelo” todas las notas puede resultar aburrido, pero también lo es si siempre se matizan del mismo modo.
  • El movimiento melódico de 2ª es el más común, pero no es el único. Buscar de vez en cuando saltos de 3ª, 4ª, 5ª… tanto ascendente como descendentemente. Este es un “error” en el que caen sobre todo los guitarristas.
  • Una variada agógica así como la duración en las figuras de las diferentes notas, pues es común escuchar melodías (y especialmente solos) en los que todas o casi todas las notas tienen la misma duración. Hay que tener en cuenta que una nota cobra mucho más interés cuando tiene un trato diferente al resto y esta es una forma más de hacerlo. Normalmente durante una pieza no se trata de expresar una sola cosa, adaptar el ritmo a lo que se intenta transmitir es prioritario.
  • No solo existen las notas pertenecientes a la tonalidad original. Pasado un tiempo escuchando un tema, nuestro oído se ha familiarizado con el grupo de notas que se están utilizando habitualmente. Insertar otras periódicamente, dará un soplo de aire fresco a nuestras melodías.


Palabras finales

A fin de evitar un artículo demasiado largo, prefiero dar tiempo para asimilar los conceptos aquí tratados, así que dividiré en dos o más artículos todos los asuntos que me gustaría que vierais.

En el próximo(s) se hablará sobre algunos de los recursos rítmicos que se pueden utilizar, qué criterios tener en cuenta a la hora de relacionar las escalas con los acordes y cómo armonizar varias melodías.

En mis palabras queda la recomendación de experimentar con el material utilizado o propio y poner en marcha todo lo que se haya podido aprender. No obstante, procuraré ayudar en medida de lo posible con las dudas que os pudieran surgir, así que no dudéis en comentar lo que queráis.

Fuentes consultadas para la elaboración de este texto:

Libro “Teoría musical y armonía moderna” - Enric Herrera.

Vídeos didácticos de la escuela de música moderna de Santiago de Compostela - Suso Atanes.

Libro “Una guía práctica de composición musical” - Alan Belkin.

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