Protesto débilmente con los billetes que me acaba de entregar Gustavo en la mano, ni siquiera son unos billetes de los de verdad, solo dos folios impresos en blanco y negro de una compañía aérea que no sabia que existía.
–¿Te piensas que te envío de vacaciones?
–No, claro, más bien a pasar una experiencia agotadora.
–Son siete horas y pico de vuelo, mira una película, mira su película.
–Tendré que hacerlo si quiero entrevistarlo, no se nada de él. De su música, quiero decir. Y de él solo algo que escuche en la peluquería.
–¿Qué escuchaste?
–Más o menos que ella se hizo famosa y le dejó por prados más verdes... ¿Es sobre esto que quieres que hable con él?
–¿Esperabas que fuera sobre otra cosa?
–Yo estoy en espectáculos, no en corazón.
–Ni él ni ella quieren hablar con corazón, pero no se cansan de lanzarse dardos desde las revistas musicales. Ella hasta ha sacado una canción en que le pone verde, ha sido un éxito.
–¿Somos una revista musical?
–Somos lo que haga falta, además no podemos negarnos, sería descortés, es él quien quiere hablar con nosotros, contigo en especial.
–No creo que sepa quién soy.
–Pero su agente sí. Ese tipo, creo que tiene una estrategia para que su pupilo... ¿transcienda más allá de la música? Y eso pasa por… por ti, que tú lo presentes a… las masas, o algo por el estilo.
–¿Me estás diciendo que buscan mayor presencia en medios generalistas?
–¿Un medio generalista?, ¿eso es lo que somos? ¡Anda, es verdad!; es lo que somos y acabo de recordar que además aspiramos a ser uno de bueno, así que vete a casa prepara las maletas y vuela a la gran manzana. Entrevistalo, hazle más famoso de lo que es y a nosotros también de paso.
Una vez un caballero de cierta edad me ayudó a meter mis maletas en un taxi, después me llamó niña y me dio un caramelo, un caramelo de toffe, de los buenos, de los de Logroño, cuando se fue, estuve a punto de llorar. ¿Por qué?, ¿por qué alguien me llamara niña? O por un mundo en que no puedes comerte el caramelo que te de un desconocido, por muy encantador que parezca.
¿Por qué estas escribiendo esto, Sol?, se pregunta. Porque el avión despega con casi dos horas de retraso y solo te vienen a la mente las anécdotas que has ido recogiendo durante el tiempo que has pasado en estos sitios –estaciones, aeropuertos, hoteles...– que solo son de paso, estos no lugares, ¿Quién los llamaba así? Tendría que buscarlo, pero ahora no puedo hacerlo, me he de documentar sobre el tema que me hace estar aquí.
Mira las fotos del entrevistado, es un muchacho delgado, rayando en la treintena, lleva al cero el cogote y las templas, es un corte de pelo que necesita mucho mantenimiento, un corte de pelo horrible. Mama dice que parece que esté en el servicio y que el sargento le haya castigado. Le pregunto por qué se lo parece, ella contesta que por la blancura de la piel expuesta; el corte de pelo es reciente, de un rato antes de hacer la foto. Mama odia los cortes de pelo, las ropas, cualquier cosa que remita al ejercito, asegura tener un trauma producido por un joven soldado, en la época de cuando todos los jóvenes en algún momento eran soldados. No da muchos más detalles, solo dibuja una sonrisa tenue y cambia de tema.
Sol, tuerce un pelín el gesto, riñéndose a si misma. Concentrate, concentrate en el joven de pelo recién cortado. En las fotos de promoción va vestido con un chándal que ella sabe ridículamente caro. En algún momento los modistos se pusieron a hacer chándals y ella perdió la poca fe que le quedaba en la moda. Es mentira, pero suena bien. Debería usarlo. Las fotos, estate por las fotos. En general su aspecto es de un joven que ni estudia, ni trabaja, un nini que dicen, alguien que pasa el día en una plaza vigilando a los quinceañeros que venden droga para él. Alguien que en un nada acabará en prisión. Su currículum desdice esta impresión. Estudio filosofía y se graduó, en la Complutense, asegura la nota de prensa. De filosofía alguien se licencia no se gradúa, ¿es un error?, ¿una exageración de currículum?, ¿o es que ahora hay un Grado en filosofía?, ¿es ella quien confunde las titulaciones? Tendría que mirarlo, pero no le apetece nada.
Se pone los auriculares, escucha su primer disco. Rap, letras callejeras. Yo, yo, yo. Dinero, dinero dinero. Sexo, sexo, sexo. Nada muy diferente a lo que han cantado los jóvenes para los jóvenes en los últimos setenta años, justo desde que consiguieron unos pocos ingresos y se convirtieron en un mercado objetivo para las compañías musicales. Lo que canta el artista de las fotos ¿coincide con sus intereses personales? O canta a la ambiciones de su público objetivo. Esos intereses, ¿también eran los tuyos, Sol? Claro. Lo que no era de buen tono era tanto exhibicionismo. El mundo que crió a Sol le enseñó que el exceso por si mismo no tenía valor alguno, esta creencia no ha cambiado con el tiempo. Vuelve a escuchar un tema que le llama la atención, habla del dolor que se siente cuando el sexo, sin que lo esperes te lleva al amor y luego cogido de la mano de este se marcha y te deja solo. Vuelve a escucharlo, el lenguaje es descarnado, al menos para los oídos de la señorita que se supone que ella es, pero aún y así parece reflejar un sentimiento real, no un disfraz más del artista, porque esa es la sensación que está invadiendo sus pensamientos: que el artista de las fotos va disfrazado. Un sentimiento real ¿quién me dijo una vez que es era la única semilla de la que podía brotar una buena canción?