Resulta que me tocaba hacer la compra bajo las militares directrices de mi santa esposa, y precisaba de carro, pues estamos a inicios del mes...
¿Qué sucedió? Pues que no llevaba ni una sola moneda válida para desbloquear el carro de la compra, que, a saber, sólo se desbloquea con divisas de entre 50 céntimos y un leuro. Raudo, acudí a la cajera buscando amparo ante tal situación; pues es conocido que, al menos en pequeñas localidades como en la que yo vivo, algunos supermercados proveen sabiamente a sus clientes con una suerte de arandela que hace las veces de moneda para así superar estas situaciones. Con tal infortunio, que en esta ocasión la cajera me dijo que no había posibilidades para suplantar la necesaria divisa para desbloquear el carro. Caronte no se anda con remilgos.
Cambiar de supermercado, con el tráfico que hay a esas horas postreras, ocasionado en parte por otros maridos que, como yo, se ven conminados a esta sesión de tarde, no era una buena idea y podría dar conmigo atrapado en una cola inmisericorde en alguna de las intersecciones que conectan varias pedanías murcianas; empecé a darle a las neuronas y recordé que llevaba una púa en la cartera. Yo utilizo púas Dunlop Jazz III desde que los dinosaurios poblaban la tierra, y al principio deseé haber tenido una buena Tortex de las que pueden cortar el jamón; no obstante, con la suma pericia adquirida todos estos años logré el ángulo perfecto para un ataque absolutamente impecable.
Ante la estupefacta mirada de la cajera cuando me vio entrar con mi carro de la compra y más dignidad que un pastor afgano, no pude evitar comentarle la jugada. "Con una púa de guitarra".
No obstante, la complicidad que buscaba con la cajera no fue correspondida, y bien pensó que era algún enfermo que pasaba por allí, no entendería el concepto de "púa de guitarra", no sé, no tengo más información porque nuestra relación terminó en ese momento.
El caso es que después de hacer la compra bloqueé de nuevo el carro y mi amada Jazz III, esa púa que tenemos siempre en la cartera "por si acaso", volvió a su estuche como sólo las buenas armas vuelven a su vaina. Aguardando su próxima batalla.
He bautizado esta técnica como Shopping cart picking, y esto para mí está escrito en las tablas de la ley a partir de ahora.