Guitarristas, otro año más celebramos las Navidades junto a vosotros. Aunque, por supuesto, con todos los instrumentos hay una parte muy solitaria, que es la de las sesiones de práctica, afortunadamente también tienen una faceta muy familiar. Nos referimos a esos momentos en que sacamos la guitarra para tocar todos juntos en las fiestas: en algunas casas es un ritual frecuente y aceptado por todos; en otras se percibe como "hasta en Navidad tenemos que aguantar al brasas de la guitarra".
Pero mirad: que se aguanten. Primero, porque nadie se va a morir por cantar un par de villancicos. Y segundo, porque si hay que aguantar conversaciones de política en la sobremesa, qué caray, que también aguanten un par de acordes. Al fin y al cabo, estas fiestas tratan sobre la armonía.
Estamos seguros de que el resumen de la experiencia no será tan negativo, y hasta está puede que poco a poco le vayan pillando cariño a la costumbre. Y es que, aunque pasamos horas y horas hablando de nosotros mismos, de nuestro sonido, de lo que nos gusta, y de lo que no nos gusta, al fin y al cabo todos aquí hacemos música, y una parte fundamental de la música es ofrecérsela a los demás. En la historia, esa misión ha sido uno de los grandes pilares de esta forma de arte. Y aunque ciertamente sirva como recreo personal, es un método de comunicación y una forma de distraer y en ocasiones deleitar a a los otros.
Así pues, teniendo eso presente, es más fácil ver la música como un regalo que hacemos a los demás de forma generosa, como muestra de amor y aprecio. Es posible incluso que sea una de las cosas que recuerden de nosotros cuando ya no estemos. Así que no perdamos la oportunidad de hacer ese regalo. Feliz Navidad a todos.