Toda idea que tenemos al afinar y octavar, en plan teórico, es muy simple; se aplica una tensión determinada para afinar, y queremos que presionando en el punto medio de la cuerda (traste 12) nos de la nota de una octava superior.
Pitágoras nos lo dijo. No tiene secreto ¿o sí?
Todo lo dicho es válido cuando la densidad lineal es constante, es decir la cuerda se mantiene homogénea. Y suponemos que en una buena cuerda la deformación por tracción al afinar no altera la homogeneidad.
Conforme le damos uso y movimientos más forzados como estiramientos o palancazos de trémolo, la cuerda va deteriorándose.
Cuando ponemos una cuerda nueva hay que esperar y volver a afinar después de "estirarla un poco" al tocar. En este caso la no homogeneidad no causa problemas perceptibles y con volver a afinar ya lo tenemos resuelto.
Ahora pensemos en un uso más continuado y dándole caña a la cuerda incluyendo bending. La cuerda, con el tiempo va a cambiar su densidad lineal. Seguramente con la clavija la podremos afinar, pero nos vamos a dar cuenta que la octavación la hemos perdido.
Es de suponer que la cuerda cuanto más fina sea será la más vulnerable a la deformación y tracción mecánica.
Otra causa que provoca estos problemas es la suciedad y el óxido que se pueda producir por el tiempo y el ambiente.
Cuando la cuerda no es homogénea mal lo tenemos para octavar. Antes de volver a afinar y octavar una cuerda que aún se mantiene en uso (y es una recomendación hecha por algunos luthiers) hay que limpiar la cuerda lo mejor posible. Sorprende que solo con limpieza el problema se minimiza algo.
Cuando octavar no es posible, seguramente es hora de cambio de cuerda.
La higiene de las cuerdas después de tocar es muy recomendable para la salud de ellas. (la ducha después del deporte)
Salud y rock.