En un club no demasiado grande, el Iridium, tocaba Les Paul. Si, el mismo Lester William Polsfuss, con sus 93 primaveras. Y os podeis imaginar la emocion. Sentado y sin parar de hacer chascarrillos. Con una guitarra que lleva su nombre entre unas manos que todavia siguen acariciando el mastil con sensualidad y dulzura.
Junto a el unos pocos amigos conformando una banda de Jazz que finalmente se vio incrementada por espontaneos que iban subiendo al escenario para tocar con el Mito. Y el, alli, bromeando con guitarristas que podian ser sus nietos y que le adoran, demostraba como ademas de haber creado una maquina con espiritu, es ante todo, un musico.
Fue lo que siempre habia deseado y me imaginaba que cualquier guitarrista habria querido estar alli. Por eso queria compartirlo con vosotros. Y desde luego, si ya lo tenia claro, ahora mas. Quiero una Les Paul...!
Abrazos desde NYC