El elemento es de los que suele perderse muy pocos espectáculos de este tipo y asiste a ellos con bastante regularidad, en la mayoría de los casos, acompañado de su mujer.
Yo, todo lo contrario. No suelo salir casi nunca, no me va el cine, tampoco mucho el teatro, y el único motivo capaz de arrancarme de mi casa, es algún que otro concierto que me resulte atractivo.
Por otro lado, mis dos últimas salidas "concertísticas" habían sido un desastre y una decepción.
La primera a un "Beatles Chill Out" que lo único que me dejó claro es que nunca compraré discos Chill Out. Un bodrio impresentable, que tal vez hubiese podido pasar por correcto en un pueblo, pero nunca en la 8ª capital de este país. Pero bueno, nunca fui un fan de los Beatles y aunque fue lamentable, pues se quedó ahí, sin más, como una mala experiencia musical.
La segunda fue a un "Tributo a Pink Floyd". Esta sí que fue dolorosa porque sí me considero un incondiconal de los Floyd. El sonido de la guitarra de Gilmour me sigue poniendo como lo hacía cuando lo escuché por primera vez; ese sonido metálico, cortante, personal de Gilmour, que sencillamente, ¡no es de este mundo!
La decepción fue también máxima. Otra mediocridad en la que algunos músicos ni se habían preparado bien las canciones. Interpretaron temas que hasta yo los hubiese cantado no bien, sino infinitamente mejor que aquellos elementos.
Total, que cuando este amigacho me comentó lo del concierto de blues, lo primero que se me vino a la cabeza fue un no, casi rotundo, pero insistió y me animé.
Llegamos cada uno en nuestro coche y sorprendentemente había aparcamiento disponible a tutiplén, dentro del centro y ¡además, cubierto! ¡del 15! -pensé-
A todas estas íbamos a escuchar a la Carvin Jones Band, del que no teníamos ni la más remota idea de quién rayos era.
El concierto comenzó con sólo 15 minutos de retraso.
Aparecieron en escena un bajista y el batería que hicieron la entrada para que, entre aplausos , apareciera Carvin Jones. Muy a lo americano. De hecho procedían de Fénix, Arizona
Desde que puso el pie en el escenario empezó una descarga ininterrumpida de blues que inmediatamente conquistó a la audiencia.
Carvin Jones manejaba una Fender Stratocaster negra, que se notaba había vivido intensamente, más que nada por todos los desperfectos que presentaba el cuerpo y que encontraron más tarde su justificación, cuando vimos como la pisaba, la arrastraba por el suelo, la lanzaba sobre el escenario como para que "patinase" y que tenía enchufada, juraría, a dos cabezales JCM-900 de Marshall, conectados a dos pantallas de 4x12, también de la marca inglesa.
La caña que metían los dos amplis era la super leche.
Y a partir de ahí el amigo Carvin empezó a tocar temas de los grandes del blues.
Hendrix, BB King, John Lee Hooker.......¡pero qué dominio de la jodida guitarra!
Carvin era capaz de hacer sonar la guitarra sólo utilizando la mano izquierda. ¡Pero es que punteaba e incluso finalizaba los temas sólo con la izquierda! ¡Impresionante!
Estuvo dando leña a mansalva durante la hora larga que duró el concierto, siempre con su Strato, a la que en innumerables ocasiones besaba como un poseso, -lo cual yo entendía perfectamente por haberlo experimentado en carne propia-, bajó del escenario y se mezcló entre el público, subía y bajaba por los pasillos del teatro, volvía al escenario, se tiraba al suelo, la guitarra a la espalda, en los pies, palmeteando las cuerdas............ya digo un espectáculo muy en la onda yanqui, pero ¡joder que bluesman más impresionante!
Carvin dio la impresión de ser un tío humilde y muy suave. Afinaba él mismo la guitarra, todo el vestuario se limitaba a 4 camisas iguales de lentejuelas en las que sólo variaba el color y que se puso y se quitó varias veces, a lo largo del concierto, las guitarras las apoyaba en el suelo, -de hecho fue una de las cosas que me comentamos, ¡es que no tiene ni un pie de guitarra!-, ni pedaleras de efectos, ni siquiera pedales sueltos, vamos de una austeridad espartana: él, su Fender y los Marshall.
El concierto terminó. Carvin y los otros dos músicos se sentaron en el borde del escenario y ¡empezaron a vender CD's! Nada de aquello de "en la entrada podrán adquirir...", nada, él vendía y él recogía el dinero.
Le compramos un ejemplar y nos fuimos con un magnífico sabor de boca, preguntándonos cuánto podrían haber ganado los tres por aquella actuación. Creimos que unos 1000 euros en total.