1- Un músico frustrado no será jamás un buen profesor. No hay daño más grande que se le puede hacer a un alumno que demostrarle que uno sinceramente no desea estar en frente suyo. El oficio de profesor de guitarra (de rock sobre todo) está muy mal conceptuado por la actitud de los docentes mismos. No es incompatible ser músico y docente, pero en la sesión de clases el alumno necesita que haya presente un profesor, no alguien soñando con glorias pasadas o venideras. Cuando uno enseña, no es músico, es profesor de música, hay una abismal diferencia entre ambas profesiones.
2-Reforzando el punto anterior, la actitud docente se consolida con un entorno agradable, buena presentación, afabilidad, lenguaje correcto y claridad para explicar conceptos. Es un buen indicio el hecho de que el profesor haya dispuesto un espacio especial para dar clases, se haya preparado a sí mismo y haya levantado la ropa sucia del piso.
3- La principal virtud de un excelente docente es la generosidad. Si el alumno sospecha que su profesor le está mezquinando conocimientos y oportunidades, debe correr de él como correría de la peste negra. Caer en manos de un docente infame que no puede celebrar el talento de sus alumnos es terrible. Es uno de los escenarios que no sólo interrumpen el estudio de guitarra, sino el sueño de hacer música. Esta gente (no merecen ni el apelativo de profesores) enseñan solamente para asegurarse de que en su entorno ellos sean los músicos más respetados y de paso ganar algo de dinero. Al verdadero músico le fascina la competencia y festeja que en su medio haya cada vez más y mejores artistas (y con más razón si él fue el artífice de su formación).
4-Un buen profesor no suspende clases. Si el profesor suspende una clase puede deberse a una causa de fuerza mayor, dos clases en un año es imperdonable. Claramente no prioriza y respeta a su alumno. Igualmente le molesta cuando sus alumnos son quienes las suspenden o llegan tarde a la clase, al docente le fascina ver pasión en sus estudiantes y la puntualidad y el cumplimiento de los compromisos son claros signos de pasión por el aprendizaje y la enseñanza.
5-Un excelente docente no enseña a mover los dedos, enseña a pensar en música. Este tipo de profesores no son sólo una enciclopedia de escalas y ejercicios. Todo estudiante tiene el potencial para ser un gran artista, el gran docente escudriña en lo que le impide a su alumno lograr sus metas: sus bloqueos, sus frustraciones, objetivos desmedidos para su capacidad actual, vicios en la técnica, falta de cultura musical general, su nivel de concentración, su nivel de relajación o un estado emocional equivocado. El docente que logra sacarle de encima a sus estudiantes toda esa carga seguramente obtiene, estadísticamente, resultados muy superiores a quien pone un metrónomo a 200 BPM y nos hace tocar escalas de arriba a abajo.
6-El gran objetivo de un buen profesor es formar músicos únicos e irrepetibles, no clones de sí mismo. Es una buena estrategia ir a los conciertos de sus otros alumnos y analizar la ejecución de los mismos. Si el estilo de todos se parece misteriosamente al del profesor no tiene sentido seguir estudiando con él, a lo máximo a lo que vamos a llegar es a ser una mala copia de otro guitarrista.
7- Un profesor honesto jamás le miente a sus estudiantes acerca de sus habilidades o falencias. El estudiante no asiste a clases para que el profesor le diga que todo lo que hace es fantástico, asiste para aprender. Y si realmente confía en su maestro va a saber tomar las críticas de manera positiva. Muchos docentes no señalan errores a sus alumnos por dos grandes razones: la primera es que temen que sus alumnos abandonen las clases y la segunda es que temen involucrarse en profundidad con el aprendizaje de sus discípulos. Muchos otros profesores (y en numerosas ocasiones los mismos) por otro lado tampoco señalan los aciertos de sus alumnos por dos razones fundamentales: la primera es que temen que sus alumnos abandonen las clases y la segunda es que temen involucrarse en profundidad con el aprendizaje de sus discípulos. Curioso ¿verdad?
8- El gran docente no tiene malos días, y si los tiene, entiende que no son culpa del alumno. El estudiante paga su cuota por todas y cada una de las clases (por cada minuto de clases), que el profesor argumente que no está de humor para dar clases (o que se comporte de esa manera en silencio) es lisa y llanamente un atentado al pacto entre maestro y alumno.
9-Sólo alguien que ama la música puede enseñar a amarla. Hay que desconfiar del docente al que no le gusta nada salvo su área de experiencia. No es que demuestre necesariamente mala voluntad, pero demuestra seguramente una gran incapacidad de ser perceptivo y sensible a las diferentes características de una obra artística. No importa que uno esté con un profesor para aprender a tocar Death Metal, si éste no puede entender la genialidad de un letrista como Joaquín Sabina o de un compositor como Tom Jobim por ejemplo, será también sordo a una infinidad de parámetros de calidad del arte y por ende no podrá guiar de manera profunda a su estudiante.
10-Hay que desconfiar del docente que prioriza el equipamiento por sobre todo. Si una cosa he aprendido en veinte años de docencia es que la persona es el único artífice de la música. Si bien tener equipo de calidad (o caro, lo que para mucha gente es lo mismo) es placentero, a la hora de la verdad no hace demasiada diferencia. Todo docente que se llene la boca hablando de válvulas, guitarras de los años cincuenta, pedales de boutique y cejuelas de grafito lubricadas con grasa secretada por la epidermis del caribú de los Apalaches, lo que demuestra es que no tiene demasiada capacidad de extraer calidad de un estudiante (o de sí mismo) y busca un componente externo e inalcanzable al cual responsabilizar.
11-El profesor excelso no tiene ningún reparo en reconocer que hay algo que no sabe y eventualmente sugerirle al alumno otro profesor que maneja ese tema. Es más, esa es una muestra importante de seguridad y honestidad. Estos profesores jamás desmerecen la inquietud de un estudiante. Argumentar que el alumno no necesita aprender acordes de jazz (como si existiera tal cosa) porque es músico de rock, es un argumento tan pobre y sin sentido que la única explicación posible a semejante postura es que es el mismo profesor quien no domina esos acordes. La excelencia no consiste en saber todo, consiste en comprender en profundidad múltiples facetas de lo que uno sabe. La respuesta de un gran profesor ante una consulta que escapa a su capacidad debería ser algo como: “no tengo una respuesta para esa pregunta, pero dame una semana que lo investigo. Mientras tanto podrías llamar a este otro profesor que comprende del tema, este es su número… ”. Esa actitud demuestra por un lado que el profesor no está cómodo con su nivel de conocimientos y pretende progresar como docente constantemente y por otro lado que el desarrollo de sus alumnos es para él más importante que mantenerlos en su nómina.
Un viejo proverbio chino reza: “Si el alumno no supera al maestro, ni es bueno el alumno, ni es bueno el maestro”. Pero esto plantea un problema, ¿cómo es posible que alguien les pueda enseñar a sus estudiantes más allá de su propia capacidad? La respuesta es enseñando a pensar por sí mismos. El gran maestro no da respuestas, allana el camino para que sus alumnos desarrollen la capacidad de encontrar soluciones. Por otra parte un gran docente entiende que su trabajo es condensar décadas de investigación y descubrimientos propios y sistematizarlas en un curso de unos pocos años. A esto el alumno le incorporará su propia investigación y descubrimientos, un alumno es entonces producto de la suma de la experiencia de su maestro y de la suya propia.
El mundo de la música es un universo apasionante, es importante que quien nos guíe por él tenga la voluntad y la preparación para hacerlo. Un buen docente es un entusiasta de lo que hace y sus logros profesionales no se dan en los escenarios que pisa, sino en los escenarios que pisan sus discípulos. El nivel actual de preparación de los músicos es realmente elevado, pero eso no significa que necesariamente el nivel de la música haya subido. Si comprendemos que ser artistas completos no es solamente aplicar un puñado de fórmulas de armonía y recorrer el mástil haciendo tapping a ocho dedos, sino tratar de rescatar mi propia individualidad y convertirla a sonidos que reflejen mis gustos musicales, mi identidad como ser humano, mis capacidades, mi época y mi entorno, entenderemos la verdadera complejidad que implica desarrollar una carrera artística y sólo un verdadero artista de la enseñanza nos puede ayudar a cristalizar semejante objetivo.