Queridos compañeros, quiero rendir un merecido y tardío homenaje a SIXTO RODRÍGUEZ, "SUGARMAN"
"Inner City Blues":
Algunos ya sabéis de quién se trata, otros lo habréis descubierto hace poco gracias a los famosos, divinos y triviales Oscars, pues el premio al mejor documental se lo han dado al cineasta sueco Malik Bendelloul por su magnífica y descubridora obra, “Searching for Sugar Man”, que no es un documental al uso sobre la vida de este gran desconocido cantautor norteamericano de la dura y herrumbrosa Detroit de los 70. Se trata de una búsqueda del descubrimiento de qué es lo que ocurrió con él, pues se le creía muerto y seguramente por suicidio. No fue así, sigue vivo y el corto recoge ese proceso de pesquisa detectivesca tan aclamada también por los premios BAFTA, Critics' Choice Movie Awards, premio WGA, del Sindicato de Directores, del Consejo Nacional de Crítica de Cine, etc. Un proceso que te atrapa para conocer con ansia la revelación de lo qué ocurrió con él, como uno de los más grandes de la música que nunca lo fue; el encuentro con el artista y la conversación que mantuvo con los documentalistas cierran un apoteósico y descansado final en el que uno se relaja al fin y da gracias a los dioses porque tal prodigio de la música y su ser, tan especial, siga viviendo. Ojalá pudiera cruzarme con él en las escaleras del metro y tomar una copa en comunión de la palabra, en cualquier garito de cualquier barrio de cualquier ciudad industrial del mundo…
[ Imagen no disponible ]
Pues si compañeros, quiero hacer un reconocimiento como no sería de otra manera, a Sixto Rodríguez, “Sugar Man”. Nunca el dicho, “nadie es profeta en su tierra”, fue más adecuado y más injusto. Rodríguez es uno de esos Bob Dylan, mejores que Bob Dylan. Armado también con su guitarra, su voz y sus ácidas y poéticas canciones, tocó en los garitos de la gran urbe del automóvil allá por los finales de los 60. Pronto, dada su calidad y lo convulso de la década, mezcla favorecedora para él, grabó algunos discos que no tuvieron demasiado éxito. Quisieron cambiarle el nombre por algo más adecuado y más “anglo” como al mencionado Robert Allen Zimmerman por ver si así fuera más comercial, el color del dinero que nos cambia, no sólo el nombre, sino las entrañas…
Otro regalito azul, "Establishment Blues"
[ Imagen no disponible ]
Dejó de tocar y se puso ha hacer lo que todos los mortales, ladrillo sobre ladrillo y entre medias el mortero; la construcción fue su pan. Rodríguez nunca imaginó que llegaría a ser un gran y reconocido icono de la música. Y así sucedió, si, pero en Sudáfrica; todo un superventas y conocido en los circuitos de la música, desde los profesionales a los comerciales. Incluso alguno de sus discos fue bandera contra el apartheid, un orgullo que tardaría décadas en conocer. Hoy, Sixto, sigue viviendo en su humilde morada de Detroit, pero de vez en cuando, cruza el océano y se viste de fama para dar algún concierto en el calcaño africano.
"Crucify your Mind":
Esta es una historia sencilla pero maravillosa de un músico que, aún vivo, se redescubre años después. Las críticas lo sitúan entre los más notorios de la historia de la música moderna con un toque muy personal, folkie, pop, algo de blues, en fin, América en si, esa marca que da de si lo mejor y lo peor aunque nos acostumbre a lo último. Sus temas me recuerdan mi juventud en los barrios obreros del gran Bilbao. Lo comprendo, lo comparto, tanto como para amarlo. Poesía de la ciudad, mejor dicho, de algunos rincones de la misma. Narra historias ácidas que en nada gustan al alcalde y a la policía. Madejas de vidas humildes, de traiciones, de orgullos que desean seguir levantando la cabeza, que se entrelazan; hilos que de por sí cada uno es ya una historia para ser cantada.
(He aquí el barrio de la infancia, las calles de gris rodeadas de dinosaurios de la era de las máquinas)
Otro gran tema de Rodríguez, "Cause":
Me recuerda al cine que, alejado de las grandes cifras millonarias y de los grandiosos estallidos de sus efectos especiales, se proyectaba en los cineclubs de barrio, en las casas de la cultura recién estrenadas por nuestra joven democracia, hoy ya herida y casi agónica. Los cafés como los de aquel gran filme de Alan Rudolph, “Choose Me”, (Elígeme), de 1984, que devoré en el club del barrio como si del último cómic de Corben se tratara y alimentó mi joven e inquieta mente que ya nunca volvería a mirar hacia atrás, hacia la seguridad del regazo familiar. Cine independiente se llamó, como la música de Rodríguez.
[ Imagen no disponible ]
"Jane S. Piddy ":
Lo amo, decía, porque me veo en él, en su lírica; veo los edificios de caravista barato y de reboques endebles de la huelga de los obreros del cemento en sus letras. Nuestras inquietudes que fueron las suyas y me las cantaba bellamente para redescubrírnoslas de nuevo y saber poner en palabras lo que sentíamos. Los paisajes de mi infancia, como los suyos, polvo de cemento, hollín de la goma quemada de los neumáticos y la grasa de los cojinetes en las rodillas. Pero gracias a Rodríguez, había belleza en ello, había cientos de versos con ganas de gritar y de vivir, que confluían a la salida de la escuela de vuelta al bocadillo de cantimpalo y al descampado. De vuelta al padre en camiseta de tirantes gris que compartía su huevo frito y su ponche de yema con licor, a las alpargatas reglamentarias de la fábrica y al fiado del ultramarinos. Era el agua de colonia a granel de la droguería, agua limpia, como nuestras madres, nada más limpio... Gracias Sugar Man.
El cielo del barrio era tan butano que llamábamos a los ángeles para que lo pintaran de azul en nuestros sueños infantiles...
"Inner City Blues":
Algunos ya sabéis de quién se trata, otros lo habréis descubierto hace poco gracias a los famosos, divinos y triviales Oscars, pues el premio al mejor documental se lo han dado al cineasta sueco Malik Bendelloul por su magnífica y descubridora obra, “Searching for Sugar Man”, que no es un documental al uso sobre la vida de este gran desconocido cantautor norteamericano de la dura y herrumbrosa Detroit de los 70. Se trata de una búsqueda del descubrimiento de qué es lo que ocurrió con él, pues se le creía muerto y seguramente por suicidio. No fue así, sigue vivo y el corto recoge ese proceso de pesquisa detectivesca tan aclamada también por los premios BAFTA, Critics' Choice Movie Awards, premio WGA, del Sindicato de Directores, del Consejo Nacional de Crítica de Cine, etc. Un proceso que te atrapa para conocer con ansia la revelación de lo qué ocurrió con él, como uno de los más grandes de la música que nunca lo fue; el encuentro con el artista y la conversación que mantuvo con los documentalistas cierran un apoteósico y descansado final en el que uno se relaja al fin y da gracias a los dioses porque tal prodigio de la música y su ser, tan especial, siga viviendo. Ojalá pudiera cruzarme con él en las escaleras del metro y tomar una copa en comunión de la palabra, en cualquier garito de cualquier barrio de cualquier ciudad industrial del mundo…
[ Imagen no disponible ]
Pues si compañeros, quiero hacer un reconocimiento como no sería de otra manera, a Sixto Rodríguez, “Sugar Man”. Nunca el dicho, “nadie es profeta en su tierra”, fue más adecuado y más injusto. Rodríguez es uno de esos Bob Dylan, mejores que Bob Dylan. Armado también con su guitarra, su voz y sus ácidas y poéticas canciones, tocó en los garitos de la gran urbe del automóvil allá por los finales de los 60. Pronto, dada su calidad y lo convulso de la década, mezcla favorecedora para él, grabó algunos discos que no tuvieron demasiado éxito. Quisieron cambiarle el nombre por algo más adecuado y más “anglo” como al mencionado Robert Allen Zimmerman por ver si así fuera más comercial, el color del dinero que nos cambia, no sólo el nombre, sino las entrañas…
Otro regalito azul, "Establishment Blues"
[ Imagen no disponible ]
Dejó de tocar y se puso ha hacer lo que todos los mortales, ladrillo sobre ladrillo y entre medias el mortero; la construcción fue su pan. Rodríguez nunca imaginó que llegaría a ser un gran y reconocido icono de la música. Y así sucedió, si, pero en Sudáfrica; todo un superventas y conocido en los circuitos de la música, desde los profesionales a los comerciales. Incluso alguno de sus discos fue bandera contra el apartheid, un orgullo que tardaría décadas en conocer. Hoy, Sixto, sigue viviendo en su humilde morada de Detroit, pero de vez en cuando, cruza el océano y se viste de fama para dar algún concierto en el calcaño africano.
"Crucify your Mind":
Esta es una historia sencilla pero maravillosa de un músico que, aún vivo, se redescubre años después. Las críticas lo sitúan entre los más notorios de la historia de la música moderna con un toque muy personal, folkie, pop, algo de blues, en fin, América en si, esa marca que da de si lo mejor y lo peor aunque nos acostumbre a lo último. Sus temas me recuerdan mi juventud en los barrios obreros del gran Bilbao. Lo comprendo, lo comparto, tanto como para amarlo. Poesía de la ciudad, mejor dicho, de algunos rincones de la misma. Narra historias ácidas que en nada gustan al alcalde y a la policía. Madejas de vidas humildes, de traiciones, de orgullos que desean seguir levantando la cabeza, que se entrelazan; hilos que de por sí cada uno es ya una historia para ser cantada.
(He aquí el barrio de la infancia, las calles de gris rodeadas de dinosaurios de la era de las máquinas)
Otro gran tema de Rodríguez, "Cause":
Me recuerda al cine que, alejado de las grandes cifras millonarias y de los grandiosos estallidos de sus efectos especiales, se proyectaba en los cineclubs de barrio, en las casas de la cultura recién estrenadas por nuestra joven democracia, hoy ya herida y casi agónica. Los cafés como los de aquel gran filme de Alan Rudolph, “Choose Me”, (Elígeme), de 1984, que devoré en el club del barrio como si del último cómic de Corben se tratara y alimentó mi joven e inquieta mente que ya nunca volvería a mirar hacia atrás, hacia la seguridad del regazo familiar. Cine independiente se llamó, como la música de Rodríguez.
[ Imagen no disponible ]
"Jane S. Piddy ":
Lo amo, decía, porque me veo en él, en su lírica; veo los edificios de caravista barato y de reboques endebles de la huelga de los obreros del cemento en sus letras. Nuestras inquietudes que fueron las suyas y me las cantaba bellamente para redescubrírnoslas de nuevo y saber poner en palabras lo que sentíamos. Los paisajes de mi infancia, como los suyos, polvo de cemento, hollín de la goma quemada de los neumáticos y la grasa de los cojinetes en las rodillas. Pero gracias a Rodríguez, había belleza en ello, había cientos de versos con ganas de gritar y de vivir, que confluían a la salida de la escuela de vuelta al bocadillo de cantimpalo y al descampado. De vuelta al padre en camiseta de tirantes gris que compartía su huevo frito y su ponche de yema con licor, a las alpargatas reglamentarias de la fábrica y al fiado del ultramarinos. Era el agua de colonia a granel de la droguería, agua limpia, como nuestras madres, nada más limpio... Gracias Sugar Man.
El cielo del barrio era tan butano que llamábamos a los ángeles para que lo pintaran de azul en nuestros sueños infantiles...