Desde hace un año vivo por motivos laborales en Niger (África subsahariana) un país donde el 80% de su territorio es desierto y el las pobre del planeta. Aquí el problema no es que guitarra me compro si no si te puedes comprar una, y no solo por las capacidades económicas de la gente (hay gente muy pobre pero también mucho corrupto y traficantes que viven muy bien) si no por la imposibilidad física de conseguir un instrumento tanto por lo limitado del número de tiendas dedicadas (dos en todo el país?) cómo la variedad y cantidad de instrumentos y el hecho de que si alguien te sirve por internet (nadie desde Europa y solo alguna gente desde EEUU o china) vas a tener que pagar cerca de un 60% del valor de factura en la aduana al recoger el instrumento. Aquí aprendes lo privilegiado que eres si puedes disponer de instrumento y tocar y compartir con los demás lo que sientes a través de la música. Recuerdo la primera vez que llegue a Amsterdam a principio de los 90 ( batallitas del abuelo) un sitio donde te podías buscar muy bien la vida en la calle y la gente valoraba profesionalmente lo que hacías. La gente solía hacer una primera "presentación" en Central Station al bajar del tren antes de tocar en la ciudad.Un día había un tipo del norte de Europa con un pedazo batería impresionante que empezaba a tocar. Llegó una chavalita mulata de unos 17 años y monto algo parecido a una batería con botes de pintura vacíos y cosas por el estilo (aunque luego más adelante lo he visto en las ocasiones era la primera vez que veía algo así). Se puso a tocar con el otro y le saco los colores del tirón. El "rubito" avergonzado propuso cambiar "instrumentos" y le volvió a dar otro repaso épico.
Lo importante no son cuantos si no cual te hace y hace a los demás vibrar.
Perdón por el toston