Muchos de los garantes que apoyaban al rey estaban condicionados por la transitoriedad de su poder, es decir, muchos de sus apoyos abogaban porque fuera su padre Juan de Borbón el que ostentase el trono o, directamente, como una etapa transitoria para constituir una república.
El rey tenía muy poca popularidad y el gobierno de Suárez, que gozó de cierto prestigio en un principio como fuerza de bisagra, cayó en barrena. Las cosas estaban chungas y se decidió formar un gobierno de concentración con distintas fuerzas en las que se incluía al PC y al PSOE para sobrellevar la situación. La lista está publicada y los grupos ya habían pactado ese gobierno.
PERO...
Señoras y Señores, este es el país de Pepe Gotera y Otilio, de Mortadelo y Filemón y de Tejero (con las prostitutas y la farlopa en las fiestas carcelarias que se metía, ¿Os acordáis del Interviu?). Y lo que debía ser una traspaso de poderes pacífico y un obligado gobierno de concentración se fue al garete porque a "inteligencia" no se le ocurrió otra cosa que poner al mando de la galería a un salvapatrias con ganas de montarla. Una estrambótica operación digna del teléfono estropeado donde cada uno se imaginaba las elipsis de los mensajes recibidos y depositaba allí sus quimeras y sus ideales como los sueños de los personajes de la película "Bienvenido Mr. Marshall".
Fue una chapuza de órdago.
Y esto es el resumen de lo que se sabe y se puede afirmar más o menos con los datos en la mano. Sólo digo que la población se acojonó pero bien acojonada y que se terminó aceptando al Rey como un mal menor necesario. Fue un Shock, usando el término de Naomi, en toda regla.
Sobre la implicación del Rey y demás, pues tendremos que esperar al 2035. Lo que está claro es que, queriendo o sin quererlo, Juan Carlos de Borbón se marcó un "win-win" de los que hacen época.
Y ahora venimos al presente y vemos la gran diferencia que se produce entre los términos: memoria e historia. Esta última es crítica y vive en los grises, en un mundo ajeno a la dialéctica "bueno" y "malo". Una de sus principales virtudes es indicar a la memoria colectiva que es afectiva, emotiva y vulnerable a la manipulación.