Pese a eso, no tengo ningún reparo en reconocer al tipo, en cuestión, como un artista. Y como tal, para mí, pues goza de todos mis respetos. Ha sido capaz de crearse toda una figura en el negocio de la música, provocando aluviones de seguidores, tanto en Instagram como en Youtube. Hoy en día, es una referencia para muchísimos jóvenes adolescentes, precisamente por esa autenticidad que muestra y que tantos seguidores le compran.
Ya se que a más de uno le pesará y no lo compartirá . Pero negarse a verlo es negarse a aceptar la realidad de las cosas. Alguien que tiene millones de fans, por medio mundo, es alguien que ha creado un personaje (con mayor o menor grado de consciencia de ello) capaz de seducir a las masas. Y eso ya lo convierte en un artista. Ya sabemos que dentro de cada uno de nosotros se alberga un artista. Un artista mucho más completo, que es capaz de tocar un instrumento, de componer canciones, arreglar partes instrumentales, etc, incluso de grabar en ordenador y editar videos. Pero ese artista, incomprendido a todas luces, se da de bruces contra la realidad cuando le es imposible salir del bucle de tocar en garitos delante de 30 o 40 personas. Y, como norma general, no suele vivir de la música sino con la música, porque, sencillamente, no logra seducir a las masas. He aquí la gran diferencia.
Otra cosa es que su "arte" (o su "música"), a nosotros, a los melómanos, a los músicos de los de verdad, a los aficionados que tocamos un instrumento, -con mayor o menor dedicación, y con mayor o menor grado de solvencia con el mismo-, nos parezca una aberración de la naturaleza. Para mí, desde luego, lo que hace es infumable. Y se me revuelven las tripas cada vez que oigo esa voz enlatada "cantando" y diciendo las cosas que dice.