Guitarra de 10 cuerdas

Alguien escribió:

La obsesión por conseguir una mayor riqueza de sonido en la guitarra me llevó a estudiar un instrumento antiguo, ya en desuso: la viola de amor (viola d'amore), que presenta una característica muy interesante. Por el interior de esta viola discurren otras tantas cuerdas como las que hay exteriormente, que son las que se tocan. Las cuerdas interiores vibran por simpatía, produciendo un sonido, junto con las exteriores, fuerte y armonioso.

La idea de aplicar este sistema a la guitarra, tenía sus dificultades, pero era tan atractiva que arremetí con su realización. Hice dos puentes: el exterior normal y otro interior, donde se sujetaban las cuerdas internas, también en número de seis, para ser afinadas igual que las exteriores. Por el mango hueco discurrían estas cuerdas internas hasta la cabeza, donde un doble clavijero permitía la afinación de las doce cuerdas. El resultado de todo este "tinglao" fue un sonido potente y bello. Inmediatamente presenté la cosa al maestro Segovia, que estaba por Madrid esos días. Le entusiasmó el sonido grandemente, pero me señaló el mismo tiempo el gran fracaso del invento: las cuerdas internas seguían sonando y embarullando la prosecución de la obra musical que se interpretara. Era necesario cortar el sonido de estas cuerdas cuando fuera necesario, como ocurre en el piano con los pedales, pero ¿cómo? Me encomió mucho Segovia que resolviera este inconveniente, pero como nunca entraba en dar opiniones ni soluciones sobre asuntos técnicos que, para él, era otro mundo, me dejó solo ante el conflicto.

Todas las soluciones que se me ocurrían eran totalmente anti-guitarra, hasta que le mostré la cosa a Narciso Yepes, al que también le entusiasmó, pero como posee un carácter fuertemente analítico, y con un espíritu investigador infatigable, emprendió, junto conmigo, cada uno por su lado, el intento de resolver el problema.

Pasó un tiempo, hasta que me propuso Yepes que montara en el interior de la guitarra una pieza articulada, accionada con un mando a distancia, situado en el banquillo de apoyar el pie, y que actuaría como el pedal del piano, accionando la pieza articulada, y de esta forma apagar el sonido de las cuerdas internas cuando fuese necesario.

No me hacía mucha gracia meter en la guitarra tanto chisme. No obstante, como era la única solución con que contábamos, y ya rabioso conmigo mismo por no haber logrado vencer el problema, estaba dispuesto a realizarlo, cuando me telefoneó Yepes, desde no recuerdo qué sitio donde había ido a dar un concierto, y me dijo: "Olvídate de las cuerdas internas. Si añades cuatro cuerdas a las seis normales, todas externas, y esas cuatro cuerdas se afinan de determinada forma, para lo que he hecho un estudio, tendremos los mismos apoyos de resonancias y armónicos que con las cuerdas internas, pero con la ventaja, empleando una especial técnica, de que se pueden apagar con facilidad relativa, con la mano derecha cuando sea necesario". En realidad, se trataba de hacer una guitarra de diez cuerdas. Diseñé esa guitarra con facilidad, y la construí sin dificultades. Lo único que me inquietaba un poco era la mayor tensión sobre el puente, por el aumento del número de cuerdas, por lo que reforcé algo la resistencia de la zona.

En una reunión íntima, puse esta guitarra en manos de Yepes, que empezó a tantearla, tratando de interpretar alguna obra. Parecía un alumno de primer año, o algo peor. Al rato, levantó los ojos hacia el cielo. Me temí que iba a soltar una serie de denuestos, pero no. Lo que dijo fue esto: "¡En qué lío más maravilloso me he metido!"

No obstante, su tesón y capacidad de estudio le permitieron a los cinco de esta escena, dar un maravilloso concierto en Barcelona con esta guitarra de diez cuerdas que, efectivamente, ganaba en resonancia y belleza de sonido, aunque le faltaba algo para llegar a la magia de la de cuerdas internas, tan inaccesible ella.