Andalucía es una tierra extraña para el rock. Los problemas para su difusión continúan hoy en día (actuaciones,medios, infraestructuras en general), pero pueden presumir de haber parido un rock netamente autóctono: El rock andaluz.
Catalanes, vascos y gallegos también lo hicieron, con la ventaja de que susu lenguas propias ayudaron a dar personalidad a fenómenos respectivos como el ‘rock catalá’, el ‘rock radikal vasco’ cantado en euskera o el llamado rock ‘bravú’. Los andaluces se adelantaron varios años a los gallegos y a los vascos y consiguieron mezclar el rock con formas nativas en apariencia opuestas, como el flamenco y sus diferentes variantes.
El fenómeno surgió casi de manera espontánea, aunque tuvo varios antecedentes. Quizá el más importante lo aportaron los sevillanos Smash a partir de 1969.
El grupo de Gualberto, Julio Matito, Henrik Michael y “Antoñito” comenzó haciendo un modelo de rock progresivo muy personal, que evolucionó hacia tesituras de flamenco-rock. Ya en la nueva década, contactaron con Manuel Montoya –de Lole y Manuel-, con quién experomentaron sobre una mezcla de de timbres de “cantaor” y guitarras distorsionadas.
Smash grabaron un tema popular, “El Garrotín”, que se convirtió en un enorme éxito de ventas. La presión de la industria acabó con su carrera justo cuando empezaba a trabajar sobre la fusión de decibelios y “quejío”.
Era 1971 y lo que podría haber desencadenado una reacción en cadena se fustró de cuajo.
La oportunidad comercial de “El Garrotín” fue la culminación de un proceso que arrancó a finales de los años 60, con grupos como All & Nothing, Flamenco, Galaxia, Gong, Manantial, Nuevos Tiempos, Los Puntos, Simun, Tarantos o Tartesos.
De forma incosciente, todo ellos fueron configurando un rock con acento andaluz y el característico pulso del sur.
La encrucijada de la Andalucía rockera.
Durante dos o tres años no hubo ningún nombre que recogiera el testigo de los Smash. Al menos, en lo que grupos de rock se refiere. Y es que justo en este comienzo de la década surgen en Madrid Las Grecas, un dúo de hermanas gitanas que revolucionan la rumba con su ‘gypsy-rock’.
Su estilo era el habitual del ‘flamenquito’ más popular, pero incorporaban arreglos de guitarra eléctrica y un compás más contemporáneo.Hasta José Carlos Molina llegó a tocar su flauta en uno de los temas de la pareja.
Así que mientras la música comercial atisbaba desde lejos los que veinte años más tarde sería el flamenco pop de grupos como Ketama y demás, el rock mascaba ya lo que había de venir.
Resulta difícil establecer una cronología exacta cuando las ideas surgen de varios creadores, pero se puede afirmar que es en 1975 cuando comienza la edad dorada del rock andaluz.
Este año se publican de forma paralela tres de las piedras filosofales de la marca: el primer y único disco de Goma, el segundo álbum de Gualberto en solitario y sobre todo, el majestuoso debut de una formación llamada Triana. Todos ellos fueron editados por Gong, un sello salido de la nada y que ejerció el mismo papel de dinamizador que Chapa Discos respecto al “rollo”.
Ponga un García Pelayo en su vida.
Dos de los personajes que más modelaron el impacto del rock andaluz fueron los hermanos García Pelayo, Gonzalo y Javier.
Ambos estuvieron detrás de casi todo lo que se movió dentro de la etiqueta. Su labor de agitación en la sombra fue vital para que el género viviera su luna de miel entre 1975 y1978.
La trayectoria de Gonzalo venía de lejos. Fue manager de Gong y Smash y puso su nombre al local sevillano de moda a finales de los 60: Don Gonzalo.
El patriarca del clan también había trabajado como periodista musical y conocía de lleno todos los entresijos del negocio del disco. Cuando por fin entró en este, aprovechó una de las situaciones más curiosas que se pueda haber dado dentro del rock español. Moviplay, que había ganado dinero a espuertas con el disco de los Payasos de la Tele, se vio generosa y propuso a García Pelayo la gestión de un sello de “calidad”.
Con la inteligencia que le caracteriza, el futuro jugador de casinos optimizó la oportunidad hasta sus últimas consecuencias. Moviplay, contenta con las cuentas de resultados, concedió a Gonzalo una confianza ciega similar a la que encontró Vicente “Mariscal” Romero en Chapa –otra similitud más con el sello de Zafiro-. García Pelayo les tomó la palabra y aprovechó para dar salida a los tres discos citados: ‘A la vida, al dolor’, de Gualberto; ’14 de abril’, de Goma y fundamentalmente, ‘El Patio’ de Triana.
Los García Pelayo formaron un tándem perfecto. Gonzalo fue el productor de numerosas formaciones a las que consiguió su primer contrato discográfico.También orientó con mano sabia las trayectorias de varias de ellas. Javier se encargó de la parte de management de los grupos representados y organizó algunos festivales al aire libre con carteles monográficos de rock andaluz. Otra veces hacía de intermedario entre las compañías que buscaban nuevos grupos y los músicos que pretendían una disquera.
En aquellos años de locura, los hermanos García Pelayo llevaron su devoción por el rock de su tierra hasta las propias películas de Gonzalo.
Algo ocurre en Sevilla.
Productores como Ricardo Pachón o los García Pelayo fueron revelantes para desbloquear la situación del progresivo andaluz, pero por encima de todo estaban los artistas. Muchos de ellos procedían del ‘boom’ de los conjuntos a mediados de los 60 y lograron sobrevivir hasta la siguiente década. Como suele ser habitual en las escenas musicales endogámicas, muchos terminaron cruzándose en los proyectos durante un margen de diez años.
Unos de los primeros ejemplos fue Goma. En ella coincidieron Manuel Rodriguez, que ya había tocado la guitarra en una agrupación llamada Chicle, Caramelo y Menta, y el batería de los extintos Smash: Antonio Rodriguez. En Sevilla el grupo contaba con el apoyo decidido de la galería de arte M-11. Este centro de reunión supuso para el ambiente sevillano los mismo que el colectivo madrileño “La Cochu” para los futuros integrantes del “rollo” y la “movida”.
Goma apenas si actuó en un par de ocasiones, pero su disco ’14 de Abril’ marcó un antes y un después.
Se trataba de un LP instrumental, en el que fluía con una facilidad asombrosa uan nueva forma de interpretar el rock progresivo en clave andaluza. Sus músicos parecen haber tomado buena nota de lo que había significado para Sevilla el regreso de otro Smash, Gualberto, tras su larga estancia en Estados Unidos.
Gualberto rompe la baraja.
Depués de la separación de Smash, Henrik y Antoñito continuaron en Fly, mientras que Gualberto se marchó tres años al gigante norteamericano.
Allí perfeccionó su técnica musical, asistiendo a las clases que impartía una prestigiosa escuela neoyorkina. Ya de pasó tomó contacto con algunos espíritus libres inquietos del lugar, a quienes terminó trayéndose a España cuando reapareció en 1974.
De nuevo en Sevilla, el guitarrista familiarizó a sus nuevos compañeros del ambiente más flamenco andaluz y racial. El cantante Todd Purcell y el violinista-flautista Arthur Wohl cayeron presos de cuanto veían y escuchaban y planearon junto a su anfitrión una mezcla innovadora de música de esencia sureña, instrumentación hindú y rock de guitarras puras.
El resultado fue ‘A la Vida, Al Dolor’, un disco que Movieplay-Gong editó en 1975. Su libertad creativa conmocionó al mundillo artístico local. Gualberto fusionó cítara y guitarras con voz inglesa de Purcell y el cante jondo de un recientemente fallecido Enrique Morente . Cada cara versaba sobre uno de los conceptos del título y en sus surcos podía encontrarse hasta música de cámara.
En las posteriores presentaciones en directo de Gualberto y su gente también participaron el “cantaor” Agujetas y el teclista Marcos Montero, al que reencontramos en Imán Califato Independiente.
Éste se incorporó como teclista de Gualberto en ‘Vericuetos’ (1976) el segundo disco del guitarrista sevillano. Pese a lo kamikaze del intento, su nueva indagación volvió a salir airosa. Al antiguo líder de Smash le gustaba el “más dificil todavía” y para su tercer disco, ‘Otros Días’ (1979) se hizo acompañar de una orquesta.
Durante las siguientes dos décadas Gaulberto reapareció de forma intermitente, con producciones en las que se reafirmaba como un músico inquieto y inclasificable. Sin embargo, fue su inicial trilogía en solitario la que ayudó a definir el género que había de arrasar a finales de la década de los 70 en Andalucía y en el resto del Estado.
El increíble magnetismo de Triana.
Goma, Gualberto y … Triana. La aportación de los dos primeros al rock andaluz fue importante, pero llegó de forma incosciente. Y aunque los músicos de Triana tampoco pretendieron inventar una etiqueta, a la postre fueron ellos quienes sentaron sus bases.
La banda nació de la unión artística de tres experimentados músicos: el guitarrista Eduardo Rodriguez Rodway, el batería Juan José Palacios “Tele” y su teclista y compositor principal, Jesús de la Rosa.
Muchos nombres acreditan la trayectoria previa de los artistas. El trío es un caso aparte en la historia de rock nacional por muchos motivos. Para empezar, ha sido el único grupo de este estilo que ha seguido vendiendo sus discos y recopilatorios con una regularidad asombrosa.
A ello ha colaborado parte de la estima que siempre les ha brindado la crítica musical menos proclive al rock.
En opinión de determinados especialistas, Triana fue lo único del rock andaluz que mereció la pena. (Yo no estoy de acuerdo). El grupo definió su música como “ música callejera sevillana”. Bajo esta premisa editaron en 1975 su primer disco, un single con los temas “Recuerdos de una Noche (bulerias 5x8)” y “Luminosa Mañana”.
Poco después apareció su LP de debut, “El Patio”, en el que se incluían canciones como “Abre la puerta”, “Sé de un lugar” o “ En el lago”.
Increíblemente, los grandes medios ignoraron el disco durante un año y medio, hasta que el pueblo soberano lo hizo suyo. Triana salió de la nada para apubullar con una música sin complejos ni limitaciones aparentes, de una sencillez majestuosa que se desmarcaba de cualquier medianía comercial.
1977 fue el año de “Hijos del agobio”, un título que denunciaba el desencanto de la generación previa a la democracia. La expresión se convirtió en una coletilla para quienes se sentían hastiados en la búsqueda de la libertad.
El Lp es un brillante puente de transición hacia la que quizás sea su mejor obra aunque ni mucho menos la más conocida, ‘Sombra y Luz’, editada en 1979. Canciones como “Una historia”, “Quiero contarte” o “Hasta volver” llevan el clímax traianero a lo más alto de su densidad y pasión.
Las 300.000 copias vendidas pusieron a sus piés a quines antes les ignoraban: Televisón española, la Cadena Ser y el resto de los habituales medios. El milagro de una música de calidad par un público masivo si hizo realidad con Triana. Los sevillanos rozaron la idolatría con actuaciones multimudinarias como la celebraba en el parque de atracciones de Madrid.
La conjunción de guitarra, batería y teclados alacozó unos niveles de creatividad que están en relación directa con la facilidad de Jesús de la Rosa para componer himnos cargados de belleza, sensibilidad y naturalidad. Nada suena cursi o remilgado en Triana, sino sublime y misterioso, torturado o apasionado sugún la ocasión. Su intesidad es de la que agotan y atrapan, con esa tristeza permanente que serena cualquier lugar de deprimir.
Ha sido lo más parecido que hemos tenido en España a King Crimson, la gran inspiración de los sinfónicos y progresivos hispánicos. Triana tenía otro tanto de Pink Floyd.
Como los anglosajones, el grupo generó en torno a sí mismo un universo propio que iba desde lo estético hasta lo casi filosófico. El mismo logotipo de Triana es un reflejo del elemento mágico y cautivador de su universo: una vela encendida que se consume,miestran lloran cara las restantes letras de su anagrama.
Esta primera trilogía fue producida por Gonzalo García Pelayo, iniciándose con la nueva década una segunda estapa de cierto declive con tres discos más: ‘Un encuentro’ (1980), ‘Triana’ (1981) y ‘Llegó el día’ (1983). Algunas canciones seguían siendo joyas “Tu frialdad”, ”Una noche de amor desesperada” o “Desnuda la mañana”, respectivamente, pero fuera en la calle la “movida” estaba haciendo estragos y a Triana le costó conservar el sitio.
El grupo encanbezado por Jesús de la Rosa hizo discos intachables y aunténticos clásicos de la música popular española. Semejante perfección no tuvo reflejo en sus directos, formato en el que Triana se mostró como un “Curro Romero” capaces de lo genial o lo soporífero.
Con todo, fue una de las bandas andaluzas que más giró. El trío funcionó siempre de manera muy independiente y se hizo respetar… y temer. Su dimensión de ‘rock-stars’ les hizo contradictorios y algo soberbios, al saberse competidores de una liga en la que nadie más jugaba a su nivel.
La muerte de Jesús de la Rosa alimentó la mitomanía. El cantante dejó su vida en la carretera un 14 de Octubre de 1983, cuando el grupo volvía deactuar en un festival en homenaje a las víctimas de las inundaciones mese atrás en Bilbao.
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