Como se hecha de menos ahora aquel panorama musical de los 50, 60, 70, 80 en el que no dejaban de lanzarse propuestas. Aunque muchas no fueran del gusto de uno, al menos sí había trabajo musical por detrás. Mira que no me gustaba la New Wave inglesa en la que derivó lo de finales de los setenta, y aunque siguen sin apasionarme la mayoría me parecen muy dignos teniendo en perspectiva lo que vino después.
Me pregunto cuando se produjo el agotamiento y la claudicación musical de lo comercial desde finales de los ochenta. Pienso que no fue sólo cuestión del triunfo de lo digital, como muchos sugieren; me da que más bien los que manejan el cotarro con su dinero eligieron no invertir en músicos, sino en simple marqueting bombardeando con música ratonera, simplona, desde los medios de comunicación de los que también son dueños. El triunfo de los holdings de comunicación, de todo tipo de monopolios. También supongo que internet le dió la puntilla a la radio, que era algo tan íntimo y que dejaba espacio para la reflexión, después del triunfo de lo visual en la música con la MTV: «Video kills the radio star», como se advirtió; ahora ya toda la música pasa por YouTube, exigiendo que no cierres los ojos y medites lo que escuchas.
Quizá el cambio de formato en el soporte de las grabaciones, el que se haya dejado de vender discos, también tiene mucho que ver: antes promocionar un grupo era intentar conseguir fidelidades, asegurando que cada año sus fans compraran lo nuevo y de alguna manera estimulando a los músicos a que crearan (así tantos grupos se tiraban un par de años de vacaciones y reflexión tras sacar varios discos). Ahora se conoce que esa dinámica no alcanza para alimentar a la gigantesca industria de consumo y hay que ofrecer novedades constantes sin importar lo que haya por detrás.
Es mucho más barato hacer burbujas a base de marqueting y vender continuas novedades para calmar las ansias que estimula la industria en la gente por productos nuevas, sean coches, ordenadores o música. Al cabo, por el camino quedan como juguetes rotos muchos músicos que potencialmente podían aportar algo, como casi todos los «triunfitos», chavales con talento a los que primero cortan todos por el mismo patrón en lugar de estimular su originalidad, los explotan y los dan al olvido (a alguno lo dejan saborear la miel para que el cotarro siga funcionando).
En fin, parece que a cada nueva década desde los setenta se va perdiendo originalidad, alternativas y músicos instrumentales y compositores sólidos.
No creo que sea que los que tenemos más de treinta años seamos unos dinosaurios: es menos una cuestión de gustos que de análisis musical. Cuando las cosas evolucionan (los organismos, los sistemas, las artes...) tienden a aumentar su complejidad, y no es precisamente lo que veamos que está pasando en la música comercial de los últimos lustros.
Buen inicio de semana