Con 12 o 13 años, no tenía ni idea de para qué servían los controles ni del ampli ni de la guitarra, ni ninguno de mis amigos tenía una. Al entrar en una tienda de guitarras, todo eran interrogantes y no sabía hacia donde mirar: guitarras de mil formas, pedales de mil colores, siempre preguntándome qué haría cada uno, y suponiéndoles propiedades casi mágicas.
Flipaba cuando veía al dependiente tocar, ¡sonando exactamente como yo quería sonar! Volvía a casa y no podía dejar de pensar en esa guitarra o ese ampli en manos de ese hombre, sonando a trueno.
La verdad es que eran días llenos de cosas nuevas, muy felices, descubriendo una nueva libertad y una nueva dimensión de uno mismo, y con frecuencia me pierdo en esos recuerdos. A veces me pregunto, si pudiese revivir uno de esos días, ¿cuál elegiría?
Uno muy probable es el día que mi primera guitarra eléctrica entró en casa. De esos eventos que, de no haber pasado, habría creado un Micky paralelo en el multiverso.
Pero otro muy posible sería una vez que mi primo, que se compró también una eléctrica alrededor de un año antes que yo, me dejó tocarla una hora entera mientras él estaba ocupado haciendo cosas. Una Samick atornillada pero que imitaba una Les Paul. De malísima calidad, en realidad, jejeje. Pero era la primera vez que tocaba una guitarra eléctrica tanto tiempo, y no se me olvidará nunca. Ese sustain, esos acordes que sonaban a los discos de Iron Maiden y Metallica que me encantaban... Fue felicidad compactada en una hora.
¿Cuál sería el vuestro?