En mis años como profesional de la música, tanto en el aspecto docente como interpretativo me he encontrado preguntándome cuál es el misterio que hace que un músico nos guste más o menos. Que nos atrape. He sido intérprete de Heavy Metal, Blues, Funk, Fusión, Rock… y en todos los estilos he encontrado esa pieza común, ese elemento que hace que un músico nos encandile o nos deje anonadados…
Pongamos un ejemplo que provoca controversia: Yngwie J. Malmsteem. Un guitarrista odiado por su falta de evolución y por su repetición de esquemas, pero a la vez admirado por grandes guitarristas por su técnica y sonido. ¿Dónde está la clave? Cierto que su desarrollo musical no ofrece grandes sorpresas, ¡¡pero cómo suena!! Su técnica, su métrica, son impecables. Y su sonido con la Strato… Identificable por un gusano sordo.
Scott Henderson: Solo hay que escuchar un solo suyo para quedarse maravillado. Aquí sí que tenemos evolución y sorpresas… Pero aparte tenemos un tempo que arrasa. Joe Bonamassa, otro que tal baila, y que a poco que nos metamos a estudiarle, nos daremos cuenta de que rítmicamente tiene una potencia tremenda. Lo mismo pasa si escuchamos a John Coltrane, o Miles Davis, o Hill Evans.. Cualquiera de ellos tienen una métrica, y un saber estar en el beat, que tumban a cualquiera. Incluso me atrevería con otro ejemplo: Beyoncé. No será del agrado de muchos, pero como juega con el tiempo. Ese camine, del que hablamos muchos cuando escuchamos una base rítmica… Está ahí. Es un factor invisible, pero divisible. Y ahí radica todo.
Podríamos tocar un trullo imposible de Guthrie Govan después de 8 horas de estudio. Pero si no está tocado a tempo y correctamente medido, se quedará en una anécdota. En una sesión de gimnasia “dedil”. Sin embargo podemos escuchar a un guitarrista que a mi personalmente me encanta, que es Ronnie Earl, tocar una sencilla frase de blues que nos desmonta, y nos dice que es él… Que quién está tocando eso es Ronnie, y no yo, o cualquier otro guitarrista del montón que se ponga con ello. Y toda esa personalidad, ese “savoir faire”, viene del tempo. De la raíz misma de la música: El ritmo. La parte más primitiva, pero a la vez más esencial.
¿Qué pasa en una banda en la que la base no acaba de molar? Que no funciona. Cuando escuchamos a ciertos artistas de gran nombre yéndose de tiempo como quien se va de cañas, nos tiembla algo dentro… No voy a dar nombres, no quiero empezar un debate de si fulano mola o no. Quiero hacer hincapié en que el estudio del Tempo, de la rítmica de una frase, un motivo, un tema, un comping, cualquier aspecto que queramos estudiar en nuestro instrumento, cualquiera que sea, debe tener siempre en cuenta la exactitud, el encajar el metrónomo, en ir con él como un compañero, y no un enemigo, o un aparato de pesas y medidas. Si olvidamos esto, nuestra práctica no pasará de ser una clase de gimnasia, un estudio estéril que desembocará en que un día querremos tocar algo con sonido y garra, y no podremos.
Estudiar técnica, o escalas, o acordes, despacio, cuidando la exactitud nos dará un mejor sonido, una mejor comprensión de lo que tocamos. Y nos hará tener ese toque diferenciador. En conclusión, tocar una nota a tempo vale mil veces más que tocar mil notas fuera. Y esa es la clave. Incluso si esa nota es errónea, será menos grave que si además de errónea está out of time.
Y no confundamos el trabajo del Tempo con el dónde colocamos las notas. Podemos tocar más atrás, o más adelante del beat, pero siempre sabiendo que lo hacemos, y por qué lo hacemos. Ahí radica la grandeza, en ese control. Ahí hay un gran objetivo a conseguir, y que puede ser muy gratificante.
Espero que os sirva de ayuda y no haya sido muy pesado. Gracias por vuestra atención.
Karlos Abril: Actualmente imparto clases en la escuela de música A Tempo de Sabadell. He sido alumno y profesor en el I.M.T. de Madrid desde el año 2003 hasta el 2008 que me trasladé a Barcelona. Como guitarrista he trabajado en orquestas de baile (como casi todo el mundo), en los musicales Fama, tanto en el Teatro Calderón de Madrid como en la posterior gira nacional, Hair, en el Teatro Coliseum de Madrid y actualmente en Grease, en su gira nacional. Guitarrista también de numerosas formaciones, como la banda de Rock Sinfónico Topographic o la banda Joel Jazzy Blues Band durante mi estancia en Madrid. Actualmente guitarrista de la cantautora Marta Méndez, el grupo de rock cubano Guantánamo Free y colaborador de la Eclectic Colour Orchestra. También he actuado como suplente del guitarrista Albert Faz (titular de la plaza de Grease) en el proyecto DePáramo.