A mi no me importaría tocar igual de mal que Bruce...
Si es que el tema de fondo es la mala leche que tenemos la gente que hacemos música a cualquier nivel. Que está ahí, pero que debería ser impropia especialmente de alguien que da clases o genera contenido con fines educativos.
Es que pongamos que hubo un señor que se compuso 13 óperas que juntas abarcan unas 60 horas de música pura y dura sin descanso (eso implica componer todos los instrumentos). Ni versiones ni leches. Eso equivale a unos 70 LPs (Buckethead, con su hiperactividad, va por 31). Este señor hacía sus libretos, y la orquestación completa, y dirigía los estrenos, que eran unas superproducciones tipo Hollywood para la época. De paso, experimentaba metiendo acordes que no se habían utilizado hasta entonces casi nada, como los disminuidos y las resoluciones de suspensiones. Ya de paso, deja para la posteridad el concepto de leitmotiv. Genera un marco conceptual enfrentado a la ópera italiana de la época y lo defiende a capa y espada. Ese señor es Wagner. Decir que era un máquina musicalmente es poco.
Da igual. A día de hoy, no es raro encontrarse con documentales o escritos en los que se indica que Wagner no era muy buen pianista, que está bien como dato, pero siempre hay alguien que se recrea en él llevándolo a un tono folclórico. También está lo de antisemita, algo extremadamente común en la sociedad de la época, pero que en su caso se juntaba ser bocazas y dejar lo que opinaba por escrito, algo en lo que incurrieron hasta científicos con un premio Nobel debajo del brazo. Y a lo largo de su vida pasó de ser un activista libertario y revolucionario a volverse conservador y nacionalista. Como si eso no pasara hoy en día.
Bien, lo interesante musicalmente estaría en el primer párrafo, que es lo constructivo. No en el segundo, que son las limitaciones y miserias a las que todo ser humano puede verse expuesto. Pero la tendencia es extrapolar nuestra realidad y enfocarnos en lo destructivo. Y esperamos que Wagner le echara 8 horas al día a entrenar su técnica de piano y a labores humanitarias en Médicos Sin Fronteras, o que Springsteen, que en los años 50 o 60 tenía un acceso muy limitado a los conocimientos musicales que hoy tenemos a golpe de clic o en el pueblo cabeza de partido del al lado, estuviera estudiando cuartales y técnica de shred en vez de componer la música que transmitía lo que le rodeaba y que le permite reventar los estadios con un gran éxito comercial y reconocimiento. Si le damos la vuelta a la tortilla esta el caso de Steve Vai ¿Le vamos a llamar desapasionado o pusilánime porque no hace música reivindicativa?
El tiempo absurdo perdido en clickbait analizando si un músico reconocido es un fraude es, a todos los efectos, éticamente cuestionable, dado que no hay indicio alguno de que Springsteen pudiera estar utilizando algún tipo de artimaña como la de Milli Vanilli, compra de listas de éxito o auto-tune engañoso. Ese clickbait solo puede llevar a una percepción de contenido frívolo y de ética informativa cuestionable, aunque el morbo haga que la gente haga clic y la pasivo-agresividad flagrante sea evidente. Pero por lo visto es imposible para un artista consumado alcanzar suficiente originalidad o creatividad como para evitar ese tipo de estrategia porque "estamos en 2024 y esto no es un parque de bolas". Aparte, lo de enseñar con el error, no sé. Yo estudié la teoría de propagación de la luz a partir del hecho ya constatado de que su velocidad es constante, no a partir del éter luminífero y de un título de "Descartes: ¿Era un fraude?". El uso del clickbait de estas formas lleva a una percepción distorsionada y frívola de la realidad, minimizando el valor real de las contribuciones de una persona y busca mediante subterfugios no ceñirse a lo musical.
En cuanto a los títulos, y seguro que aquí todos hemos estudiado mucho y de todo, hay dos tipos de estudiantes: los que creen que lo estudiado de manera curricular es un mantra por lo que agitan el papel ante cualquier punto de vista distinto (falacia argumentum ad verecundiam de libro) y los que entienden lo que se les enseña de forma formal o informal y aplican su propio criterio. Los primeros suelen esgrimir el papel de su título como niños rabiosos cuando la realidad les aturde, mientras que los segundos suelen ser capaces de buscar caminos productivos para que la gente haga clic y les respetemos en todo el globo terraqueo.