Acabo de leer los mensajes.
Me muerdo los dedos para no escribir. No quiero salir de la cafetería.
Me he quedado con las ganas de decir algo, aún sabiendo que me jugaba la expulsión inmediata.
¿Qué tenemos en el cerebro?
Nela, yo los ignoraría. No merecen ni un segundo de atención.
Confieso que no me he leído esa ley... Pero las mordazas me recuerdan las torturas medievales
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