Repasando vuestros directos se me ha caido la baba. Yo estuve en algunos «allí» que pasaron a la memoria, como el del
Rock de una noche de verano de Miguel Ríos, de quien yo a aquella tierna edad era incondicional, o el del cine Salesianos de Vigo de Siniestro Total y otros que ha quedado como el punto de arranque de la que luego se denominó «movida de Vigo», de la que personalmente aborrezco. Luego hubo algún Monsters of Rock de flipar, de cuando eran conciertazos de grupazos de los ochenta.
Pero quizá del que más me alegro de haber asistido por lo que a la postre significó, además de por el tremendo concierto del que me vienen flashes continuos, fue al de Metallica en Donosti, en el Velódromo de Anoeta, en el año 91 ó 92. Fue parte de una gira exclusivamente europea por sólo once localidades y sin teloneros: sólo ellos durante algo más de tres horitas. Fue poco después del Black Album, y ahora queda claro que era como la despedida de una época: ya arreciaban las críticas a su nuevo estilo por parte de los seguidores de los ochenta, y ese concierto no hizo concesiones al sonido y estilo de su nueva época.
Cuando ya estábamos atronados por el completo repaso a su repertorio clásico, el Hetfield al cabo de cada tema dialogaba a gritos con nosotros:
— Do you want more? (¿Queréis más?)
— Yeeeeesssss...!!!
Y hala, más tralla a cada vez. Al final, preguntó:
— Do you want mooore?
— Yeeeeesssss...!!! (ya agotados)
— Do you want more, motherfuckers??? (Queréis más, hijosputa?)
— Yeeeesss, cabrónnnn...
Sonrió unos segundos y se despidió estirando tres dedos hacia el público mientras decía:
— Three hours of Metallica... fuck off and thank you very much! (Tres horas de Metallica, que os jodan y muchas gracias!).
Nadie coreó «otra, otra, otra...» y nos limitamos a salir de allí extasiados y con cara de sonados.
Entonces los conciertos de grupos grandes duraban una horita escasa (las entradas eran mucho más baratas, unas tres mil pelas había sido ésta, porque aún se vendían discos y los músicos no dependían casi exclusivamente de sus directos). Con aquello Hetfield dejaba claro que aquel concierto había sido totalmente excepcional y que nunca nos habríamos supuesto asistir a algo así, y que a él mismo le habría gustado disfrutarlo como público.
Nunca volvieron a ser iguales los conciertos de Metallica, ni su música, en la energía adrenalínica que volcaban sobre el escenario, y menos durante tres horas sin otros grupos de apoyo.
Para que os hagáis una idea, esto fue más o menos en lo que consistió la cosa, pero más: