Pero ninguno de ellos me acababa de gustar. Todas me parecían muy artificiales, como diseñadas para la competición, no para la defensa y esa filosofía que llevaban no me gustaba nada.
Entonces un día de adolescente ví un gimnasio que daba Wushu tradicional (las artes marciales del Kung Fu chino), me apunté, lo probé y tanto me gustó que aun sigo practicando de vez en cuando.
Es una filosofía diferente, en la que no se compite, en la que no se evalúa a la gente por el color de un cinturón, si no por el trabajo y la dedicación que se le ponga, y por qué no, también el talento innato.
Todo esto me enseño cosas que he llevado a la guitarra, por eso no estoy a favor de las competiciones de guitarristas ni de hacer examenes de guitarra a mis alumnos o valorar a los guitarristas por el tiempo que lleven tocando.