#600 La llamaré a un Luthier y ya quebme recomiende una cosa u otra. Muchas gracias por todo Manuel
El hilo de las guitarras españolas
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#602
Normalmente una guitarra hecha por maestro guitarrero irá a muñequilla, las baratas a pistola, y las intermedias… depende.
https://www.guitarraclasicadelcamp.com/viewtopic.php?t=4268
https://www.madinter.com/corporate/es/que-acabado-elegir-para-mi-guitarra/index.html
https://www.guitarristas.info/foros/goma-laca-nitrocelulosico/198940
Normalmente una guitarra hecha por maestro guitarrero irá a muñequilla, las baratas a pistola, y las intermedias… depende.
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Manuel escribió:aunque se suelen utilizar los términos guitarra clásica y guitarra española, más o menos como sinónimos
Sobre este comentario que antecito, del compañero que tuvo a bien abrir este hilo con su primer mensaje, me gustaría aportar un apuntillo. Comparto con este compañero, Manuel, su acertada reivindicación terminológica del empleo de «guitarra española» frente a «guitarra clásica».
En toda la bibliografía histórica aparece citada continua e inequívocamente como «guitarra española», ya desde bastante antes de alcanzar su forma y configuración actual, hasta llegar al siglo XIX, cuando ya se ha extendido y consolidado como insturmento cada vez más popular, a la par que cortesano debido fundamentalmente a la influencia de compositores italianos contratados, por todas las regiones europeas, incluyendo Escandinavia, Polonia el Báltico y Rusia, donde fue más tardía, aunque entró ya potente.
Según va avanzando el siglo XIX, Francia empieza a acaparar la edición de bibliografía guitarrística, a pesar de que muchos compositores eran italianos y españoles, y empiezan a obviar —o preferir olvidar u omitir...— el término «española», que anteriormente se hacía constar siempre para diferenciarla de otros instrumentos semejantes en forma o denominación como la vihuela, la cittern (sobre todo en las islas británicas y centroeuropa, con variantes morfológicas y en su denominación según las lenguas), la «guitarra inglesa», la «guitarra portuguesa» y otros cordñofonos de mástil.
Durante ese mismo siglo XIX España deja de ser una referencia en la cultura internacional más allá que para situar en ella ambientaciones románticas de corte folclorista (en la literatura, en la pintura, en la música...), pasando a ser las referencias a lo español apelacones a lo exótico, incluso a lo semibárbaro o preilustrado, mientras la guitarra se iba afimando como instrumento de primer orden en la música considerada culta tras sus escaramuzas en la música de cámara desde el siglo anterior, sobre todo en el Barroco final. Si anteriormente las referencias a lo español podían brindar un halo de prestigio a lo artístico, a partir de este momento y con tal propósito resulta más bien contraproducente.
Con el embite de lo anglosajón en el siglo XX se universaliza el término classic guitar para referirse a la que siempre había sido la «guitarra española», extendido sobre todo a partir del desarrollo de sus variantes eléctricas.
Este uso se ha seguido promocionando en la literatura anglosajona según se iba haciendo dominante como lengua internacional, bien consciente de que el principal escollo para esta universalización era precisamente la internacionalización que ya contaba el español como lengua nativa de tantos estados en varios continentes.
Frente a esta consciencia del ámbito anglosajón resulta dramático observar el papanatismo habitual que reina en el ámbito hispánico hacia el idioma inglés. Tanto es así, que hoy resulta habitual el referirse como «guitarra clásica» a la que siempre fue «guitarra española», incluso entre músicos y guitarrsitas —ya no digamos profanos— de cultura hispánica.
Por eso el leer el comentario incial del compañero Manuel que abre el hilo me incitó para hacer esta pequeña disgresión en él, quizá extemporánea a estas alturas, y dejar por aquí el mío.
Saludos.
Miguelanxo escribió:Frente a esta consciencia del ámbito anglosajón resulta dramático observar el papanatismo habitual que reina en el ámbito hispánico hacia el idioma inglés. Tanto es así, que hoy resulta habitual el referirse como «guitarra clásica» a la que siempre fue «guitarra española», incluso entre músicos y guitarrsitas —ya no digamos profanos— de cultura hispánica.
Por eso el leer el comentario incial del compañero Manuel que abre el hilo me incitó para hacer esta pequeña disgresión en él, quizá extemporánea a estas alturas, y dejar por aquí el mío.
Comentario que agradezco infinitamente, y que comparto al 110%
Pon alguna fotillo de tu/-s guitarra/-s española/-s, si tienes alguna, para redondearlo...
#605
También se ve por ahí de vez en cuando la más reciente y absurda denominación de «guitarra de concierto» para referirse a la española, como si las demás fueran para jugar al tenis, o qué sé yo... Lo recordé hoy mismo, que he recibido el catálogo de una tienda con la intención de desvalijarme las navidades en el que aparecía el siguiente esperpento: «guitarra de concierto para iniciación»; a cuadros me quedé, me costó un poco interpretarlo.
Disculpad, que aquí tenéis la bonita costumbre de presentar a nuestras compañeras. Yo de chaval usaba las que mi padre, concertista, iba descartando para ensayar. Eran de los años 60 y 70; la mejor que yo cataba, una Ramírez de los 70. Muchas las cedió a un conocido profesor de guitarra amigo suyo; cuando murió, sus hermanos vendieron todo en rastros, incluidas las guitarras que los amigos le cedieron para las clases, algunas bastante buenecitas, y una completísima partituroteca reunida durante décadas en diversos países que fue desmembrada; también un archivo recopilado durante toda una vida dedicada a la historia de la guitarra. En fin, esta es otra historia.
Mi primera guitarra en propiedad me la pillé cuando cambié de ciudad para estudiar (la Ramírez que usaba hasta entonces en casa de mis padres no me la podía llevar ni de coña a mis correrías universitarias) fue una Alhambra 2c ó 3c, no recuerdo bien porque no andaba yo interesado en nomenclaturas, supongo que porque en casa tenía buenas guitarras y lo que yo quería era una propia para batalla que no me costara la crucifixión si alguien se sentaba encima. Esa me duró sólo unos meses de invierno, porque la vendí y me compré una 4p de segunda mano, todo ello sin salir de la tuna. Esta aún la tengo y es la mejor que he tenido, porque luego me volqué con la eléctrica y después dejé de tocar muchos años por vicisitudes de la vida. Desde hace unos meses está prestada a un amigo buen músico al que el año pasado le robaron tras un concierto su española, su acústica, su eléctrica y un ampli que también era mío.
Pero esta también me daba respeto y opté por no sacarla de casa. Entonces me hice con una de fabricación bretona, con muchas rarezas encima, dura como un tanque y bastante mala (tanto que me prohibieron en la tuna ir a certámenes con ella...) y que fue la compañera de muchas rondas y aventuras juglarescas bien regadas; también inseparable en las acampadas, un día «desapareció» en una de estas. Al tiempo tenía también para batalla una Tatay de los 80, barata pero digna en su gama y muy cómoda; está aquí a mi lado, pendiente de algún arreglillo, porque merece la pena y le tengo cariño, debido a sus cicatrices en los aros debidas a aquellas correrías veinteñeras y a que este verano se le cascó el clavijero.
Como veis, no soy poseedor de gran cosa ni tengo amplia trayectoria guitarril. Ahora estoy pensando en comprar una Torres que he visto, probado y me ha cautivado, también bastante normalita, pero que para mí me llega y sobra, en previsión de que mi amigo le cueste soltar la Alhambra prestada.
Pero como a todos nos gustan estas señoras, las curiosidades y aquí tenéis nivel, pues algo de todo esto he intentado traeros. Es la mejor guitarra de mi padre; atendiendo la invitación del compañero Manuel le pedí esta tarde que me enviara estas fotitos por el guasap.
Se trata de una Carlevaro-Contreras de principios de la década de los 80, durante un período de colaboración e investigación de estos dos renombrados guitarreros. Como véis, tiene varias partiuclaridades: su aro izquierdo es recto (vamos, que propiamente no hay aro), no tiene boca de resonancia, que está sustituida por una oquedad que recorre por completo el borde de la tabla armonica a lo largo del todo el perfil de la caja, y lleva un doble fondo que distribuye las vibraciones llevando el sonido hacia esa oquedad para que lo emita.
Pensada para conciertos de música de cámara, su sonido se percibe amplísimo, te mete en su burbuja estés a medio metro o en última fila; tocándola te absorve cual agujero negro. De tono estándar de lo más clásico, es riquísima en armónicos, destacando los graves poderosos y limpios, muy definidos, y quizá sobre todo unos agudos extensos y suaves, delicados, aterciopelados. El mástil es bastante ancho y se toca solo. Ahora mismo no sé materiales ni otras especificaciones; supongo que mi padre sí.
Sé que se hicieron pocas, me parece recordar que ésta y un par más. Hace unos años mi padre la llevó a Contreras para restaurarla. El tratamiento de superficie creo que es una mezcla de barnices exclusivos y goma-laca sumamente delicada que se casca con mirarla, pero Contreras no recomienda otro acabado y la garantiza de por vida, restaurándola gratis regularmente cuando se haga necesario. Durante unos años había perdido el contacto con mi padre, y se alegró de retomarlo porque, dijo, le gustaba tener esas tres guitarras bien localizadas.
Disculpad la extensión, me puse batallitas. Espero que os guste esta amiga tan particular, compañeros; saludos a todos.
También se ve por ahí de vez en cuando la más reciente y absurda denominación de «guitarra de concierto» para referirse a la española, como si las demás fueran para jugar al tenis, o qué sé yo... Lo recordé hoy mismo, que he recibido el catálogo de una tienda con la intención de desvalijarme las navidades en el que aparecía el siguiente esperpento: «guitarra de concierto para iniciación»; a cuadros me quedé, me costó un poco interpretarlo.
Disculpad, que aquí tenéis la bonita costumbre de presentar a nuestras compañeras. Yo de chaval usaba las que mi padre, concertista, iba descartando para ensayar. Eran de los años 60 y 70; la mejor que yo cataba, una Ramírez de los 70. Muchas las cedió a un conocido profesor de guitarra amigo suyo; cuando murió, sus hermanos vendieron todo en rastros, incluidas las guitarras que los amigos le cedieron para las clases, algunas bastante buenecitas, y una completísima partituroteca reunida durante décadas en diversos países que fue desmembrada; también un archivo recopilado durante toda una vida dedicada a la historia de la guitarra. En fin, esta es otra historia.
Mi primera guitarra en propiedad me la pillé cuando cambié de ciudad para estudiar (la Ramírez que usaba hasta entonces en casa de mis padres no me la podía llevar ni de coña a mis correrías universitarias) fue una Alhambra 2c ó 3c, no recuerdo bien porque no andaba yo interesado en nomenclaturas, supongo que porque en casa tenía buenas guitarras y lo que yo quería era una propia para batalla que no me costara la crucifixión si alguien se sentaba encima. Esa me duró sólo unos meses de invierno, porque la vendí y me compré una 4p de segunda mano, todo ello sin salir de la tuna. Esta aún la tengo y es la mejor que he tenido, porque luego me volqué con la eléctrica y después dejé de tocar muchos años por vicisitudes de la vida. Desde hace unos meses está prestada a un amigo buen músico al que el año pasado le robaron tras un concierto su española, su acústica, su eléctrica y un ampli que también era mío.
Pero esta también me daba respeto y opté por no sacarla de casa. Entonces me hice con una de fabricación bretona, con muchas rarezas encima, dura como un tanque y bastante mala (tanto que me prohibieron en la tuna ir a certámenes con ella...) y que fue la compañera de muchas rondas y aventuras juglarescas bien regadas; también inseparable en las acampadas, un día «desapareció» en una de estas. Al tiempo tenía también para batalla una Tatay de los 80, barata pero digna en su gama y muy cómoda; está aquí a mi lado, pendiente de algún arreglillo, porque merece la pena y le tengo cariño, debido a sus cicatrices en los aros debidas a aquellas correrías veinteñeras y a que este verano se le cascó el clavijero.
Como veis, no soy poseedor de gran cosa ni tengo amplia trayectoria guitarril. Ahora estoy pensando en comprar una Torres que he visto, probado y me ha cautivado, también bastante normalita, pero que para mí me llega y sobra, en previsión de que mi amigo le cueste soltar la Alhambra prestada.
Pero como a todos nos gustan estas señoras, las curiosidades y aquí tenéis nivel, pues algo de todo esto he intentado traeros. Es la mejor guitarra de mi padre; atendiendo la invitación del compañero Manuel le pedí esta tarde que me enviara estas fotitos por el guasap.
Se trata de una Carlevaro-Contreras de principios de la década de los 80, durante un período de colaboración e investigación de estos dos renombrados guitarreros. Como véis, tiene varias partiuclaridades: su aro izquierdo es recto (vamos, que propiamente no hay aro), no tiene boca de resonancia, que está sustituida por una oquedad que recorre por completo el borde de la tabla armonica a lo largo del todo el perfil de la caja, y lleva un doble fondo que distribuye las vibraciones llevando el sonido hacia esa oquedad para que lo emita.
Pensada para conciertos de música de cámara, su sonido se percibe amplísimo, te mete en su burbuja estés a medio metro o en última fila; tocándola te absorve cual agujero negro. De tono estándar de lo más clásico, es riquísima en armónicos, destacando los graves poderosos y limpios, muy definidos, y quizá sobre todo unos agudos extensos y suaves, delicados, aterciopelados. El mástil es bastante ancho y se toca solo. Ahora mismo no sé materiales ni otras especificaciones; supongo que mi padre sí.
Sé que se hicieron pocas, me parece recordar que ésta y un par más. Hace unos años mi padre la llevó a Contreras para restaurarla. El tratamiento de superficie creo que es una mezcla de barnices exclusivos y goma-laca sumamente delicada que se casca con mirarla, pero Contreras no recomienda otro acabado y la garantiza de por vida, restaurándola gratis regularmente cuando se haga necesario. Durante unos años había perdido el contacto con mi padre, y se alegró de retomarlo porque, dijo, le gustaba tener esas tres guitarras bien localizadas.
Disculpad la extensión, me puse batallitas. Espero que os guste esta amiga tan particular, compañeros; saludos a todos.
#606
Que diseño más interesante y que lástima que no se haya seguido en ello, me parece que debe ser maravilloso y delicioso escuchar algo así en buenas manos.
En estas cosas el Ministerio de Cultura debería hacer su trabajo, que para eso está o debería estar, pero bueno ya sabemos en qué país vivimos y lo poco que se valora lo "de aquí".
De fuera vendrán y se aprovecharán de ello algún día.
Gracias por compartirlo.
Que diseño más interesante y que lástima que no se haya seguido en ello, me parece que debe ser maravilloso y delicioso escuchar algo así en buenas manos.
En estas cosas el Ministerio de Cultura debería hacer su trabajo, que para eso está o debería estar, pero bueno ya sabemos en qué país vivimos y lo poco que se valora lo "de aquí".
De fuera vendrán y se aprovecharán de ello algún día.
Gracias por compartirlo.
Me alegro de que te haya gustado y te parezca interesante, Zaramaño. Ya sabía yo que a alguno no lo iba a dejar indiferente, es muy quedona. En mi casa le tomábamos el pelo a mi padre con que había comprado carísima una guitarra sin agujero; claro, bromita bastante facilona
El sonido es sorprendente, muy lleno. Como dije, fue un período de investigación en acústica con Contreras y Carlevaro asociados en una época de cierta pujanza de la guitarra española en España; la referencia en cuanto a sonido era Andrés Segovia, y Narciso Yepes un entusiasta promotor de estas iniciativas novedosas. Luego Contreras en solitario siguió un tiempo indagando con estos modelos de fondo múltiple. Después se dio un bajón en el ámbito guitarril, y consecuente y lamentablemente se dejaron de lado estas prometedoras y siempre interesantes propuestas heterodoxas. Ya hablé del aprecio y la nostalgia de Contreras cuando se reencontró con su obra.
Ese par de fotos no son de calidad y no le hacen justicia en absoluto. La tabla armónica aparece horripilante ahí, no me explico como salió así la foto. En realidad es de color homogéneo, por supuesto, y de un suave naranja muy clarito (ignoro como se denominará propiamente); ahí aparece muy oscurecida, quizá lo más fiel sea ese brillo raro en la base, bajo el puente, porque refleja el blanco del sofá en que reposa.
La que muestra el envés de tres cuartos está muy desenfocada, pero aun así se aprecia bien como el delicado acabado espeja perfectamente el otro brazo del sofá, el asiento, una mesita de cristal con algo encima y hasta una ventana con cortinas al fondo, y el lateral recto una puerta abierta
Ese acabado es delicadísimo, también lo dije, y para mí, aunque bello, lo más objetable de la guitarra: una auténtica tortura por la atención que requiere al manejarla. Afortunadamente, Contreras, consciente de ello y empecinado en que no sea otro, garantiza su restauración de por vida (sobre todo afortunadamente para mí, que de chaval le hice alguna picadita tocándola de escaqueo, porque mi madre no me dejaba ni acercarme; después de eso, tampoco mi padre... ).
El sonido es sorprendente, muy lleno. Como dije, fue un período de investigación en acústica con Contreras y Carlevaro asociados en una época de cierta pujanza de la guitarra española en España; la referencia en cuanto a sonido era Andrés Segovia, y Narciso Yepes un entusiasta promotor de estas iniciativas novedosas. Luego Contreras en solitario siguió un tiempo indagando con estos modelos de fondo múltiple. Después se dio un bajón en el ámbito guitarril, y consecuente y lamentablemente se dejaron de lado estas prometedoras y siempre interesantes propuestas heterodoxas. Ya hablé del aprecio y la nostalgia de Contreras cuando se reencontró con su obra.
Ese par de fotos no son de calidad y no le hacen justicia en absoluto. La tabla armónica aparece horripilante ahí, no me explico como salió así la foto. En realidad es de color homogéneo, por supuesto, y de un suave naranja muy clarito (ignoro como se denominará propiamente); ahí aparece muy oscurecida, quizá lo más fiel sea ese brillo raro en la base, bajo el puente, porque refleja el blanco del sofá en que reposa.
La que muestra el envés de tres cuartos está muy desenfocada, pero aun así se aprecia bien como el delicado acabado espeja perfectamente el otro brazo del sofá, el asiento, una mesita de cristal con algo encima y hasta una ventana con cortinas al fondo, y el lateral recto una puerta abierta
Ese acabado es delicadísimo, también lo dije, y para mí, aunque bello, lo más objetable de la guitarra: una auténtica tortura por la atención que requiere al manejarla. Afortunadamente, Contreras, consciente de ello y empecinado en que no sea otro, garantiza su restauración de por vida (sobre todo afortunadamente para mí, que de chaval le hice alguna picadita tocándola de escaqueo, porque mi madre no me dejaba ni acercarme; después de eso, tampoco mi padre... ).
#610
Vaya, qué interesante entrevista; pena que se corte antes de oirlo tocar.
Sobre ese decacordio de Yepes conozco una anécdota referida por el guitarrista, concertista, profesor e historiador de la guitarra al que aludí en otro comentario haciendo referencia a la pérdida de su excelente partituroteca y archivo (#606, segundo párrafo), amigo del constructor José Ramírez, Ramírez III.
Os copio un par de extractos de la «Introducción» a su Historia de la Guitarra, apenas un resumen que pudo redactar antes de enfermar y morir, y aún inédita, quizá ya por poco tiempo, en cuyo proceso de edición he tenido el placer y honra de participar (fue amigo íntimo de mi familia y maestro mío) en los que alude a algo relacionado con ese video:
«El segundo problema de las cuerdas flotantes es la imposibilidad de variación tonal que implica su disociación de la trastera. La solución es situar todas las cuerdas sobre un diapasón trasteado, que así se hace necesariamente más ancho, implicando asimismo, en general, una caja más voluminosa. En estos casos se habla simplemente de guitarras de «n» cuerdas, encontrándose entre las más conocidas la de diez cuerdas construída en la década de 1960 por Ramírez III a encargo de Narciso Yepes, para la que se propuso el nombre de «laudarra».
[...]
»En la segunda mitad de esta centuria Narciso Yepes encargó y tañió un decacordio similar —propuso llamarlo «laudarra», como dije— que también utilizarón guitarristas como el valenciano José Luis Lopátegui y el danés Carsten Grøndahl. Andrés Segovia atacó explícitamente el modelo, que el guitarrero José Ramírez me aseguró construir a regañadientes. Para el instrumento escribieron compositores como Ohana».
De hecho, vemos en el video como el maestro Yepes relaciona esa guitarra con el laúd, de donde su propuesta para el nombre.
Qué bueno que trajeras a colación ese video, Manuel, que nos ha dado la oportunidad de exponer toda esta intrahistoria.
Vaya, qué interesante entrevista; pena que se corte antes de oirlo tocar.
Sobre ese decacordio de Yepes conozco una anécdota referida por el guitarrista, concertista, profesor e historiador de la guitarra al que aludí en otro comentario haciendo referencia a la pérdida de su excelente partituroteca y archivo (#606, segundo párrafo), amigo del constructor José Ramírez, Ramírez III.
Os copio un par de extractos de la «Introducción» a su Historia de la Guitarra, apenas un resumen que pudo redactar antes de enfermar y morir, y aún inédita, quizá ya por poco tiempo, en cuyo proceso de edición he tenido el placer y honra de participar (fue amigo íntimo de mi familia y maestro mío) en los que alude a algo relacionado con ese video:
«El segundo problema de las cuerdas flotantes es la imposibilidad de variación tonal que implica su disociación de la trastera. La solución es situar todas las cuerdas sobre un diapasón trasteado, que así se hace necesariamente más ancho, implicando asimismo, en general, una caja más voluminosa. En estos casos se habla simplemente de guitarras de «n» cuerdas, encontrándose entre las más conocidas la de diez cuerdas construída en la década de 1960 por Ramírez III a encargo de Narciso Yepes, para la que se propuso el nombre de «laudarra».
[...]
»En la segunda mitad de esta centuria Narciso Yepes encargó y tañió un decacordio similar —propuso llamarlo «laudarra», como dije— que también utilizarón guitarristas como el valenciano José Luis Lopátegui y el danés Carsten Grøndahl. Andrés Segovia atacó explícitamente el modelo, que el guitarrero José Ramírez me aseguró construir a regañadientes. Para el instrumento escribieron compositores como Ohana».
De hecho, vemos en el video como el maestro Yepes relaciona esa guitarra con el laúd, de donde su propuesta para el nombre.
Qué bueno que trajeras a colación ese video, Manuel, que nos ha dado la oportunidad de exponer toda esta intrahistoria.
#611
Y de revitalizar este tema con historias la mar de interesantes.
Entiendo que ese Contreras es el mismo Contreras que tenía taller en la madrileña calle de Segovia. Ahora lo llevan otras personas, según he podido averiguar:
http://www.manuelcontreras.com/historia/la-casa-contreras/
Y de revitalizar este tema con historias la mar de interesantes.
Entiendo que ese Contreras es el mismo Contreras que tenía taller en la madrileña calle de Segovia. Ahora lo llevan otras personas, según he podido averiguar:
http://www.manuelcontreras.com/historia/la-casa-contreras/
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