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Hace unas semanas me dio por echarle un vistazo a la página de espectáculos de mi ciudad y me encontré con que estaban anunciados varios conciertos para los meses de Noviembre y Diciembre de 2009.
De pronto, con el programa a la vista, reparé en que en Noviembre se habían programado tres conciertos para la misma fecha y para la misma hora, dos de jazz y uno de blues. La verdad es que me sorprendió bastante y la primera pregunta que rondó mi cabeza fue cómo podía haber ocurrido esta desgraciada coincidencia. Vamos que por aquí, los consumidores de este tipo de música somos, más o menos, siempre los mismos. Por otro lado, el jazz no es una música que atraiga a las masas y si me apuran, pues el blues tampoco. Total que para el día 11 de noviembre, nos vimos obligados a elegir entre el concierto que el afamado pianista canario Polo Ortí ofrecía en el Teatro Cuyás, acompañado por el vibrafonista Gary Burton; el del MGT Trío, siglas que se corresponden con los apellidos de Wolfgang Muthspiel, Slava Grigoryan y Ralph Towner, que presentaban el repertorio del disco From a Dream en el Paraninfo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y por último, el espectáculo de los californianos Lady Dottie & The Diamonds en el Cicca.
Resulta bastante incomprensible esta descoordinación cultural, porque si algo está fuera de dudas, es que no existe en esta ciudad público suficiente para garantizar una asistencia mínima a los tres eventos. Ya es bastante costoso traer bandas hasta las islas, como para haber pasado por alto un detalle tal magnitud.
Total, que al final, nos decantamos por asistir al de Lady Dottie y The Diamonds, movidos por la idea de ver qué tal resultaba esta combinación musical, en principio algo extraña, de una vocalista negra de 66 años, con un grupo de cuatro treintañeros melenudos blancos. Y me temo que la mayoría de los habituales a este tipo de espectáculos tomaron la misma decisión, porque el local se llenó de público.
Antes de entrar nos echamos unas cervecitas en el bar del Hotel Madrid que se halla en la Alameda de Colón de mi ciudad, justo en frente del Centro Insular de Cultura (Cicca).
El concierto empezó puntualmente. A las 20.30 horas aparecieron sobre el escenario Joey Guevara, piano, voz y armónica, Stephen Rey al bajo, Nathan Beale a la guitarra y Richard Larson a la batería, para con los primeros compases, dar la entrada a Lady Dottie.
Desde el primer tema que interpretaron, nos vimos frente a una potente banda que sonaba redonda y compacta. Rápidamente la sala se inundó con una explosión de rock and roll y blues, puro y sin adulterar, que fue en aumento a medida que avanzaba el espectáculo.
La marca norteamericana de instrumentos musicales, Fender, dominaba el escenario. El guitarrista Nathan Beale usaba una Telecaster que, enchufada a un Fender Twin Reverb, desplegaba el tono característico, fino, delgado, esbelto de este tipo de guitarras y aunque, a mí, personalmente me gusta mucho más el sonido gordo, grueso y espeso que se puede sacar de una Gibson –la otra gran marca yanqui- tengo que reconocer que, si tuviera una Fender, sería una Telecaster. El bajista, por su parte, apareció armado con un Fender Jazz Bass enchufado a un cabezal del que no logré ver su marca, el cual, a su vez, tenía conectado a una pantalla Ampeg, que por el tamaño, juraría que debía ser una 4x10.
Todos los músicos rayaron a muy buen nivel, mostrando una técnica elevada, haciendo patente un completo dominio sobre sus respectivos instrumentos y una soberbia compenetración entre ellos.
Beale ejecutó potentes solos cargados de intuición y matices, aderezados con poderosos riff y con un fraseo enérgico, contundente y vigoroso, que invitaban al respetable a todo, menos a quedarse sentados en sus butacas. Me fijé en la gente que me rodeaba en la sala y creo que no hallé ninguno que no estuviera moviéndose en el sillón. Los temas rockabilly, correctamente ejecutados, sólo te empujaban a…..¡levantarte y ponerte a bailar! Pude observar que Beale utilizaba dos, como mucho, tres pedales de efectos, distorsión y delay entre ellos, con los que transmitía toda la fuerza del rock and roll y del blues de los años cincuenta. Sus mejores solos, en mi opinión, fueron los que se marcó con saturación, vivos, rápidos, sutiles, instintivos, directos y sin concesiones al preciosimo.
Joey Guevara me pareció un intérprete notable. Tanto con la armónica, como con el piano. Soleaba con sentido, con feeling y frescura, atacando los temas con expresividad. Con la armónica, arrancó los aplausos del público en más de una ocasión, y además se encargaba también de hacer los coros, poniendo el contrapunto al tono grave de Lady Dotty.
La sección rítmica, perfectamente disciplinada, fue precisa e impecable en la ejecución. Stephen Rey al bajo, -que se nos presentó con gafas de sol- estuvo correcto y justo. No destacó, simplemente, pues porque el papel del bajista en este tipo de música no permite excesivo juego, al igual que el batería, que de la misma forma que Rey con el bajo, tampoco tuvo ocasión de demostrar toda su valía. De todas formas, ambos cumplieron notablemente su cometido. Y el batería, particularmente, me gustó bastante, pero evidentemente, fueron Beale y Guevara los que más ocasión tuvieron para desplayarse soleando.
El concierto estaba bien planeado. Una hora y media seguida de blues o de rockabilly, puede llegar a hacerse tedioso, por lo que, creo, el músico debe medir con mucho cuidado y considerar con sentido, cómo va a desarrollar el espectáculo y desde este punto de vista, todo el concierto se desenvolvió de la misma forma: primero un tema de blues y a continuación, otro de rock and roll, de forma que mantuvieron siempre vivo el espectáculo y sobre todo, atenta a la audiencia. Muy bien proyectado el concierto, sin duda, y muy bien elegidos los temas que interpretaron.
Y por último Lady Dottie. En mi opinión, ella se llevó el sobresaliente.
Nacida Dorothy Mae Whitsett, parece, en Alabama, recogió algodón hasta que tuvo que dejar los estudios para hacerse cargo de sus doce hermanos, mientras sus padres trabajaban. Pasó hambre y hasta se escapó de su casa.
Lady Dottie presenta un curriculum, espectacular: ha colaborado con los Rolling Stones, con Ike y Tina, con Kool and The Gang, Muddy Waters y Buddy Holly, con Ray Charles, Chuck Berry, Ottis Redding, Little Richard.....y desde luego, después de verla en directo resulta totalmente comprensible.
Entró en el escenario como un vendaval, pertrechada con la potencia inmensa de su voz. Un sólo registro vocal, sin modulaciones significativas, pero.............¡¡qué registro!! En algún momento me recordó el tono de voz de James Brown. Lady Dottie es una auténtica blueswoman. Con raíces profundamente hundidas en el Gospel, en unas ocasiones interpretó temas de blues y de soul, llenos de calor y sensibilidad y en otras, temas de rock and roll, ejecutados de forma magistral gracias a una voz, robusta, sólida y compacta, sin permitirse licencia alguna. El espectáculo fue un ejemplo de sobriedad en la ejecución. Sonaban quizás, un poco alto pero me pasé un magnífico rato escuchándolos.
El concierto continuó con más temas y cuando miré el reloj, habían pasado ya dos horas. A los diez minutos finalizó, dejando en el público un magnífico regusto de placer, después de la sobredosis de blues y rock and roll que esta banda de San Diego, California, inyectó a los asistentes.
Me quedan tres. Bill Evans y la Soul Grass el próximo 19 de noviembre. El Georgia Mass Choir el 12 y The Glenn Miller Orchestra el 17, ambos en diciembre.
Duplicado