#1 Estoy de acuerdo.
Yo soy de tu quinta y tengo la misma sensación.
Hace años que no le doy vueltas porque ¿para qué?, al final cada tiempo tiene lo suyo. Nuestros padres se chuparon una recesión brutal en los 70 y ni te cuento a sus padres, con guerra civil de por medio.
Su generación tuvo la suerte de comprar barato (es decir: con un esfuerzo de compra bajo) y pillar una inflación galopante en los 80. Esto permitió a miles de familias emprobecidas, incluso en paro, mantener sus hipotecas (la mayoría a tipo fijo) y no verse en la más triste de las miserias. Esa fue su gran cruz: el fin del desarrollismo y la destrucción masiva de empleos poco cualificados (que no es moco de pavo).
Nosotros, y me refiero a nuestra generación, que es de lo que trata el hilo, tuvimos la suerte de estudiar con rigor y formarnos muy por encima del nivel de nuestros padres y abuelos. En muchos casos, fuimos, incluso, los primeros titulados de la familia hasta donde abarcaba el árbol genealógico. Ese ha sido nuestro regalo y, hasta cierto punto, nuestra condena.
Primero por la frustración de no poder desarrollarlas (o, en el mejor de los casos, en precario) en este país; luego porque esa sobre-formarción que teníamos metida hasta el tuétano nos hizo entrar más tarde en el mercado laboral y, en consecuencia, bajamos el listón porque ya tocaba volar del nido; esto, además, nos retrasó por unos pocos años la posibilidad de comprar una casa sin dejarnos el 80 o 90% de un sueldo (ese fue el esfuerzo exigido a una pareja durante la burbuja; un sueldo).
Pero si te das cuenta, no tenemos mejor ni peor suerte que los que han venido después. Lo que teníamos, como cada generación, era un punto de partida propio, distinto: queríamos formar parte del sistema con reglas que no ya no servían. En esa época nadie te avisaba, por ejemplo, de que si estudiabas historia te ibas a comer los mocos. Lo que importaba es que ibas a ser universitario y eso era lo máximo a lo que se podía aspirar para la inmensa mayoría de familias trabajadoras. Y es normal, porque eso es lo que ellos habían visto desde que eran pequeños: a 4 señoritos licenciados muy por encima del resto de los mortales. Eso es lo que querían para sus hijos, lógicamente. Es más, tú le decías a tu madre que querías hacer teleco y te decía: a, muy bien hijo, pero ¿eso de qué va?. Y la verdad iba de una carrera monstruosa, con un porcentaje de abandono apabullante, que se tardaba una media de 9 años en terminar...y que por cierto, al acabar tuvo otra maravillosa crisis (las .com) que dejó las expectativas de sus aguerridos estudiantes en, poco más que, fantasías froidianas.
Así que a mí personalmente, el argumento de "yo he trabajado mucho, me he esforzado, he estudiado, y por eso tengo lo que tengo" no me vale. Todos trabajamos y nos esforzamos, no creo que nadie invierta la mayor parte de su tiempo trabajando por gusto. Pero la suerte, el punto de partida, la resilencia (que diría Rojas Marcos) y, por supuesto, la coyuntura propia a tu generación influye.
Tienes derecho a sentirte mal y a pensar que es algo generacional, igual que les pasó a nuestros padres y les seguirá pasando a las generaciones venideras. Si lo piensas, la sociedad proyecta sobre sus cachorros unas expectativas que no pueden cumplir; no se cumplieron con la doctrina nacionalcatolicista, no se cumplieron con nuestra educación social demócrata (donde en teoría el mérito prevalece) y, mucho menos se está cumpliendo con los "hijos del milenio", esos a los que se les convenció de que eran los mejores en todo, y ahora tienen los puestos peores pagados en décadas. Es normal que estén confundidos, que estemos confundidos y que nuestros padres lo estuvieran. ¿no crees?
Pero más allá de eso, tenemos libertad de elección (con todos los "peros" que le pueda poner a esta afirmación). Nuestros padres y abuelos no tuvieron en la misma suerte, ni por contexto político-social ni por formación. Lo hecho, hecho está, quizás el juego y el resultado no sea el que esperábamos, pero todavía queda partido por delante...
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