Raquel Peláez escribió:
Dijo no a Sid Vicious e inspiró ‘Spanish bombs’ de The Clash: la alucinante historia de la española Palm Olive
Paloma Romero (su nombre real) fue fundadora de la primera banda femenina punk, The Slits. Detestaba al manager de los Sex Pistols.
La mayoría de alumnos de la escuela secundaria de Cape Cod (Massachusetts) en la que Paloma Romero (Melilla, 1954) da clases de español no tienen ni idea de que esa mujer de pelo canoso, tranquila, madre y abuela, tan querida dentro de su comunidad, fue el objeto de deseo de Sid Vicious y la novia de Joe Strummer, el líder de The Clash. Según él mismo contó a la revista musical NME en 1988, a ella está dedicada Spanish bombs, una de las canciones más famosas del London calling, el disco más celebrado de la banda británica, que esta semana cumple cuarenta años.
Pero sus alumnos mucho menos pueden imaginar que es capaz de tocar la batería con una rabia furiosa, que es la fundadora de la primera banda punk compuesta solo por mujeres de la historia de la música, The Slits, y de uno de los grupos femeninos de culto más celebrados del pop, The Raincoats.
Paloma Romero fue un día una bomba española a la que Paul Simonon, el bajista de The Clash, haciendo un juego vocal con la palabra «Paloma», que era incapaz de pronunciar, bautizó como Palm Olive; pero fue, sobre todo, la instigadora de lo que ella misma ha definido en una entrevista reciente como “una revolución dentro de una revolución”.
En la Málaga franquista donde se crio rodeada de nueve hermanos tampoco mucha gente podía imaginar que aquella chavala, a los diecisiete años, en 1972, tendría los arrestos para coger el petate y plantarse en un albergue de la YMCA de Picadilly Circus sin hablar una palabra de inglés. Su padre a veces alojaba en casa a hippies mochileros que pasaban por la ciudad y a ella aquella forma de vida le había hecho soñar. “Aunque la mía era una familia de clase media, entre mis hermanos debatíamos mucho. Odiábamos a Franco. En mi casa se podía pensar. Me acuerdo que me encantaban Serrat y Paco Ibáñez y yo no podía entender aquel país en el que estaba prohibido leer cosas y escuchar cosas. Yo veía que el destino que me esperaba era casarme y tener hijos y aguantar a mi marido me hiciese lo que me hiciese. Sentía que necesitaba irme”, ha contado en una entrevista con el periodista musical Eric Blair.
Paloma tenía muchos conflictos internos. Cuenta la ensayista Jenn Pelly en el libro de la colección 33 1/2 dedicado a las Raincoats que un miembro de su familia había abusado sexualmente de ella. También cuenta que quien la inició en sus ambiciones libertarias fue un amigo boliviano vinculado al Partido Comunista que le enseñó a Willhem Reich y su revolución sexual.
La primera vez que Paloma Romero fue a Londres estuvo tres meses lavando platos. Más tarde regresó a casa y se matriculó en la universidad, en Madrid. Según Jean Pelly, allí participó en protestas estudiantiles y empezó a odiar a la policía. A los dieciocho años se quedó embarazada: se fue a abortar a Marruecos. “Fue una experiencia terrorífica. Me cambió”, contó a Pelly.
Después de eso España ya no era una opción: decidió intentarlo de nuevo en Londres y aunque seguía sin ser capaz de hablar inglés, ya estaba allí su hermana, Esperanza. Ella, que era novia de Richard Dudanski, el batería de los 101ers’, fue quien la introdujo en el circuito de casas okupas y quien le presentó a Joe Stummer, que todavía se hacía llamar Woody Mellor. Paloma, desmitificadora, ha explicado en varias ocasiones que aquella vida okupa no era en absoluto dura: nunca les faltó la luz, ni el agua corriente. Nunca pasaron frío.
Mellor [Strummer] encontraba fascinante a Paloma precisamente porque era española y antifranquista. Ella le enseñó la cultura española. Según ella misma cuenta en el libro de la colección 33 1/2, “las conversaciones sobre la Guerra Civil formaban parte del cortejo”. Se divertían, se reían, lo pasaban muy bien pero eran muy diferentes y esas diferencias empezaron a hacer más obvias cuando los 101ers’ empezaron a hacerse más grandes en la escena musical londinense. “Era muy ambicioso. Nunca ocultó que quería ser famoso. Lo quería con todas sus fuerzas. Y ese deseo, esa ambición, era lo que le mantenía vivo, lo que le hacía seguir”, le relató a Blair hace solo unos meses.
Paloma no comulgaba del todo con aquellas ansias: ella era una hippie y el éxito de masas nunca le había interesado. “Le dejé y me marché una temporada a vivir a una granja en Escocia. Estaba cansada de todo. Le dije: mira, me parece genial que te vaya muy bien con tu grupo, pero yo no sé que estoy haciendo con mi vida, no me siento realizada. Nuestra relación era lo único que me mantenía atada a un sitio concreto, así que pensé que precisamente la relación era el problema. Y además yo normalmente no duraba más de dos meses con ningún tío y con él ya llevaba dos años. Pero él no quería romper, así que simplemente lo pusimos en pausa”, contó el año pasado Paloma a la revista Tom Tom Magazine. Mientras ella estaba en Escocia, los 101ers’ dieron un concierto con los Sex Pistols. Mellor ya se había convertido en el líder de The Clash y se había cambiado el nombre. En 1975, Paloma y su novio viajaron juntos por Andalucía. El mito del Joe Strummer hispanista había nacido. Justo después, nacieron The Clash.
En esa época Paloma tenía ciertas reservas en torno a la escena musical en la que se movía su novio: le parecía de posturitas y falsamente libertaria. Por eso decidió volver a sus orígenes hippies e integrarse en un circo callejero a hacer de mimo. Un amigo belga, que fue quien la introdujo en ese mundo, le enseñó a usar las baquetas con un tambor. Pero el movimiento punk cada vez se hacía más grande y ella seguía saliendo con Joe, así que empezó a sentirse atraída por la idea de formar su propia grupo y tocar la batería. Llamó a su padre a Málaga y por primera vez desde que había llegado a Londres se atrevió a pedirle dinero: “Pensó que lo que le estaba pidiendo era una batería de cocina”, contó a Pelly.
Primero lo intentó con Flowers of Romance. Uno de sus compañeros de banda era Sid Vicious, quien estaba loco por ella y la presionaba para que se acostase con él. El experimento duró dos semanas. “Empezó a ser terrible conmigo. Me confrontaba, buscaba el conflicto. Me decía que odiaba a los negros solo para provocarme. Yo sentía que eso no era punk, que no tenía ningún sentido, que era todo lo contrario a la libertad que preconizábamos. No dejé ese lugar opresivo que era España para meterme en aquello”, cuenta en el libro de Pelly. Entonces tomó la decisión de que solo montaría una banda con otras chicas, para no volver a verse envuelta en ese tipo de relaciones tóxicas. Con Pelly fue clara: “Quería componer canciones y tocar y no estar dependiendo de si un tío se quería acostar conmigo o no”.
Como si de una señal divina se tratase, en un concierto de Patti Smith conoció a Ari Up, una alemana terremoto que había sido amiga de Jimi Hendrix y con la que fundó The Slits, el primer grupo punk de chicas de la historia, sobre el que este año se ha estrenado un documental titulado Here to be heard, que las rescata del olvido y las reivindica como figuras inspiradoras del movimiento del que formaron parte.
The Slits eran salvajes y sus puestas en escena se hicieron famosas por abanderar de forma perfecta el espíritu anticomercial y anticapitalista del punk rock. Fue célebre la portada de su primer disco, en la que aparecían enseñando los pechos y de la que Paloma/Palm Olive siempre ha renegado.
Dado que compartían local de ensayo, equipos y a veces bolos con los Clash y los Sex Pistols, tuvieron la oportunidad de tratar con los managers de ambos grupos. “Bernie Rhodes era un dictador. Te decía cómo tenías que vestirte, qué tenías que hacer”, ha contado Palm Olive en el libro sobre The Raincoats. Pero a quien de verdad detestaba era a Malcolm McLaren, un misógino reconocido. Palm Olive ha contado en varias ocasiones que el manager de los Sex Pistols le dijo: “Quiero trabajar con mujeres porque las odio y yo funciono mucho mejor si siento odio”.
La pacífica y hippie Paloma no acababa de estar a gusto en ese mundo. Las fricciones con sus compañeras de The Slits empezaron a hacerse obvias: ella era demasiado libre e informal. Siempre llegaba tarde a los ensayos. No necesitaba tomarse tan en serio la música. La echaron. Ya había roto con Joe Strummer, y no en términos muy amistosos.
Entonces se unió a las Raincoats, cuya filosofía se resume en el anuncio que pusieron en una librería para encontrar a otro miembro de una banda: “Se busca música. Fuerza, no estilo”. Estuvo con ellas hasta principios de los ochenta. Para entonces ya estaba con Dave, un estadounidense al que conocía de sus años hippies y que le devolvió a una forma de vida más pacífica: “Una vez Joe nos vio juntos y yo estaba sobria, mucho más tranquila. Se burló de mí diciendo ‘Ahora ya no bebes, ¿eh? Fue muy condescendiente”.
Con Dave acabó abandonando Inglaterra, para mudarse a España primero, después a la India y finalmente a Estados Unidos, donde vive desde 1985. Tuvieron tres hijos y con él sigue viviendo en Massachusetts, donde la conocen como Paloma McLardy y la mayoría no está al tanto de su pasado. Ella, sin embargo, no ha olvidado la importancia de lo que hizo con The Slits. Este año, frente al periodista musical Eric Blair lo resumió así: “Los hombres no podían ni imaginarse lo que significaba tener una voz como una mujer en aquel ambiente. Es como cuando no eres negro, no entiendes el privilegio blanco. Los chicos peleaban por algo, pero nosotras peleábamos por algo más, porque había algo más contra nosotras. De un hombre se podían esperar aquellos gritos, aquella violencia, pero nosotras éramos intimidantes. Una chica no debía vestirse así, no debía decir esas cosas. Muchas veces la gente por pura frustración era muy violenta y no nos importaba, les plantábamos cara. Éramos guerreras”.
Fuente: elPais