John, Paul George y Ringo vivieron 48 horas surrealistas, en las que abundaron las fotos con montera de torero y sombrero cordobés. Lograron sobrevivir a todos los tópicos, aunque se lo pusieron difícil. Su recital en la plaza de toros de las Ventas estuvo precedido por un programa de variedades que presentó….. ¡¡ Torrebruno!!.
Tras The Beatles llegaron The Animals, The Kinks y The Shadows. Salvo la presencia de los cuatro de Liverpool, todos los demás conciertos se dieron en aforos reducidos.
La España franquista prefería la copla y la canción romántica, y el público masivo sólo respondía cuando algo le tocaba de lleno. Para llamar la antención de esta generalidad remisa a los ritmos extranjeros, la industria diseñó un gancho que afortunadamente fue flor de un día.
Todo comenzó con el éxito masivo de la canción “flamenco”, de Los Brincos. Su aceptación popular desencadenó la búsqueda de temas pop inspirados en el floclore español o que tuvieran alguna nota de color patrio –“A mi con esas”, también de Los Brincos-. El asunto había empezado años atrás con la versión del “El Relicario” que realizaron Los Sonor.
Después surigeron otras adaptaciones, ya fueran instrumentales (Los Pekenikes, Los Relámpagos) o aunténticos destrozos vocales como los perpetrados por Los Cheyenes o los británicos The Tomcats a sus paso por estas tierras.
Mientras esto sucedía, nuestros cantantes e instrumentistas andaban varios pasos por delante de sus discográficas. Algunos grupos dieron el salto cualitativo de cantar versiones de los originales anglosajonas, cuando hasta entonces se habían interpretado en castellano adaptando letras.
Otros pusieron el listón más alto, al componer ellos mismos sus letras en inglés. Esta tendencia se fue generalizando, hasta convertirse en un libre opción: en castellano, en inglés o en alguna otra lengua según la canción (el caso más significativo fue el de Los Brincos). Llegó un momento en la que la profileración de conjuntos en todo el país fue absoluta. El número de grupos que surgió fue tal que sólo lo podríamos comparar a la “movida madrileña”.
Al cabo de unos años las primeras formaciones se fueron separando, creando otras formaciones como si de un árbol genealógico se tratase. Cuando no fue la mili, muchos de los nuevos instrumentitas se vieron obligados a dejar la música por su imcopatibilidad con el final de sus carreras universitarias.
Algunos de estos pioneros no tardaron en incorporarse a la industria como “cazatalentos” y ejecutivos. Las nuevas compañías querían gente joven que supiera menejar los parámetros de la música beat desde dentro y recurrieron a ellos para asegurarse unas acertadas contrataciones.
Madrid mueve la cintura.
El solista por antonomasia del rock en español ha sido siempre Miguel Rios. El granadino llegó a Madrid en 1961 tras ganar un concurso radiofónico en su ciudad natal, aunque no concretó la grabación de su primer EP hasta pasados unos meses de incertidumbre y “hambre de artista”. Philips se lo puso difícil y le rebautizaron como Mike, grabándole la versión de “Popotitos” que le había servido de llave para entrar en la capital.
Sus grabaciones iniciales contaron con el sucesivo soporte instrumental de Los Relámpagos y Los Sonor. Con los primeros tocó en el Price, repitiendo la experiencia grupal en directo junto a .
Miguel estuvo con Philips hasta 1966, momento que se implicó en una ventura independiente con el compositor argentino Adolfo Waitzman. La cosa no funcionó, pero el cantante sabía rodearse de lo mejor y Fernando Albex le dio su primer éxito en España y Latinoamérica: “ El Rio”.
En la cara opuesta del disco estaba otra gran canción “ Vuelvo a Granada”, que además fue la primera compuesta por le vocalista.Antes de que Miguel Rios hubiera cumplido los 25 años el granadino conoció el triunfo mundial con el “Himno de la Alegría”, que fue número uno en medio planeta.
Otro Miguel carismático era Micky, el primer punk español y una especie de Johnny Rotten del ye-yé peninsular. “El hombre de goma” se mostraba imprevisible en el escenario y convertía cada actuación en algo imprevisible.
Pocas formaciones pueden presumir de haber teloneado a The Animals, The Kinks o The Shadows. Ellos sí.
Los Tonys se adelantaron a su época al incorporar bailarines a su espectáculo en directo. Los Black dancers fueron los primeros en demostrar cómo había que moverse al compás de los nuevos ritmos. Los afroamericanos trabajaban en el club de pilotos de la base de Torrejón de Ardoz, donde Micky solía actuar con frecuencia.
Mucho más serios que Los Tonys era Los Pekenikes, un conjunto de instrumentistas que inició en 1959 una carrera intermitente que ha durado más de cuatro décadas.
Se formaron como quintento en el instituo Ramiro de Maeztu, siendo entonces un grupo con cantante, contrabajo, guitarra solista, batería y saxo. Hasta cuatro vocalistas pasaron por su micrófono en sus años de aprendizaje: Eddy Guzmán, Antonio Morales “junior”, su futuro compañero Juan Pardo y un Pepe Barranco procedente de Los Estudiantes.
En 1964 tuvieron un éxito enorme con su tema instrumental “Los cuatro muleros”, que marcaría su transformación definitiva en grupo sin vocalista.
Un año más tarde telonearon The Beatles en Madrid y enfilaron la segunda mitad de la década con importantes sucesos de ventas y popularidad. Han sido el único grupo instrumental que de verdad caló hondo en el público popular, aunque por desgracia lo único que muchos recuerdan de ellos es la insulsa “Palomitas de Maíz”.
Los competidores naturales de Los Pekenikes eran Los Relámpagos. Su descubridor fue Miguel “Mike” Ríos, a quien acompañaron en la grabación de sus primeras canciones y versiones.
Tocaron con él en directo, hasta que decidieron emanciparse del todo y caminar por libre. La gran aportación de Los Relámpagos vino de la mano de “La danza del fuego” de Isaac Abeniz, en esta versión encontraron su particular mina de oro: la adaptación instrumental de obras clásicas de la múscia española, o temas originales basados en sus variantes regionales (sardanas, aires andaluzes, gallegis, etc).
Y mientras en Barcelona.
La Ciudad Condal también tenía ganas de rockear. Sus conjuntos diferían de los madrileños en la actitud, bastante más dura que la de sus compañeros castellanos. Que se lo prgunte sino a Los Sirex, quienes tardaron dos años en ser fichados por una compañía de discos y uno más en ver su EP en las tiendas.
El quintento de Leslie vestía cuero negro en sus actuaciones y en el escenario no se cortaban un pelo. Gustaban de retocerse en el suelo, se movían enérgicamente y chocaban entre sí para convertir los conciertos en una conmoción constante.En su repertorio abundaba la variedad: desde versiones en castellano de “rocanroles” populares en USA e Italia, a composiciones propias basadas en los patrones americanos. En uno de estos intentos dieron con una canción, “If i had a hammer”, del folclorista Pete Seeger, a la que convirtieron en la divertida “La escoba”.
Fueron teloneros de The Beatles en Barcelona y años después giraron por Hispanoamérica en compañía de Joan Manuel Serrat y Marisol. Cosas de los managers…
Buenos amigos de Los Sirex eran Los Mustang, a quienes cedieron su primer cantante: Santi Carulla. Hasta entonces habían hecho música instrumental, pero la entrada de un vocalista le animó a probar suerte con las consabidas versiones. Tanta fortuna tuvieron con los “covers” que se dedicaron exclusivamente a ellos. Su aceptación popular les hizo tan conocidos o más que los propios The Beatles, a los que llegaron a superar con las ventas de sus versiones.
Los Mustang eran una “rockola” sin fondo, donde cabían desde dulces solistas como la francesa Françoise hardy al sagrado Cliff Richard de los The Shadows. Nunca renegaron de su condicón de grupo de imitación y paenas si compusieron temas originales.
Valencia: el Elvis mediterráneo
Desde 1960, Valencia ocupó un lugar priviligiado en esta incipiente vacación rokera nacida en España. El tronco común se llama Los Milos, un trío en el que comenzaron a cantar y tocar sus guitarras Emilio Baldoví, Salvador Blesa y Vicente Castelló. Hacían rock and rollo puro y se tomaban muy en serio la estética del movimiento: Baldoví –el futuro Bruno Lomas- lucía una gafas de pasta como las de Buddy Holly, aunque lo hacía por una cuestión puramente estética; al tiempo, los tres salían al escenario con unos pantalones provocativos de cuero.
Los Milos tenían su propio club de fans, las “Milongas Locas” y se patearon el país entero de un club a otro.
Durante una de estas actuaciones el trío deslumbró al mismísimo Johnny Hallyday, el mayor rocker francés de la historia. El cantante galo animó a probar fortuna en su país a su colega Emilio Baldoví, quién desde ese momento pasó a llamarse Bruno Lomas. Primero se hizo a acompañar de Los Estrellas de Fuego y más delante de Sus Rockeros.
Durante 1963 y 1964 Bruno y Sus Rockeros tocaron por toda Francia, incluyendo el Olimpia parisino. Dejaron el pabellón bie alto, regresando triunfantes a España en 1965, año en que ficharon por EMI-Odeón. Bruno Lomas era una estrella en potencia, por lo que un año depués inició una brillante carrera en solitario. Su fama le permitió protagonizar dos películas de mera explotación comercial, además de grabar en 1968 el primer disco en directo del rock español. Con la llegada de los 70 se vió abocado al badalismo y la conversión al pop de solistas. En su etapa más oscura se convirtió en una especie de Ted Nugent español, al que sus coqueteos con la ultraderecha terminaron por sepultarle en el olvido.
El grupo Seguridad Social reconoció su labor de pionero y le sacó del pozo, pero el 17 de agosto de 1990, se estrelló con su coche de lujo. Tenía 50 años de una vida intensa y cargada de contradicciones, pero con el aval de haber introducido en este país parte del rock and roll más salvaje y aunténtico.
Los Brincos: guapos, pulcros y discretos.
Los Beatles españoles fueron Los Brincos.
Así se ideó desde el principio y así sucedió durante un par de años. Sustituyeron al Dúo Dinámico como fenómeno de masas y fueron el modelo a imitar por decenas de jóvenes músicos. El cuarteto estaba formado por los guitarristas Juan Pardo y Junior, el bajista Manolo González y el batería Fernando Arbex. Salvo González, el resto cantaba indistintamente en castellano y en inglés. El conjunto nació de la fusión de músicos procedentes de Los Estudiantes y Los Pekenikes.
Comenzaron a componer juntos en el año 1964 y un año después aparecía su primer LP. En él figuraban canciones de puro beat y un hallazgo titulado “flamenco”. Era la primera vez que se le daba un toque español al sonido anglosajón de moda y la canción se hizo inmensamente famosa. La compañía aprovechó este enfoque localista para dotar a Los Brincos de una imagen escrupulosamente española. Fue así como surgió la famosa historia de las capas, un atuendo que lucieron en sus primeras aparaciones públicas.
Con ellas se pasearon por Londres, dode solían grabas sus discos, como una absurda demostración nacionalista de us país de procedencia. A pesar de que podían haber dado muco juego haciendo rock and roll, Los Brincos prefirieron el pop. Sus siguentes éxitos fueron “mejor” y “con sorbito de champán”. Los personalismos minaron muy pronto al grupo y Juan Pardo y Junior decidieron abandonar el grupo y seguir como dúo.
Fernado Arbex reclutó entonces a los guitarristas Ricky Morales, hermano de Junior, y Vicente Martinez, ambos porcedentes de Los Shakers.
La segunda estapa de Los Brincos sigue la pauta de la primera, como prueba el impacto de dos canciones: “nadie te quiere ya” y “lola”.
Las miles de copias vendidas por “lola” supusieron la culminación de un recorrido musical que también incluyó dos LP más: Contrabando (1968) y Mundo, demonio y carne (1970).
Los Bravos: anárquicos, ruidosos y gamberros.
La biografía de Los Bravos comienza en 1964 cuando el grupo mallorquín Lonn and the cries viaja hasta Alemania para impregnarse del rock anglosajón que arrasaba Europa. Cuando regresaron a la isla lo hicieron convertidos en Mike and the runaways. Su cantante, Mike Kennedy, era un experimentado vocalista con fama de díscolo y genial.
Parte de su repertorio lo heredaron de los madrileños Los Sonor, cuando Mike y sus compañeros baleares recalaron en la capital para integrarse en el grupo. Allí fueron descubiertos por Manolo Díaz, quién había formado parte de Los Sonor y era por entonces mano derecha de Alain Milhaud.
El productor vio una de sus actuaciones en la sala Nikas y un día después se decidió a contratarlos. Poco después se organizó el primer montaje promocional del aún joven rock español. El grupo carecía de nombre y Milhaud y Tomás Martín Blanco, de radio Madrid, idearon un suspuesto concurso para darle denominación a la nueva maravilla del pop nacional. Fue una operación meramente publicitaria, pues el nombre estaba decidido de antemano en un despacho.
La presentación del quinteto se realizó desde un escenario inhabitual, el madrileño Teatro de la Zarzuela, un domingo del mes de abril de 1966. Allí tuvo lugar una edición especial del programa “El gran musical”, de la cadena SER. El grupo se dio un baño de multitudes y Mike salió como un torero a hombros.
Ganada la gloria local, Milhaud puso objetivo al mercado internacional. Primero se hizo con los derechos del tema “Black is Black” y con semejante éxito en potencia se llevó a los suyos al Reino Unido para efectuar la grabación correspondiente.
El sindicato de los músicos ingleses monopolizaba el derecho a poder grabar en el Reino Unido, por lo que al final fueron músicos contratados quienes grabaron el tema. Sólo dos Bravos participaron en las sesiones que dieron vida al “hit”: Mike Kennedy cantando y Tony Martinez para los coros. Entre sus compañeros en el estudio figuraba un joven instrumentista que pronto daría que hablar: Jimmy Page.
La canción reventó los “charts” de numeros países, incluyendo Reino Unido y Estados Unidos. Pero no todo estaba siendo tan fácil. Mike Kennedy era la estrella absoluta de los Bravos… y también un tipo informal e imprevisible.
Él era la estrella y él era el problema, y su compartamiento dio lugar a las situaciones más disparatadas. Aún así, el éxito les mantenía unidos.
En 1967 fueron invitados a uno de los grandes eventos europeos de la canción, el festival italiano de San Remo, donde interpretaron el tema “uno come noi”. Ese mismo años se estrenó su primera película: “ Los chicos con las chicas” dirigida por Javier Aguirre y aún protagonizarían una más “dame un poco de amooor” que rodó José María Forqué en 1968.
En este mismo año volvieron a la capital británica para registrar nuevos temas, pero el equipo inglés de producción se equivocó con la elección del single. “I don’t care” pasó desapercibido, mientras que “Bring a little lovin” volvía a sacudir las lista americana. El tema lo firmaban dos músicos de los Easybeats australianos: Harry Vanda y George Young – el hermano pop de Angus y Malcolm, de AC/DC-.
Milhaud había “comprado” la canción en la feria musical Midem, en Cannes (Francia), solucionado una vez más la gran carencia de Los Bravos: su falta de temas propios.
La cara más amarga del universo “Bravos” fue un suceso terrible que conmocionó a su entorno más íntimo. A finales de 1968, el bajista Miguel Vincens se casó en Palma Mallorca. A la boda asistieron sus compañeros de grupo y entre ellos Manolo Fernandez y su esposa Lotty Rey, con la que había contraído matrimonio apenas un mes y medio antes.Tras el banquete, la pareja sufrió un accidente de tráfico y aconsecuencia de ello murió Lotty.
Manolo, sumido en una gran depresión, se quitó la vida el 20 de mayo. A partir de ese momento todo el mundo perdió los papeles, Milhaud organizó un morboso concurso para que los fans averiguaran quién era el nuevo teclista, Mike se marchó para iniciar su carrera en solitario y sus dos sustitutos británicos no sirvieron más que para dar la puntilla a una banda herida de muerte.
El 2 de julio de 1965, The Beatles actuaron en Madrid y el día 3 lo hicieron en Barcelona. Su visita fue “ la fiesta mayor” de lo que se entendía por “música moderna”. Aquel evento resultó histórico, pero los medios de comunicación y las “fuerzas vivas” de la España más rancia trataron de minimizar su importancia.
Tras The Beatles llegaron The Animals, The Kinks y The Shadows. Salvo la presencia de los cuatro de Liverpool, todos los demás conciertos se dieron en aforos reducidos.
La España franquista prefería la copla y la canción romántica, y el público masivo sólo respondía cuando algo le tocaba de lleno. Para llamar la antención de esta generalidad remisa a los ritmos extranjeros, la industria diseñó un gancho que afortunadamente fue flor de un día.
Todo comenzó con el éxito masivo de la canción “flamenco”, de Los Brincos. Su aceptación popular desencadenó la búsqueda de temas pop inspirados en el floclore español o que tuvieran alguna nota de color patrio –“A mi con esas”, también de Los Brincos-. El asunto había empezado años atrás con la versión del “El Relicario” que realizaron Los Sonor.
Después surigeron otras adaptaciones, ya fueran instrumentales (Los Pekenikes, Los Relámpagos) o aunténticos destrozos vocales como los perpetrados por Los Cheyenes o los británicos The Tomcats a sus paso por estas tierras.
Mientras esto sucedía, nuestros cantantes e instrumentistas andaban varios pasos por delante de sus discográficas. Algunos grupos dieron el salto cualitativo de cantar versiones de los originales anglosajonas, cuando hasta entonces se habían interpretado en castellano adaptando letras.
Otros pusieron el listón más alto, al componer ellos mismos sus letras en inglés. Esta tendencia se fue generalizando, hasta convertirse en un libre opción: en castellano, en inglés o en alguna otra lengua según la canción (el caso más significativo fue el de Los Brincos). Llegó un momento en la que la profileración de conjuntos en todo el país fue absoluta. El número de grupos que surgió fue tal que sólo lo podríamos comparar a la “movida madrileña”.
Al cabo de unos años las primeras formaciones se fueron separando, creando otras formaciones como si de un árbol genealógico se tratase. Cuando no fue la mili, muchos de los nuevos instrumentitas se vieron obligados a dejar la música por su imcopatibilidad con el final de sus carreras universitarias.
Algunos de estos pioneros no tardaron en incorporarse a la industria como “cazatalentos” y ejecutivos. Las nuevas compañías querían gente joven que supiera menejar los parámetros de la música beat desde dentro y recurrieron a ellos para asegurarse unas acertadas contrataciones.
Madrid mueve la cintura.
El solista por antonomasia del rock en español ha sido siempre Miguel Rios. El granadino llegó a Madrid en 1961 tras ganar un concurso radiofónico en su ciudad natal, aunque no concretó la grabación de su primer EP hasta pasados unos meses de incertidumbre y “hambre de artista”. Philips se lo puso difícil y le rebautizaron como Mike, grabándole la versión de “Popotitos” que le había servido de llave para entrar en la capital.
Sus grabaciones iniciales contaron con el sucesivo soporte instrumental de Los Relámpagos y Los Sonor. Con los primeros tocó en el Price, repitiendo la experiencia grupal en directo junto a .
Miguel estuvo con Philips hasta 1966, momento que se implicó en una ventura independiente con el compositor argentino Adolfo Waitzman. La cosa no funcionó, pero el cantante sabía rodearse de lo mejor y Fernando Albex le dio su primer éxito en España y Latinoamérica: “ El Rio”.
En la cara opuesta del disco estaba otra gran canción “ Vuelvo a Granada”, que además fue la primera compuesta por le vocalista.Antes de que Miguel Rios hubiera cumplido los 25 años el granadino conoció el triunfo mundial con el “Himno de la Alegría”, que fue número uno en medio planeta.
Otro Miguel carismático era Micky, el primer punk español y una especie de Johnny Rotten del ye-yé peninsular. “El hombre de goma” se mostraba imprevisible en el escenario y convertía cada actuación en algo imprevisible.
Pocas formaciones pueden presumir de haber teloneado a The Animals, The Kinks o The Shadows. Ellos sí.
Los Tonys se adelantaron a su época al incorporar bailarines a su espectáculo en directo. Los Black dancers fueron los primeros en demostrar cómo había que moverse al compás de los nuevos ritmos. Los afroamericanos trabajaban en el club de pilotos de la base de Torrejón de Ardoz, donde Micky solía actuar con frecuencia.
Mucho más serios que Los Tonys era Los Pekenikes, un conjunto de instrumentistas que inició en 1959 una carrera intermitente que ha durado más de cuatro décadas.
Se formaron como quintento en el instituo Ramiro de Maeztu, siendo entonces un grupo con cantante, contrabajo, guitarra solista, batería y saxo. Hasta cuatro vocalistas pasaron por su micrófono en sus años de aprendizaje: Eddy Guzmán, Antonio Morales “junior”, su futuro compañero Juan Pardo y un Pepe Barranco procedente de Los Estudiantes.
En 1964 tuvieron un éxito enorme con su tema instrumental “Los cuatro muleros”, que marcaría su transformación definitiva en grupo sin vocalista.
Un año más tarde telonearon The Beatles en Madrid y enfilaron la segunda mitad de la década con importantes sucesos de ventas y popularidad. Han sido el único grupo instrumental que de verdad caló hondo en el público popular, aunque por desgracia lo único que muchos recuerdan de ellos es la insulsa “Palomitas de Maíz”.
Los competidores naturales de Los Pekenikes eran Los Relámpagos. Su descubridor fue Miguel “Mike” Ríos, a quien acompañaron en la grabación de sus primeras canciones y versiones.
Tocaron con él en directo, hasta que decidieron emanciparse del todo y caminar por libre. La gran aportación de Los Relámpagos vino de la mano de “La danza del fuego” de Isaac Abeniz, en esta versión encontraron su particular mina de oro: la adaptación instrumental de obras clásicas de la múscia española, o temas originales basados en sus variantes regionales (sardanas, aires andaluzes, gallegis, etc).
Y mientras en Barcelona.
La Ciudad Condal también tenía ganas de rockear. Sus conjuntos diferían de los madrileños en la actitud, bastante más dura que la de sus compañeros castellanos. Que se lo prgunte sino a Los Sirex, quienes tardaron dos años en ser fichados por una compañía de discos y uno más en ver su EP en las tiendas.
El quintento de Leslie vestía cuero negro en sus actuaciones y en el escenario no se cortaban un pelo. Gustaban de retocerse en el suelo, se movían enérgicamente y chocaban entre sí para convertir los conciertos en una conmoción constante.En su repertorio abundaba la variedad: desde versiones en castellano de “rocanroles” populares en USA e Italia, a composiciones propias basadas en los patrones americanos. En uno de estos intentos dieron con una canción, “If i had a hammer”, del folclorista Pete Seeger, a la que convirtieron en la divertida “La escoba”.
Fueron teloneros de The Beatles en Barcelona y años después giraron por Hispanoamérica en compañía de Joan Manuel Serrat y Marisol. Cosas de los managers…
Buenos amigos de Los Sirex eran Los Mustang, a quienes cedieron su primer cantante: Santi Carulla. Hasta entonces habían hecho música instrumental, pero la entrada de un vocalista le animó a probar suerte con las consabidas versiones. Tanta fortuna tuvieron con los “covers” que se dedicaron exclusivamente a ellos. Su aceptación popular les hizo tan conocidos o más que los propios The Beatles, a los que llegaron a superar con las ventas de sus versiones.
Los Mustang eran una “rockola” sin fondo, donde cabían desde dulces solistas como la francesa Françoise hardy al sagrado Cliff Richard de los The Shadows. Nunca renegaron de su condicón de grupo de imitación y paenas si compusieron temas originales.
Valencia: el Elvis mediterráneo
Desde 1960, Valencia ocupó un lugar priviligiado en esta incipiente vacación rokera nacida en España. El tronco común se llama Los Milos, un trío en el que comenzaron a cantar y tocar sus guitarras Emilio Baldoví, Salvador Blesa y Vicente Castelló. Hacían rock and rollo puro y se tomaban muy en serio la estética del movimiento: Baldoví –el futuro Bruno Lomas- lucía una gafas de pasta como las de Buddy Holly, aunque lo hacía por una cuestión puramente estética; al tiempo, los tres salían al escenario con unos pantalones provocativos de cuero.
Los Milos tenían su propio club de fans, las “Milongas Locas” y se patearon el país entero de un club a otro.
Durante una de estas actuaciones el trío deslumbró al mismísimo Johnny Hallyday, el mayor rocker francés de la historia. El cantante galo animó a probar fortuna en su país a su colega Emilio Baldoví, quién desde ese momento pasó a llamarse Bruno Lomas. Primero se hizo a acompañar de Los Estrellas de Fuego y más delante de Sus Rockeros.
Durante 1963 y 1964 Bruno y Sus Rockeros tocaron por toda Francia, incluyendo el Olimpia parisino. Dejaron el pabellón bie alto, regresando triunfantes a España en 1965, año en que ficharon por EMI-Odeón. Bruno Lomas era una estrella en potencia, por lo que un año depués inició una brillante carrera en solitario. Su fama le permitió protagonizar dos películas de mera explotación comercial, además de grabar en 1968 el primer disco en directo del rock español. Con la llegada de los 70 se vió abocado al badalismo y la conversión al pop de solistas. En su etapa más oscura se convirtió en una especie de Ted Nugent español, al que sus coqueteos con la ultraderecha terminaron por sepultarle en el olvido.
El grupo Seguridad Social reconoció su labor de pionero y le sacó del pozo, pero el 17 de agosto de 1990, se estrelló con su coche de lujo. Tenía 50 años de una vida intensa y cargada de contradicciones, pero con el aval de haber introducido en este país parte del rock and roll más salvaje y aunténtico.
Los Brincos: guapos, pulcros y discretos.
Los Beatles españoles fueron Los Brincos.
Así se ideó desde el principio y así sucedió durante un par de años. Sustituyeron al Dúo Dinámico como fenómeno de masas y fueron el modelo a imitar por decenas de jóvenes músicos. El cuarteto estaba formado por los guitarristas Juan Pardo y Junior, el bajista Manolo González y el batería Fernando Arbex. Salvo González, el resto cantaba indistintamente en castellano y en inglés. El conjunto nació de la fusión de músicos procedentes de Los Estudiantes y Los Pekenikes.
Comenzaron a componer juntos en el año 1964 y un año después aparecía su primer LP. En él figuraban canciones de puro beat y un hallazgo titulado “flamenco”. Era la primera vez que se le daba un toque español al sonido anglosajón de moda y la canción se hizo inmensamente famosa. La compañía aprovechó este enfoque localista para dotar a Los Brincos de una imagen escrupulosamente española. Fue así como surgió la famosa historia de las capas, un atuendo que lucieron en sus primeras aparaciones públicas.
Con ellas se pasearon por Londres, dode solían grabas sus discos, como una absurda demostración nacionalista de us país de procedencia. A pesar de que podían haber dado muco juego haciendo rock and roll, Los Brincos prefirieron el pop. Sus siguentes éxitos fueron “mejor” y “con sorbito de champán”. Los personalismos minaron muy pronto al grupo y Juan Pardo y Junior decidieron abandonar el grupo y seguir como dúo.
Fernado Arbex reclutó entonces a los guitarristas Ricky Morales, hermano de Junior, y Vicente Martinez, ambos porcedentes de Los Shakers.
La segunda estapa de Los Brincos sigue la pauta de la primera, como prueba el impacto de dos canciones: “nadie te quiere ya” y “lola”.
Las miles de copias vendidas por “lola” supusieron la culminación de un recorrido musical que también incluyó dos LP más: Contrabando (1968) y Mundo, demonio y carne (1970).
Los Bravos: anárquicos, ruidosos y gamberros.
La biografía de Los Bravos comienza en 1964 cuando el grupo mallorquín Lonn and the cries viaja hasta Alemania para impregnarse del rock anglosajón que arrasaba Europa. Cuando regresaron a la isla lo hicieron convertidos en Mike and the runaways. Su cantante, Mike Kennedy, era un experimentado vocalista con fama de díscolo y genial.
Parte de su repertorio lo heredaron de los madrileños Los Sonor, cuando Mike y sus compañeros baleares recalaron en la capital para integrarse en el grupo. Allí fueron descubiertos por Manolo Díaz, quién había formado parte de Los Sonor y era por entonces mano derecha de Alain Milhaud.
El productor vio una de sus actuaciones en la sala Nikas y un día después se decidió a contratarlos. Poco después se organizó el primer montaje promocional del aún joven rock español. El grupo carecía de nombre y Milhaud y Tomás Martín Blanco, de radio Madrid, idearon un suspuesto concurso para darle denominación a la nueva maravilla del pop nacional. Fue una operación meramente publicitaria, pues el nombre estaba decidido de antemano en un despacho.
La presentación del quinteto se realizó desde un escenario inhabitual, el madrileño Teatro de la Zarzuela, un domingo del mes de abril de 1966. Allí tuvo lugar una edición especial del programa “El gran musical”, de la cadena SER. El grupo se dio un baño de multitudes y Mike salió como un torero a hombros.
Ganada la gloria local, Milhaud puso objetivo al mercado internacional. Primero se hizo con los derechos del tema “Black is Black” y con semejante éxito en potencia se llevó a los suyos al Reino Unido para efectuar la grabación correspondiente.
El sindicato de los músicos ingleses monopolizaba el derecho a poder grabar en el Reino Unido, por lo que al final fueron músicos contratados quienes grabaron el tema. Sólo dos Bravos participaron en las sesiones que dieron vida al “hit”: Mike Kennedy cantando y Tony Martinez para los coros. Entre sus compañeros en el estudio figuraba un joven instrumentista que pronto daría que hablar: Jimmy Page.
La canción reventó los “charts” de numeros países, incluyendo Reino Unido y Estados Unidos. Pero no todo estaba siendo tan fácil. Mike Kennedy era la estrella absoluta de los Bravos… y también un tipo informal e imprevisible.
Él era la estrella y él era el problema, y su compartamiento dio lugar a las situaciones más disparatadas. Aún así, el éxito les mantenía unidos.
En 1967 fueron invitados a uno de los grandes eventos europeos de la canción, el festival italiano de San Remo, donde interpretaron el tema “uno come noi”. Ese mismo años se estrenó su primera película: “ Los chicos con las chicas” dirigida por Javier Aguirre y aún protagonizarían una más “dame un poco de amooor” que rodó José María Forqué en 1968.
En este mismo año volvieron a la capital británica para registrar nuevos temas, pero el equipo inglés de producción se equivocó con la elección del single. “I don’t care” pasó desapercibido, mientras que “Bring a little lovin” volvía a sacudir las lista americana. El tema lo firmaban dos músicos de los Easybeats australianos: Harry Vanda y George Young – el hermano pop de Angus y Malcolm, de AC/DC-.
Milhaud había “comprado” la canción en la feria musical Midem, en Cannes (Francia), solucionado una vez más la gran carencia de Los Bravos: su falta de temas propios.
La cara más amarga del universo “Bravos” fue un suceso terrible que conmocionó a su entorno más íntimo. A finales de 1968, el bajista Miguel Vincens se casó en Palma Mallorca. A la boda asistieron sus compañeros de grupo y entre ellos Manolo Fernandez y su esposa Lotty Rey, con la que había contraído matrimonio apenas un mes y medio antes.Tras el banquete, la pareja sufrió un accidente de tráfico y aconsecuencia de ello murió Lotty.
Manolo, sumido en una gran depresión, se quitó la vida el 20 de mayo. A partir de ese momento todo el mundo perdió los papeles, Milhaud organizó un morboso concurso para que los fans averiguaran quién era el nuevo teclista, Mike se marchó para iniciar su carrera en solitario y sus dos sustitutos británicos no sirvieron más que para dar la puntilla a una banda herida de muerte.