Uno de los aspectos que más me consultan mis alumnos es acerca de la técnica de mano derecha. En general, al consultar, esperan una única respuesta que sea aplicable a todos los casos. La realidad es muchísimo más compleja, porque la mano derecha al ser el motor de nuestro sonido, debe adecuarse al tono que deseamos conseguir en el instrumento.
Enormes cantidades de tutoriales, videos en youtube, libros y profesores sostienen que hay una técnica “correcta” y aquella es la que debemos desarrollar. Lo curioso es que nunca se ponen de acuerdo al respecto de cual es esa técnica. En este post voy a enumerar algunos factores de la técnica de mano derecha y en cómo influyen en el sonido, esperando que el estudiante pueda decidir que atribuciones del sonido le son importantes y cuales pueden ser sacrificadas.
Generalmente consideramos que la mejor técnica es aquella que nos permite tocar más rápido, pero son muchos los elementos importantes:
· Volumen y Proyección
· Fluidez
· Precisión rítmica
· Homogeneidad en el volumen
· Curva de ecualización
· Facilidad para hacer saltos de cuerdas
· Y sí… velocidad
Voy a tratar de enumerar el enfoque más claro para conseguir cada componente por separado. Veremos que hay algunos que son, en cierta medida, opuestos, es decir que si queremos conseguir diferentes atribuciones de sonido, deberemos adecuar nuestra técnica a diferentes situaciones.
Volumen y Proyección
En un mundo electrificado el volumen podría parecer un problema menor porque siempre tenemos a disposición un potenciómetro para subirlo, pero no olvidemos que hay muchísima música acústica como el bluegrass o el Gypsy Swing que hasta el día de hoy se tocan con instrumentos exclusivamente microfoneados. Y no nos engañemos, si nuestra guitarra no suena fuerte, por más micrófono que le pongamos delante no va a sonar.
La manera de conseguir volumen es pulsar fuerte cuerdas muy resonantes. Tocar a mano alzada nos permite utilizar articulaciones más grandes como la del codo para conseguir una pulsación enérgica. Por otro lado, en un instrumento acústico levantar la mano de la tapa y puente de la guitarra, hace que ésta vibre más libremente, por tanto, sonando más fuerte.
Básicamente tenemos dos maneras de acercarnos a la pulsación de la cuerda, “atravesando” la cuerda en nuestro recorrido de la púa, como suponiendo que ésta no existe, o “tensando” la cuerda a la manera de la cuerda de un arco y liberándola. Esta última aproximación es más conveniente para conseguir volumen sin tanto desgaste físico (tocar fuerte puede llegar a ser agotador y hasta lesionar) porque utilizamos la tensión de la cuerda a nuestro favor como energía cinética acumulada.
Una púa gruesa y cuerdas igualmente gruesas son una necesidad, para que ni un poco de energía se pierda en la puja física entre esos dos elementos.
Fluidez
Por el contrario a lo comúnmente pensado, la fluidez no necesariamente es un opuesto del volumen. No hace falta tocar con suavidad para tocar de manera fluida. Es cierto que ayuda, pero la fluidez tiene que ver con la relación entre ataque y caída de la nota.
Un poco de física acústica (admitiendo que soy un total ignorante en la materia): una nota en la guitarra, tiene a lo largo de su desarrollo un componente inicial llamado ataque, que es el volumen explosivo producto de la pulsación y otro componente llamado decay que es el sonido producto de la vibración de la cuerda sin ayuda externa.
Sonará de manera fluida en el momento en que la diferencia entre ataque y decay sea baja. ¿Cómo conseguimos esto? Primero y principal tomando noción de que nuestra guitarra no debe sonar “plink plink plink” sino “dum dum dum”. Por más obvia que suene esa onomatopéyica burrada, esa conciencia es muy importante.
Una púa que sobresalga poco de entre los dedos, reducirá sustancialmente el ataque de la nota. No “tensar” la cuerda del arco, sino “atravesarla” también y cierta firmeza en la mano izquierda a la hora de pisar las notas hará que el decay sea más largo. Puede ayudar apoyar la mano en el puente de la guitarra, no porque colabore directamente para conseguir un sonido fluido, sino porque nos da más control (al menos mientras aprendemos a tocar) sobre la fuerza con la que pulsamos.
La fluidez no es producto, como mencioné anteriormente, de pulsar suave, sino de encontrar un equilibrio entre los dos componentes de la nota.
Precisión rítmica
Dentro de la locura cotidiana de conseguir más y más velocidad, nos olvidamos que el componente rítmico de nuestra música es mucho más importante.
El ritmo, es una cualidad interna e intrínseca del ser humano. Hay quienes son más rítmicos que otros, pero hay estrategias técnicas que nos permitirán desarrollar nuestro potencial rítmico.
A modo de experimento, hagamos un ritmo sencillo con nuestra mano derecha sobre nuestro muslo. ¿Fácil verdad? Ahora pongamos nuestra mano izquierda a cierta distancia de nuestro muslo y tratemos, con la mano derecha, de hacer el mismo ritmo golpeando alternadamente el muslo y la mano izquierda. ¿Mucho más pobre rítmicamente? Seguramente, simplemente porque nos es natural la mecánica descendente para ser precisos.
Si queremos ser estrictos con nuestro ritmo, pulsar hacia abajo es la mejor manera. Es verdad que sacrificaremos mucha velocidad al desperdiciar el movimiento ascendente de la púa, pero la gran mayoría de lo que tocamos, no necesita de alta velocidad, pero la precisión rítmica es valiosa siempre. Y de todas maneras siempre nos queda la posibilidad de tirar una nota a contrapúa en medio de nuestros pasajes melódicos.
Es muy resaltante que los músicos de sesión, rara vez tocan con la técnica propuesta en los tutoriales de desarrollo de púa. Para quienes los contratan es mucho más importante que las notas caigan en los lugares correctos en el orden de la centésima de segundo. Si es más lento o rápido es poco relevante.
Homogeneidad en el volumen y sonido
Otro de los elementos que le dan un toque profesional a nuestra ejecución es que dentro de un pasaje musical, las notas tengan un volumen y sonido homogéneo. Como para graficarlo, debe ser muy molesto tocar con un guitarrista que necesita que el sonidista regule la ecualización y volumen de la guitarra para todas y cada una de las notas que toca.
La manera de conseguir esto es tratar de encontrar un punto exacto en la longitud de la cuerda, una fuerza determinada de pulsación y una relación precisa entre la punta de la púa y la cuerda y tratar de mantener esos elementos invariables a lo largo de nuestra ejecución.
Independientemente de que técnica usemos, setear el metrónomo relativamente lento, sacar de nuestro sonido todo atisbo de distorsión o compresión, de ser posible ecualizar con muchos agudos y practicar nuestras escalas, patrones y ejercicios en esas condiciones, tomando noción de que todas las notas deben sonar exactamente igual. En condiciones más favorables conseguiremos un sonido más equilibrado.
Curva de ecualización
Hay dos elementos que afectan directamente (sacando de la ecuación el dispositivo obvio de un ecualizador) a la ecualización de nuestro sonido: el grosor de la púa y el punto de pulsación a lo largo de la cuerda.
Las púas se comercializan desde extremadamente finas, casi como un papel, hasta púas rígidas de 5mm de grosor. Cuanto más delgada es la púa el sonido resultante es más agudo, cristalino y evidente, muy similar al sonido de un clavicordio. Con púas más gruesas conseguimos un sonido más oscuro, redondo y contundente, más similar al sonido de un violoncello o saxo tenor.
Las púas ligeras son muy útiles para rasguear en ensambles muy cargados, porque nos brindan un agudo que se escuchará con claridad independientemente del volumen al que toquemos, pero por otro lado le faltará impacto para hacer saltar nuestros solos con contundencia.
Las púas gruesas nos permiten llenar más espacio en nuestro grupo, pero en determinadas ocasiones, el sonido resultante es tan opaco que es indistinguible en el grupo.
Yo, personalmente, toco cotidianamente con una púa gruesa de 3mm sin punta (la púas puntiagudas hacen saltar más agudos y definición), pero generalmente me encuentro que en conciertos directamente no me escucho si uso esa misma púa.
Es una práctica muy saludable, llevar varias púas distintas a la hora de tocar, nos permitirá adecuarnos a la respuesta acústica de la sala sin necesidad de retocar nuestros seteos de amplificador y efectos. Las púas afectan al sonido de manera mucho más evidente que cualquier aparato electrónico y son infinitamente más baratas.
El otro apartado a la hora de modificar nuestra curva de ecualización es determinar en qué punto de la cuerda la pulsamos. Cuanto más cerca del puente lo hagamos más definido y metálico será el sonido, cuanto más cerca del mástil más oscuro y redondo. Los músicos de jazz por ejemplo tienden a pulsar casi sobre el diapasón, mientras que los guitarristas de funk lo hacen generalmente justo al lado del puente.
Facilidad para hacer saltos de cuerdas
Uno de los elementos menos investigados a la hora de empezar a hacer solos es el enfoque de tocar de manera interválica, es decir, no tocar la escala escalón por escalón, sino saltar sonidos. La ejecución interválica es una de las maneras más efectivas de conseguir un sonido original e individual. Por grado conjunto (o sea escalón por escalón) hay pocas opciones, por tanto todos tendemos a sonar de manera similar. Las opciones de intervalos son muchísimas más, por lo que podemos encontrar un nicho melódico propio.
Básicamente tenemos dos elementos que nos faciltarán tocar intervalos.
El primero es que el movimiento de la púa nazca de los dedos. Los movimientos que parten del codo o de la muñeca son interesantes para conseguir contundencia y potencia, pero son muy poco precisos. Los dedos pueden hacer movimientos mucho más delicados, sería casi como dibujar sobre las cuerdas.
El segundo es mantener la mano alzada. El anclaje de la mano sobre el puente nos puede ser necesario para controlar movimientos indeseados, pero en este momento lo que necesitamos es libertad (y mucha) de movimiento.
Velocidad
El secreto de la velocidad no es la velocidad en sí sino el control. Todos podemos mover la púa de arriba abajo muy muy rápido; no todos podemos (y me incluyo) tocar así de rápido.
La amplitud de movimientos es un elemento fundamental. Por lógica, cuanto más lejos esté de la cuerda, más tardaré en llegar a ella. Entonces es importante reducir la amplitud del movimiento, si ya pulsé la cuerda, todo movimiento extra que haga será innecesario. Tengamos también en cuenta que hablamos de velocidad y no de precisión rítmica, para tocar con swing es necesario cierto margen, porque nuestra mano nos funciona como el péndulo del metrónomo que necesita cumplir todo su recorrido para ser exacto.
Una vez que me encuentre con la cuerda, si me demoro mucho tiempo lidiando con ella, llegaré tarde a la nota siguiente. Tenemos que tratar de reducir la confrontación entre púa y cuerda, tocar con apenas la punta de la púa o con una púa gruesa muy biselada que se libere a sí misma de la cuerda, reducirá al máximo ese conflicto.
Conclusión
No existe una técnica única de mano derecha, simplemente porque no existen objetivos musicales únicos. Todo lo que hagamos con nuestro generador de vibraciones en la cuerda, afectará directamente en nuestro sonido de manera mucho más profunda que distintos captadores, pedales y amplificadores.
De la misma manera un gran artista deberá encontrar un sonido propio base, pero debe tener la capacidad de adecuarse a diferentes situaciones musicales. Un mínimo cambio de enfoque técnico nos permitirá ser infinitamente más versátiles, por lo que las oportunidades profesionales también se multiplicarán.
Todas las cualidades del sonido citadas son importantes, pero debemos decidir cuales de ellas son prioritarias para nosotros y diagramar nuestra técnica para que nuestro sonido se aproxime al que escuchamos en nuestro cerebro.
Hasta la próxima.