A principio de los 2000, en mi trabajo, había un director de teatro medio amateur (había sido profesional). Un día me dice ¿Tú sabrías tocar un blues? Le digo, bueno, no soy Albert King pero puedo salir al paso. Su idea era cerrar una obra de teatro que tenía escrita tocando un blues mientras el público aplaudía. Acepto. Me presenta a una chica (es una cantante conocida) y un guitarrista (que toca, a parte de con ella, con algún grupo famoso desde los 80 en España). Nos juntamos una tarde y componemos el asunto. Él era mejor guitarrista que yo y ella tiene una voz preciosa, lo haríamos en acústico. Nos escucha el director y le gusta cómo suena.
La obra de teatro era de clown, pero de clown serio. A los pocos días, me dice: ¿tú serías capaz de componer una BSO de música de circo? Bueno, respondo, podría si me pasas los textos y veo cómo se enfoca la obra. Como era un reto que me apetecía acometer, compuse e interpreté una media hora con distintos ambientes etc. basados en algo que me gusta mucho, y es la música zíngara y del este de Europa tipo Taraf de Haïdouks, Taraf Dekale, etc. Al mes y medio presento al grupo de teatro la música y les gustó tanto que decidieron cambiar incluso escenas para adaptarlas mejor a la narrativa de la propia BSO. Los derechos me los quedo pero les cedo gratuitamente el uso de la composición y, al terminar la obra de teatro, salía a tocar el blues con los otros dos músicos de los que he hablado.
Viajamos a sudamérica a un certamen internacional de teatro, un viaje duro, de mucha ilusión pero no de placer, donde los que somos más templados pudimos conciliar las circunstancias con la convivencia, pero donde empezaron a haber problemas en el grupo de teatro. Precisamente los dos músicos dicen que cuando volvamos de los compromisos que teníamos allí se iban de la compañía porque el guitarrista casi se lía a hostias con el director (y no sin motivos); al hermano del guitarrista, que era actor en la compañía, el director le echa porque a su novia (que también era actriz) no le cae bien o quién sabe por qué (el tipo hoy día sigue siendo actor, saliendo en series, cortos, vamos se gana la vida con ello y, además, era buena gente hasta decir basta). A todo esto el director me dice al volver a Madrid que los que quedábamos (él, su novia, otro actor y yo), podíamos montar una asociación legalizada y mover la obra (porque, todo hay que decirlo, había funcionado muy bien para el público). Les digo que, habiendo compromiso, tiro para adelante con todo el papeleo y burocracia que lleva el asunto. Se reescribe la obra para adaptarla al nuevo equipo humano y deciden… que YO sea actor, algo de lo que no tengo ni idea ni ganas. Por salvar los muebles digo que sí, pero que qué hacemos con el número musical, porque ahí el único músico que hay soy yo. Entonces el director me dice: este actor y yo haremos un grupo contigo. Me quedé descolocado porque ellos, de música, ni idea, pero me pareció un reto interesante. Decidí un formato de trío para tocar un tema, pero teniendo en cuenta que ellos no sabían tocar ningún instrumento, y opté por instrumentos no clásicos, así se gestó un grupo que era un trío: yo tocaría la sierra musical, no la guitarra, otro de los actores el bandoneón y el tercero (el director) un ukelele. Yo tenía un reto, y era componer un tema y que aprendieran a ser instrumentistas en un mes y medio; no era fácil, pero lo veía posible con una sola condición: compromiso.
Primeros ensayos, llegan tarde, se ponen de petas hasta las trancas antes de ensayar y, en algunas ocasiones ni se ensaya. Pasan los días y observo casi sorprendido, porque toda la profesionalidad que habían demostrado tiempo atrás, se va diluyendo entre cachondeo, alcohol y maría. Me llaman de una empresa importante en pidiéndome un proyecto para componer música de videojuegos. Entonces empieza mi cuenta atrás: o estos se enderezan o me largo. Y nada se enderezó. De modo que les deseé la mejor de las suertes y me embarqué en el otro proyecto, por el que, al menos, iba a ser remunerado.
Hoy, tras más de quince años, aún soy uno de los socios de ese grupo, pero ni se le ve ni se le espera.
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