Este es uno de esos encargos que a un servidor le llenan plenamente de satisfacción. No por el trabajo en sí, porque un nivelado de trastes viene siendo una faena habitual, sino más bien por el tipo de instrumento en cuestión. Se trata de una guitarra resonadora de la marca National Reso-phonic Guitars fabricada en California, con la particularidad de que existen muy pocas unidades en todo el mundo. Así que ya os podéis ir haciendo una idea de la enorme emoción y responsabilidad, a partes iguales, que siente un servidor cuando le cae en sus manos un instrumento de este calibre.
La gran particularidad de esta guitarra es que el cuerpo ha sido construido completamente de metal, realizada en una aleación denominada German Silver compuesta de níquel, cobre y cinc, y en un acabado plateado brillante como si de un espejo se tratara. Funciona mediante el denominado “tricono” (o tri-plates) por hacer referencia a los tres conos metálicos (resonadores de 6” situados dos en la zona de las cuerdas graves y uno en la zona de las cuerdas agudas) propios de las primeras guitarras resonadoras de National. A diferencia de las de cono único (o single resonators), este diseño incorpora diferentes e irregulares agujeros en la tapa frontal del instrumento así como el cutaway inferior.
La única madera que existe es la del mástil y la de la pala, que sorprendentemente en su parte trasera, se le ha dado un acabado en sunburst de tres colores. El diapasón incorpora un llamativo binding en marfil de color blanco y con los inlays en madreperla. Y haciendo juego con ellos encontramos la tapa frontal de la pala también en madreperla, adornada con unos ribetes de color negro junto al logo de la marca. El look como bien muestran las fotografías es de lo más llamativo.
Desencordamos el instrumento para poder evaluar con más detenimiento el alcance del desgaste. Con total claridad aparecen las típicas mellas sobre todo en la zona de los primeros trastes, dado que suele ser la zona de mayor trabajo.
A la par, sirve para comprobar que tenemos entre las manos un instrumento que en todo momento ha estado siempre muy bien atendido y ha ido visitando asiduamente al luthier. El diapasón siempre nos revela muchísima información acerca de ello, puesto que no hay suciedad acumulada, se conserva muy bien nutrido y sin óxido en los trastes.
Es recomendable proteger siempre la zona del instrumento en la que vayamos a trabajar. Mediante el encintando conseguimos mantener intactos una serie de elementos tales como la madera, los inlays y el binding, para así centrarnos únicamente en lo que nos interesa, que son los trastes.
En este caso, tampoco está de más proteger las aberturas de la tapa próximas a la zona de trabajo y la pastilla central para evitar que ningún tipo de resto se nos cuele por ahí.
Tras retirar la tapa llama mucho la atención la pequeña ranura practicada sobre la pala, encargada de dar acceso al tornillo del alma. Esto ya deja entrever que la cabeza hexagonal del tornillo va a ser de un tamaño mucho menor al que estamos acostumbrados a barajar. Como curiosidad añadida fue necesario utilizar una llave allen de 1/8 de pulgada.
Una vez hemos corregido el mástil y hemos garantizado su estabilidad marcamos los trastes con un rotulador permanente y realizamos las primeras pasadas de manera constante y uniforme.
Como suele ser habitual hay zonas que aún no han sido afectadas. Y, además, sirve para localizar rápidamente la profundidad de las mellas.
Tras conseguir que todos los trastes se encuentran perfectamente nivelados y sin mellas llega el momento de coronarlos. Este es un proceso sumamente delicado y que si no se presta la debida atención puede llegar a arruinar por completo todo el trabajo realizado hasta ahora.
Personalmente, me decanto por la utilización de un juego de limas triangulares específicas para este menester. No es nada recomendable para quien no lo tenga por la mano. Aunque la gran ventaja de estas limas es que sirven para cualquier tamaño de traste y se puede controlar muchísimo mejor el recorrido y el alcance en la cresta del traste.
Llega el momento de retocar los apoyos en el puente para compensar la altura de cuerdas y dejarla con la misma acción con la que vino. Por petición expresa del dueño pide no compensar los surcos de la cejilla.
La gran particularidad de esta guitarra es que el cuerpo ha sido construido completamente de metal, realizada en una aleación denominada German Silver compuesta de níquel, cobre y cinc, y en un acabado plateado brillante como si de un espejo se tratara. Funciona mediante el denominado “tricono” (o tri-plates) por hacer referencia a los tres conos metálicos (resonadores de 6” situados dos en la zona de las cuerdas graves y uno en la zona de las cuerdas agudas) propios de las primeras guitarras resonadoras de National. A diferencia de las de cono único (o single resonators), este diseño incorpora diferentes e irregulares agujeros en la tapa frontal del instrumento así como el cutaway inferior.
La única madera que existe es la del mástil y la de la pala, que sorprendentemente en su parte trasera, se le ha dado un acabado en sunburst de tres colores. El diapasón incorpora un llamativo binding en marfil de color blanco y con los inlays en madreperla. Y haciendo juego con ellos encontramos la tapa frontal de la pala también en madreperla, adornada con unos ribetes de color negro junto al logo de la marca. El look como bien muestran las fotografías es de lo más llamativo.
Desencordamos el instrumento para poder evaluar con más detenimiento el alcance del desgaste. Con total claridad aparecen las típicas mellas sobre todo en la zona de los primeros trastes, dado que suele ser la zona de mayor trabajo.
A la par, sirve para comprobar que tenemos entre las manos un instrumento que en todo momento ha estado siempre muy bien atendido y ha ido visitando asiduamente al luthier. El diapasón siempre nos revela muchísima información acerca de ello, puesto que no hay suciedad acumulada, se conserva muy bien nutrido y sin óxido en los trastes.
Es recomendable proteger siempre la zona del instrumento en la que vayamos a trabajar. Mediante el encintando conseguimos mantener intactos una serie de elementos tales como la madera, los inlays y el binding, para así centrarnos únicamente en lo que nos interesa, que son los trastes.
En este caso, tampoco está de más proteger las aberturas de la tapa próximas a la zona de trabajo y la pastilla central para evitar que ningún tipo de resto se nos cuele por ahí.
Tras retirar la tapa llama mucho la atención la pequeña ranura practicada sobre la pala, encargada de dar acceso al tornillo del alma. Esto ya deja entrever que la cabeza hexagonal del tornillo va a ser de un tamaño mucho menor al que estamos acostumbrados a barajar. Como curiosidad añadida fue necesario utilizar una llave allen de 1/8 de pulgada.
Una vez hemos corregido el mástil y hemos garantizado su estabilidad marcamos los trastes con un rotulador permanente y realizamos las primeras pasadas de manera constante y uniforme.
Como suele ser habitual hay zonas que aún no han sido afectadas. Y, además, sirve para localizar rápidamente la profundidad de las mellas.
Tras conseguir que todos los trastes se encuentran perfectamente nivelados y sin mellas llega el momento de coronarlos. Este es un proceso sumamente delicado y que si no se presta la debida atención puede llegar a arruinar por completo todo el trabajo realizado hasta ahora.
Personalmente, me decanto por la utilización de un juego de limas triangulares específicas para este menester. No es nada recomendable para quien no lo tenga por la mano. Aunque la gran ventaja de estas limas es que sirven para cualquier tamaño de traste y se puede controlar muchísimo mejor el recorrido y el alcance en la cresta del traste.
Llega el momento de retocar los apoyos en el puente para compensar la altura de cuerdas y dejarla con la misma acción con la que vino. Por petición expresa del dueño pide no compensar los surcos de la cejilla.