Pequeña, apenas un metro sesenta, pero enormemente creativa, inteligente e innovadora. En las presentaciones de Pauchi todo tiene un sentido y un porqué. Su música cuenta historias, de las que ella ha vivido. Se pone a prueba en cada una de sus presentaciones porque la mayoría son improvisadas. “En esos momentos veo la habilidad que tengo para resolver”, dice mientras se arregla los lentes.
Pauchi, de madre y abuelos japoneses, vivió su infancia en Chaclacayo. No tenían televisión en casa, y ella, a sus cinco años, pasaba horas oyendo la radio. Repetía con una flauta de juguete todo lo que salía de aquel aparato. “Esta niña tiene oído para la música”, dijo su madre. Así que la metieron a clases de flauta. Le gustaba pero sentía que algo faltaba. Hasta que llegó el momento en que descubrió su pasión. Estaba en casa de su madrina y de repente un melodioso sonido brotó del cuarto de enfrente y la atrapó por completo. Eran sus primos en una clase de violín. “Ese es mi instrumento”, le dijo emocionada a su madre. Tuvo que esperar seis meses hasta tener su propio violín. Pauchi era tan pequeña que ninguno cabía en sus manos. Así que le encargaron uno especial a Japón.
PAUCHI PERIODISTA
Pero Pauchi, antes de ser músico profesional, fue periodista. Ingresó a la Universidad Católica en 1999, luego de vivir de cerca la toma de la embajada de Japón. Cuando sucedió el atentado su madre trabajaba para un canal japonés y la casa de Pauchi, ubicada muy cerca a la embajada, se convirtió en un centro de operaciones. “Sentimos la explosión y al día siguiente mi casa se transformó casi en un canal de televisión”, recuerda fascinada. Después de vivir cuatro meses rodeada de cables, cámaras y micrófonos, Pauchi pensó: “esto me gusta”.
Su vida universitaria transcurrió entre las aulas de estudio y el coro de la universidad. El mismo día que la aceptaron en el coro fue convocada para tocar en un concierto realizado horas más tarde. Luego vinieron las tocadas y amanecidas con los amigos de la universidad y los pedidos de la gente de artes escénicas para que Pauchi componga y toque para las obras de teatro. Ya en el 2001 era reconocida en el ambiente musical y aún no había despegado por completo.
Estilo único
¿Qué es lo que hace a Pauchi diferente? Ella siente lo que ve. Se comunica con los espacios, los contextualiza para saber qué actitud y música son pertinentes. No da conciertos, hace performances. Le gusta trabajar en equipo para enriquecer la propuesta. Nomi, su hermana y mano derecha, se encarga de la parte visual, ella diseña paisajes acordes con la música.
Juntas han participado en proyectos multidisciplinarios en Lima, San Francisco, Madrid y Tokio. En el 2007 lanzó su primer disco llamado “YUYU”, en recuerdo a su perro que acababa de morir. “Eran diez temas instrumentales, un poco melancólicos y nostálgicos. Extrañaba a mi perro así que elegí ese nombre”, dice.
A partir de ese año se dedicó a hacer intervenciones sonoras en espacios públicos junto con un colectivo de artistas peruanos. La más recordada es “Baño”. Sí, el escenario fue el baño de la tienda Neomutatis de Barranco. Con esta idea, Pauchi quiso transportarse a su infancia, cuando solía tocar en el baño durante cuatro o cinco horas seguidas experimentando una introspección única. “Para mí, el baño es mi zona segura, nadie me ve. No me da miedo abrirme, puedo tocar sin temor a mostrar mis emociones”, ríe al recordar aquella experiencia. “La gente salió con miedo porque la sesión fue muy intensa”.
En el 2011, luego de un viaje de exploración e inspiración a la selva peruana, lanzó su segundo disco como solista “koPpu” con diez composiciones para cine y danza. Ahora, con 31 años, se ha centrado en desarrollar nuevos instrumentos y en la musicalización de la película “Perro guardián”, protagonizada por Carlos Alcántara.
NUEVAS PROPUESTAS
La faceta de Pauchi, que veremos esta semana (del 21 al 24 de enero) en MATE, la Asociación de Mario Testino, es innovadora. Ella ha creado tres instrumentos inspirados en "Somos Libres", la muestra actual del museo. Se trata de un violín electrónico que junto a las cuerdas tiene un circuito que permite controlar la computadora y cambiar los efectos del instrumento mientras lo toca. Un arpa de luz que a través de sensores emite luces de neón. Y su preferido: unas pequeñas bolitas de cristal que las ha denominado Campos Electromagnéticos. Ellas emiten diferentes sonidos según donde se muevan. “Esta muestra es de arte contemporáneo, era necesario hacer una presentación que encaje con las nuevas tendencias”, dice Pauchi mientras saca su violín electrónico del maletín. “Suena hermoso, pero ha sido una chambaza. Meses de programación y práctica”, dice suspirando.
Su hermana Nomi se encargará de representar visualmente la música de Pauchi. Esta vez realizará dibujos en vivo con tinta china. Además habrá cinco músicos en escena acompañando a Pauchi con la percusión, el piano, la viola y el cello.
“Siempre presento algo nuevo en mis conciertos, si no sería aburrido. La improvisación hace que perfeccione mi técnica porque el violín es como el vino, cada año suena mejor”.
Fuente: Diario La Republica