La verdad es que leo intermitentemente todos estos hilos de maderas, pero nunca me había metido a contestar nada, solamente a aprender lo que pueda.
Reconociendo que no me los he leído al 100%, pero sí bastante, me ha llamado la atención que la gente se pare tanto en la madera (claro, nadie se va a poner a dicutir si unas pastis Fender Texas Special suenan igual o diferente a unas Gibson '57... ¿o sí?), y tan poquito en el otro lado: el perceptor.
Los científicos con mucha base física me han ilustrado bastante sobre cosas que estudié hace tiempo, y sobre algunas que tenía medio olvidadas: se lo agradezco.
Los incrédulos, por su parte, son los que me animan a contestar en este hilo.
Sin hacer una estadística completa, me parece que la inmensa mayoría de los que tocamos algún instrumento musical (en mi caso, guitarra y piano) tenemos la sensación de que las maderas influyen en el sonido. Permitidme que haga hincapié en la expresión "tenemos la sensación".
Los sonidos que escuchamos son una percepción nuestra. Percepción que depende de los elementos que emiten los sonidos, de los elementos que los transmiten, o modifican... y de nuestros propios sentidos. No sólo de éstos, sino de cómo procesa nuestro cerebro esas percepciones de los sentidos.
Antes de seguir aclararé que la parte de la ciencia en la que yo trabajo tiene bastante que ver con cómo el ser humano percibe el mundo que le rodea, cómo procesa esas percepciones, y cómo reacciona ante ellas.
Pero no me voy a meter aquí en neuronas, axones, canales del calcio, ni cosas por el estilo.
Si casi todos los humanos que gustamos de la música pensamos que la madera influye en el sonido... probablemente se debe a que esa es nuestra percepción. ¿Hasta qué punto dicha percepción ha podido verse influida por la publicidad, o sucedáneos de esta? Quizá un poco, pero difícilmente de manera absoluta, porque esto (cambiar el material con que se fabrican los instrumentos para modificar el timbre) se empezó a hacer mucho antes de que existiera la publicidad.
Dicho de otro modo, y sin irnos tan lejos en el tiempo, el primero que cambió en una Strato un diapasón de palorrosa por uno de arce (o viceversa) sabía lo que estaba haciendo.
Y casi todos nosotros sabemos que lo sabía.
A partir de ahí, es mucho más difícil averiguar en qué medida (mucho, poco, regular...) la madera influye sobre el sonido... en primer lugar porque las variables adicionales que probablemente influirán sobre éste o sobre su transmisión (pastillas, cuerdas, dedos, púa, densidad del aire, temperatura, humedad, dirección del viento...) son difícilmente igualables para hacer un experimento reproducible. Por lo tanto en la práctica es imposible responder por completo a esa pregunta con experimentos científicamente fiables. En el mejor de los casos podríamos lograr una aproximación a partir de resultados parciales, y nunca con la repetición de experimentos, que serían imposibles de reproducir científicamente igualados.
Pero también porque los que escuchamos el resultado del experimento somos distintos e imposibles de igualar.
Incluso, si lo escucha la misma persona, lo hará en diferentes momentos, con el tímpano o el nervio acústico más cansados, etc.
Pero... modestamente creo que la pregunta del millón, y perdón por derivar hacia lo simplista, es ¿para qué quiero medir con precisión cuánto influye la madera, si la música es un arte que busca procurar placer? ¿No es más interesante medir en qué grado me produce placer, o produce placer a un gran número de gente?
Porque casi todos vamos a continuar buscando el Santo Grial de las guitarras el año que viene, ¿o no?
Mi particular conclusión: menos medir la madera (que influye, mucho o poco, influye) y más mirar a quien ha de escuchar (¡y disfrutar!) la música.
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