Bueno, a ver, eh..., que yo me he estado calladito ante tanto alarde concertístico con el que habéis empezado el finde en vuestros últimos comentarios, aquí, comidito de envidia, confiando en que al menos seríais tan amables de comentar algo mientras lo tuviérais fresquito. Así que eso, que luego a mitad de semana se tienen muchas cosas en la cabezota: a comentar algo de esos conciertos, señores, que lo bueno se comparte (y las penas parecen menos penas).
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Pues ya llevaba unos días queriendo darle un timonazo gamberro a esto, y aquí va. Me encantan las danzas del Renacimiento, que en música podríamos decir que abarca gran pare del siglo XVI.
Esto también puede servir de pie para introducir un debatillo por aquí. Ya hablamos de lo poco válida que resutla la etiqueta «música clásica», y con ello nos aventuramos a diluir las fronteras de lo que normalmente se considera como tal colgando por aquí varias muestras a cada cual mejor de eso que se denomina a veces «música clásica contemporánea» (denominación que prueba la inutilidad de una etiqueta que es incapaz de definir nada). Pues con el mismo espíritu que la fuimos llevando hacia adelante, del siglo XIX al XX, yo me dispongo a ir hacia atrás.
¿Cuándo empieza eso comunmente concoicdo como «música clásica»? Es decir ¿qué es lo que la gente no entiendería contenido en esa etiqueta por ser considerado demasiado temprano, quizá demasiado alejado de nuestra contemporaneidad
Seguramente el subconsciente colectivo y la historicidad inconsciente considera que el Medievo es algo secesionado de nuestras modernas formas sociales, configuradas en estados unificados mediante aparatos administrativos de control (por descgracias, demasiado coercitivo) y servicios sociales, en los que una ley común está institucionalizada como soberana de un territorio (de manera totalitaria o democrática, eso no viene al caso).
Sin mebargo, no existe ese corte histórico entre el final de la Edad Media y lo que denominamos Renacimiento: el Humanismo, que es lo que lo caracteriza, es un largo proceso de cambio de pensamiento que se va extendiendo en las mentalidades lentamente (y a muchas aún no ha llegado...) y que se va abriendo camino desde el
trecento italiano, consecuencia a su vez de un paulatino prehumanístico en los siglos del gótico, en los que en el seno de la Iglesia, que dominaba los paradigmas de pensamiento (también los laicos, a través del establecimiento del derecho como emanación de la moral), va dominando la escolástica, que culmina el aristotelismo medieval en una especie de colofón revival de la Antigüedad clásica filtrada por el Cristianismo.
La frontera es muy difusa, entremezclada, y dependiente del territorio determinado que se trate, de los estratos sociales, de las circunstancias concretas (monasterios, cortes, fiestas populares...) y otros factores. Ahí están las pinturas de Brueghel el Viejo, donde se retrata una sociedad de formas costumbristas medievalizantes entre sutiles y velados mensajes humanistas del autor, cuya mirada es inequívocamente la del escepticismo crítico humanista.
También cada vez se retrotrae más a los siglos del Románico este inicio del espíritu humanista, a la superación del terror atávico al año mil, con sus viquingos y almanzores para ayudar y tal, y el alivio que supuso la estabilización de la espiritualidad europea mediante el restablecimiento de las comunicaciones con la seguridad de fueron otorgando la definición de territorios estables gobernados por una ley no caprichosa. El ejemplo más destacado es lo que acontecido alrededor del Camino de Santiago, algo así como la internet de la época, por decirlo pronto.
Suele citarse la reforma de Zarlino, que da la puntilla al sistema musical pitagórico, que cada vez causaba más problemas teórico-practicos según se desrrollaba la teoría musical y se consturían instrumentos más ambiciosos, como el hito que propicia la música tonal y el contrapunto de los siglos siguientes.
Es evidente que así es, pero a mí me da que el desechar toda la música medieval es producto del típico prejuicio heredado de la mala imagen de este período durante el siglo XIX, cuando se elaboran los rudimentos de una historiografía científica que consideraba «bárbaro» todo lo que no cayera dentro del estado moderno (que era quien la propiciaba para beneficiarse pretendiendo justificarse historicistamente; aún lo vemos hoy cuando se atreven a decir los políticos estos que España es «la nación más antigua de Occidente» y similares papanateces ignorantes que nos e sabe bien además qué pretenden demostrar, pero dejémoslo aquí...).
Al grano, y ya me estoy calladito:
¿Podemos decir a día de hoy que nos encontramos tan alejados del Medievo? Es toda una cuestión historiográfica que ha ocupado los útlimos cincuenta años; veámoslo en la música: ¿de verdad nos es ajena a nuestro oido actual la música medieval? ¿podemos considerarla «bárbara» o nos sensibiliza no sólo intelectualmente, sino de manera puramente sentida?
Me da que seguramente se nos hace más cercana a nosotros que a los occidentales de hace un par de siglos: por sus formatos, más ligeros; por su vocación para el canto; por su talante popular; por su espíritu democrático; por lo mucho de su desprejuicio jocundo... Y, sobre todo, no olvidemos como desde hace un siglo ha triunfado en nuestra música popular lo modal (Zarlino estará flipao), y como se ha revalorizado y revitalizado el folclore de aquellas regiones europeas que lo supieron mantener frente a la música más áulica.
Dejo aquí esas anunciadas danzas del Renacimiento, bastante variditas, a cargo del magnífico Clemencic Consort, por aquello de que tanto significaron en la recuperación y dignificación de la música medieval, con un arduo trabajo de investigación por detrás, desde las partituras hasta la consturcción de instrumentos. Me ha parecido bien empezar por esto para en sucesivos posts sumergirme más en una semanita medievalizante. Ya lo aviso.