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Si América Latina hubiese sido conquistada por Alemania o Suecia, en vez de por España, estaría dirigida por gente discreta, sobria y responsable, los trenes cumplirían los horarios a rajatabla, nadie tiraría basura por las calles y los trabajadores serían tenaces y eficientes. Pero esto también tendría sus inconvenientes; por mucho que sufriesen los indígenas sudamericanos, hoy en día siguen existiendo, mejor o peor, mientras que de los indígenas de EE.UU no queda nada, salvo cuatro escaparates para turistas. Al gobernador español de México le podían decir, "mate cinco indígenas y convierta a otros cinco al catolicismo"; y entonces el gobernador español mataba a dos, convertía a cuatro, exigía sobornos de otros dos y se olvidaba del resto, quizás porque la orden se traspapelaba, quizás porque tenía que hacer cosas más importantes como la siesta o presumir en reuniones sociales, o quizás por simple pereza. En cambio, los colonos ingleses que llegaron a norteamérica, y sus descendientes después, se dedicaron sistemáticamente a expoliar y exterminar a sus indígenas hasta que llegaron al pacífico -y después le robaron a México toda la tierra que pudieron-.
Evidentemente la colonización española fue un desastre para los indígenas sudamericanos -y, con el tiempo, para la propia España-, pero si miráis al norte veréis que salieron relativamente bien parados. Los españoles somos incompetentes y corruptos hasta para saquear; esta falta de seriedad y formalidad es un rasgo que compartimos con otros países de opereta como Italia -de hecho, creo que los italianos son aún más impresentables que nosotros-. Si queréis ver lo que es una colonización total y sin contemplaciones mirad a EE.UU, o incluso, en una escala más reducida, a Israel.
¿Qué Pinochet, Somoza y compañía fueron lo que fueron, unos sátrapas prepotentes con la cabeza llena de aire? ¿Que los que hay ahora lo siguen siendo? ¿Y qué esperábais? En España tuvimos una dictadura militar durante cuarenta años -la de Paquito-, otra todavía más ridícula durante los años veinte -Primo de Rivera-, y antes de ellos un sistema político de chiste -la Restauración-, con un par de familias políticas que se turnaban cómodamente en el poder y un cuartelazo cada cuatro o cinco años. A día de hoy la democracia española es un circo, como la italiana, con sus cuotas, mordidas, familias, caciques y corruptelas; cómo México o Perú, pero con la ventaja de tener cerca a países más serios -Europa- que encima nos dan dinero sin hacernos demasiadas preguntas -los fondos de cohesión-. Joder, hasta no hace muchos años la "democracia" española torturaba de forma rutinaria en el País Vasco y hasta se permitía perseguir a oponentes políticos en el sur de Francia al peor estilo gangsteril -y encima, de forma incompetente y chapucera, porque, ¡hey!, esto es España y no Austria-.
Que sí, todo esto suena muy negativo... Pero el patriotismo sin autocrítica sólo es una venda en los ojos, y si algo sobra en España es precisamente autocomplacencia. Soy español, y precisamente por eso no me fío un pelo de los demás españoles, porque mi experiencia me dice que la "spanish way of life" consiste en vivir del cuento a costa de alguien que sea más tonto que tú, enriquecerse rápidamente, aparentar y que le den por culo al mundo. Es triste, pero es así; cuando le hablas a la gente de honradez se te quedan mirando como si fueras idiota -en España, ser honrado equivale a ser tonto, y cualquier español que se precie prefiere parecer malo a parecer tonto-. Así nos va.
Los latinoamericanos también se equivocan al hablar de España como un país homógeneo y unido. En realidad, España ha sido siempre un conglomerado inestable, a menudo involuntario, entre tres regiones -simplificando mucho- con identidades nacionales, lenguas y costumbres distintas: Castilla, Cataluña y Navarra/País Vasco. Históricamente, Castilla puso el poder político y militar, Cataluña los recursos económicos y el País Vasco, bueno, en líneas generales vivió encerrado en sí mismo y, antes de las guerras carlistas, ignorado en el resto del país. No me olvido de Andalucía y Aragón, pero a efectos prácticos son apéndices de Castilla, y ninguna de las dos ha tenido nunca gran influencia en la vida política y económica española. Galicia, por otra parte, es un caso especial, y la mayor preocupación de los gobiernos españoles ha sido la de socavar sistemáticamente sus afinidades culturales y lingüísticas con Portugal.
Esta unión no existe porque los españoles, un día, decidiéramos federarnos amistosamente. Vino impuesta hace quinientos por un matrimonio real, y desde entonces se ha mantenido con altibajos, con sus inevitables raciones de palo y zanahoria. A Castilla nunca le interesaron realmente las culturas de las otras regiones "asociadas". Los portugueses le vieron las orejas al lobo y, tras una guerra, lograron su independencia; desde entonces, España y Portugal son dos países que siempre han vivido de espaldas. Recuerdo que cuando yo iba a la escuela ni siquiera se mencionaba el hecho de que Portugal se separó de España; es uno de tantos tabúes de nuestra identidad nacional..., al fin y al cabo, todos los países se construyen con mitos y mentiras. A Cataluña nunca le sedujo la unión con Castilla, probablemente porque supuso renunciar a su soberanía política sin recibir nada a cambio.
Los años pasan, pero los tópicos y las riñas son los mismos hoy que hace tres siglos. Desde Castilla se dice que los catalanes son unos insolidarios, unos traidores y que no hay más nación que España, unida y eterna. En Cataluña se acusa a los castellanos de vivir a su costa -Cataluña siempre fue el motor económico de España, y hoy, aunque en menor medida, lo sigue siendo- y de un sinfín de afrentas históricas, algunas inventadas, otras no, cuyo último ejemplo es la dictadura de Franco y su intento de sustituir el catalán por el español.
En 1996, cuando el presidente Aznar subió al poder, sus seguidores en Madrid le aclamaron con gritos de "Pujol, enano, habla castellano" -aludiendo al, por aquel entonces, presidente de la Generalitat de Cataluña-; con ello consiguieron insultar a muchos que, sin ser seguidores de Pujol ni nacionalistas catalanes, no hablamos sólo español. Hace un par de años se organizó en el resto de España un boicot contra los productos catalanes..., por un dichoso Estatuto de Autonomía que no tiene más que un valor simbólico. Al nacionalismo vasco se le demoniza según el humor de Madrid; todo el mundo habla aquí del "problema vasco"..., salvo por el insignificante detalle de que a los vascos nadie les ha preguntado su opinión. Cuando en España se habla de la política vasca el discurso se dirige, invariablemente, al público de Castilla; y los que, desde Madrid, pretenden solucionar por decreto el conflicto vasco son los mismos que en el propio parlamento vasco están en minoría. Los vascos, qué malvados, pasan de lo que digan en Madrid y le votan al PNV, y encima están mayoritariamente a favor de una paz negociada en Euskadi.
Hay muchas más rencillas, claro; otro día hablaremos de la peculiar relación que tienen Valencia y Cataluña, por ejemplo, pero eso daría para escribir un libro entero, quizás una comedia, que causaría perplejidad no sólo fuera de España, sino dentro de ella -y eso que la mayoría de los españoles crecemos ya acostumbrados a las discusiones ridículas-. Mi intención al escribir este ladrillo era que los americanos, cuando hablen de España, tengan una idea más o menos aproximada de lo que es este país.
Muchos latinoamericanos quieren creer que los problemas de sus países vienen de alguna conspiración organizada en España. Es absurdo. España no es Estados Unidos, carece de influencia política y de capacidad para interferir en los asuntos de otros países. Es más, los españoles estamos demasiado ocupados con nuestras viejas luchas internas para organizar complots en el extranjero; toda nuestra energía política se invierte en discutir sobre Euskadi, Madrid y Cataluña.