No soy muy de opinar en cuestiones que traspasan la barrera meramente musical porque temo que se desvirtúe la finalidad de este foro, pero al final esto es una comunidad y compartimos inquietudes que van más allá de las seis cuerdas. Yo no vivi el 23F ya que ni siquiera había nacido, pero no hay duda que fue un episodio trágico de la democracia que, afortunadamente, no fue más allá. Es un episodio tremendamente complejo que sobrepasa los conocimientos que de una u otra parte puedan tener hoy día y es peligroso hacer conjeturas cerradas, debido a los personajes y las implicaciones que todavía hoy día tiene. Los historiadores están comenzando a abordar este episodio, aunque realmente debe pasar más tiempo para que pueda ser abordado respetando "los tiempos históricos" a los que debe someterse todo periodo o episodio sujeto de análisis. De momento, lo que sabemos, es que hay muchos interrogantes por desvelar, lo que alimenta las teorías de la conspiración que por otro lado, no sostenemos.
A algunos historiadores, lo que nos enerva, es que instrumentalice la historia con fines políticos. No solo el 23F: todos los episodios. Soy historiador profesional, doctorando, doy clase y cada día en las aulas me encuentro ante unas murallas difíciles de sortear, que no son solamente el desconocimiento de unos alumnos cada vez peor preparados, sino las ideas preconcebidas que traen y cuesta mucho desmontar, lo que se hace con información y fuentes primarias. Ciertas ideologías contemporáneas (todas realmente, algunas con más fuerza) han planteado unas interpretaciones del pasado interesadas, al servicio de sus fines, y ello no solo contribuye a alejar a la persona del conocimiento histórico, sino que a la postre crea desafección (como le pasa a algún compañero). He visto autenticas aberraciones, en congresos en ciertas zonas del país por ejemplo, donde recién graduados que posteriormente han intentado iniciar la carrera investigadora han planteado unas tesis insostenibles, y les ha costado mas de un trauma. Y ello da pena.
No podemos caer en la trampa que diariamente nos ponen los que pretenden ponernos correa para llevarnos por su vereda. Tengo la impresión, y esto es personal, de que nos están partiendo como sociedad, nos han dividido y empujado en trincheras ideológicas, fomentando la intolerancia ante el que piensa diferente. Nos han ido arrebatando (y nos hemos dejado arrebatar) ese sentimiento de bien común, de sociedad, de ciudadanía que debe estar por encima de las ideologías. Cada uno tendrá su ideología, su modo de concebir una sociedad y las políticas más adecuadas para hacerla progresar, pero todo ello sobre una base: el bien común. Hay motivos para la crispación y la desafección, pero todos somos responsables en alguna medida y el 23F nos debería hacer pensar que el haber llegado hasta aquí no ha sido fácil ni gratis. No podemos permitirnos tener militares jubilados que deseen acabar con millones de españoles como tampoco comités de frentes estudiantiles organizando una cacería proletaria: son elementos igual de nocivos que se retroalimentan, que juegan a justificar una cosa por la otra y que supone perpetuar en el presente los errores y traumas del pasado.
Voy a compartir con vosotros resumida una conclusión que actualmente estoy defendiendo: sobre la transición estamos volcando una interpretación que es deudora del presente; es decir, le exigimos a ese periodo unos logros que es ahora, 40 años después, cuando tocaría abordarlos. Es de hecho un error muy común interpretar el pasado con los ojos del presente, y ello es el primer error que cabe corregir. El 23F según parece y se va avanzando, es una reacción militar que entronca con la más profunda tradición del pronunciamiento que desde el s.XIX venían produciéndose en España, siendo el más relevante el producido en 1936 cuyo fracaso derivo en una guerra civil que se saldó con una dictadura de 40 años. El ejército, una parte de él, se negaba a abandonar un protagonismo políticosocial que la transición había resuelto en una constitución de 1978 que tenía muchos ecos de la II República (constitución que no solo apartaba al ejército de la escena política, tambien la secularización, la cuestión autonómica etc). Todavía muchos militares, sobre todo los que procedían de raigambre "africanista", eran partícipes de esa tradición que no solo les confería el papel de guardianes de la nación (recordemos que durante el gobierno de Zapatero, el general Mena se remitió a ese papel con motivo del Estatuto, lo que hizo que Bono lo cesara, generando un pequeño revuelo que en aquel momento no se le dio tanta enjundia porque no interesaba), sino que además lo estaban más por considerarse herederos directos de la victoria de 1939 y debían salvaguardar los valores de la patria que ellos impusieron tras su victoria, en clara amenaza con una constitución que abría la puerta a "todos los males" que ellos derrotaron.
Esto probablemente, según podemos saber ahora, llevó a qué un sector del ejército se levantara. Queda conocer el papel de estos protagonistas en la sombra y del rey, porque Tejero fue la punta de lanza visible de algo más grueso. Sabemos que Juan Carlos I fue un rey con clara falta de apoyos, políticos, sociales y militares, y que no quería ni podía jugar a las injerencias, porque tenía el ejemplo de Alfonso XIII y las presiones internacionales le empujaban a transitar hacia una democracia homologable (el papel de EEUU no fue nada desdeñable). Su papel por tanto, en el 23F, bien podía estar muy constreñido y al albur de otros protagonistas con mayor peso específico. En esas horas difíciles, bien pudo esperar a ver quienes se sumaban al golpe permaneciendo atento y confiar en la habilidad de Sabino Fernández Campo, gestionado el papel de la Casa Real entre militares y políticos, personaje clave este último para entender esas horas. Ahí esta el meollo que no sabemos y que nos permitiría entender porque nadie se presentó en el Congreso (esa autoridad militar que esperaba Tejero), y porque Milans del Bosch finalmente no siguió adelante pese a autorizar la intervención directa sacando los tanques en Valencia.
Es complejo todo, y apasionante nuestra historia, la de todos. Perdón por el tostón. Un abrazo.
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