Cogí el afinador y en vez de aflojar la cuerda, yo y mis dos cojones nos pusimos a apretarla para llegar a esa nota mágica que me haría sonar bien... Como por esa época era gilipollas y no me paré a pensar que quizás tenía demasiada tensión, seguí apretando la clavija que cada vez estaba más dura hasta que, cerca ya del D o D# escucho como cruje el mástil y de repente se parte la cuerda pegándome en la cara y dejándome una marca que llevé durante varias semanas.
Yo seguía pensando que la culpa era por la guitarra española y una vez tuve mi primera guitarra eléctrica intenté volver a hacerlo pero gracias a Dios un amigo me dijo que mejor aflojase la cuerda .