Para el grupo uno habría varios cuencos con diferentes sabores y se dejaría que cada niño eligiera el que quisiera. Para el grupo dos solo habría un cuenco con todos los bombones iguales.
Luego se haría una encuesta a los chavales, para medir el grado de satisfacción de cada grupo. Mí vaticinio es que el hecho de poder elegir trae la duda y la insatisfacción por los sabores que no vamos a poder probar. Sin embargo los del grupo dos sienten la satisfacción de haber obtenido un caramelo solo por decir su nombre. A veces elegir nos hace infelices.