Después de la Benedetto, cuelgo una foto de la única acústica que tengo ahora, una Martin D35, de 2007. Como ya conté, no soy el primer propietario, y la guitarra llegó bastante descuidada. No me gustan las guitarras acústicas nuevas, me gusta que tengan uso, pero que se las haya tratado con mimo; si se sacan del estuche y se tocan con frecuencia, se nota mucho cómo crece el sonido de cuando son nuevas, a cuando pasan por ellas una década o más; con el tiempo, las diferencias entre el sonido que entregan y el tiempo que tiene el instrumento va siendo menos patente, pero una guitarra nueva, sobre todo acústica, sé que no es para mí. Con el cedro creo que no pasa tanto como con el abeto, pero también pasa.
Lo que me gustó de esta guitarra fue que estaba muy usada, lo que no me gustó es que no la habían limpiado en la vida y que había vivido cerca del mar. Me llevó muchísimo trabajo quitar todo el “gunk”, mierda en cristiano, que estaba allí hasta el punto de ser incómoda de tocar porque se te pegaban los dedos. Me habían comentado que el binding había amarilleado, pero no, es perfectamente blanco, sólo había que desvestirlo de roña. El estuche llegó con los cierres y demás herrajes oxidados, no cierra correctamente y, además, si no sujetas la tapa, se cierra sólo, con el peligro que eso conlleva (he mirado lo que cuesta un estuche Martin nuevo y, por ese precio, me quedo como estoy).
Hay algo que llama la atención en esta guitarra –para unos para bien, para otros para mal-, y es que, siendo ébano tanto el diapasón como el puente, está veteado en negro y marrón-rojizo. Escribí a Martin y me comentaron que ese año, el ébano de macassar que habían usado tenía buena veta y que no lo tiñeron, y que en otros años el ébano que usaban era el mismo, pero que lo tintaban para que pareciera negro por motivos de mercadotecnia –la gente asocia el ébano negro con una mayor calidad, en mi caso, si suena bien, poco me importa y me parece que le da carácter-. Me resultó curioso que Martin desvelara eso que, por otra parte, todos más o menos sabemos: que tiñen el ébano en muchas ocasiones.
A pesar de cómo llegó, la guitarra no sólo estaba estructuralmente perfecta, sino que permite un ajuste increíble sin trasteos. Se nota el uso en forma de pequeños ding, pero nada reseñable, además, el barniz se ha secado hasta el punto de poder notar la veta de la madera de la tapa al tacto. La guitarra suena como un cañón, bastante mejor en respuesta al ataque, entonación y quintaje que las D28 y HD28 que tuve. Por otro lado, a pesar de su apariencia, muy similar a las dread que he nombrado, la construcción de la D35 hace que tenga características bastante diferentes en sonido que las anteriores.
Tras limpieza, pulido de trastes y cambio de puente por uno nuevo de hueso –esto siempre lo cambio a mi gusto-, decidí cambiar los pins por unos de hueso. Los pedí a Bob Colosi y, tras colocarlos, la guitarra ha ganado en claridad, aunque sigue teniendo el mismo ADN en el sonido que antes –temía que cambiara, pero no-.
Sobre los pins habría mucho que hablar, sobre si es mejor que sean ranurados o hacer guías en el puente, si varía mucho el sonido según el material –mi experiencia es: depende, y no siempre para bien- etc. El último cambio que le queda es el de los afinadores. Aún no tengo tan claro poner los Waverly o si tirar por unos cerrados tipo Gotoh 510, los actuales no funcionan del todo bien –afinar, afinan perfectamente, pero el tacto es horroroso y los bushing están bastante castigados.
Quizá un día me anime y grabe algo con ella... pero es que me da mucha pereza grabarme.