#474
Pues tengo entrada para el día 25.
Ya veremos.
Mi punto de vista con las direcciones de Wagner es que la orquesta debe brillas cuando está sola, y ajustar muchísimo el volumen cuando suena con los cantantes.
Cierta cantante muy prestigiosa dejó de actuar con Karajan, en su momento, quejándose de que subía mucho el volumen de la orquesta incluso cuando cantaban, y se preguntaba, retóricamente, para qué contratar a los mejores cantantes si luego no vas a dejar que se les escuche... choque de divismos, malo es de llevar...
He estado presente en bastantes representaciones dirigidas por Heras-Casado y, vamos a decirlo así, no es de mis favoritos. No suele cagarla, pero no recuerdo haberle escuchado brillar, ni siquiera en óperas que invitan a ello.
He aprendido con el tiempo a fijarme lo justo en las escenografías. Salvo raras excepciones, la obra que voy a ver en directo la he escuchado antes en disco, en video, en directo, o en varios formatos, hace más o menos tiempo, por lo que casi nunca me resultan desconocidas, y en el fondo, a lo que voy sobre todo es a escuchar a los cantantes. Si defienden bien sus papeles, doy por bien gastado el precio de la entrada. A partir de ahí, todo lo demás que me encuentre que me pueda gustar, es bien recibido.
Debo reconocer que en un par de ocasiones el director de escena consiguió molestarme, en concreto en una Salomé que vi en el Teatro Real, una escena en la que desnudaban a una serie de actores de avanzada edad y les hacían revolcarse por el suelo como cerditos me pareció de un mal gusto muy pasado de rosca. A cambio, la obra tenía algunos momentos muy originales, como la entrada a la prisión del Bautista. Como la música es magnífica y los cantantes estuvieron muy bien (memorable, especialmente, el Bautista, impresionante en sus intervenciones), no me dejé molestar por la escena de mal gusto.
La peor dirección escénica que recuerdo también fue en el Real (es la ópera que más visito, por proximidad), hará creo que dos o tres temporadas, una Carmen que empezaba con el coro de soldados haciendo lo suyo (cantar) mientras un soldado (de raza negra) hacía la instrucción con Cetme al hombro, alrededor del coro, cada vez más deprisa, hasta corretear y caer agotado. Absurdo, pero ni mucho menos lo peor del montaje. Lo peor, para mi, fue que en casi todas las escenas colectivas (que son muchas en esa obra) había unos cuantos personajes simulando coitos en cualquier parte, bien visibles, algo que no creo que venga a cuento en una obra en la que lo que, me parece, debería primar es la seducción sugerente, y no la basta ejecución del sexo de manera constante y en cualquier lugar. Alguien me comentó que el escenógrafo, creo que gallego (me lo dijo una compañera gallega que había sido actriz durante años y lo conocía bien), era muy proclive a ese tipo de procacidades, hasta el punto de tener cierta fama de obseso con el tema sexual. Como no me gustó nada, hice por olvidar el nombre y lo he conseguido plenamente, aunque el desaguisado no se me olvida. Afortunadamente, los cantantes estuvieron estupendos y disfruté de lo que más me gusta en la ópera: el canto.