https://crisiscreativa.wordpress.com/2012/03/06/nirvana-sobrevalorados/
Ah, los 90. Esa década marcada por dos sucesos: el primero, como no, el nacimiento de Fosforo y un servidor, adalides del odio argumentado y la modestia. El segundo, sin embargo, no es tan positivo: el desértico paisaje musical. Ah, pero no tan deprisa, pues dice la leyenda que la última década del siglo XX contó con un paladín de la calidad musical: Nirvana. Aunque bien mirado… ¿Nirvana no empezó su trayectoria musical en 1987? ¿No salió su primer disco en 1989? ¡Bueno, bueno, ya me callo!
Con tan solo tres discos de estudio, es difícil saber si Nirvana se hubiera mantenido en las listas de ventas de no ser por el escopetazo de ventas que resultó ser el ídem de Cobain. Sin embargo, el escaso material no ha resultado ningún inconveniente para que haya tres recopilatorios y cuatro box sets en el mercado, que las legiones de fans abrazan cada noche antes de irse a dormir.
Sí, he dicho «legiones de fans», y saben que tengo razón: Nirvana es uno de esos grupos encumbrados, mitificados si lo prefieren, uno de esos que suelen citarse en las listas de grupos favoritos de muchos mierdómanos melómanos. ¿Cuál es el problema? Pues que Nirvana tampoco es para tanto.
Cuando se habla de Nirvana, suele recurrirse a los mismos lugares comunes para definir su supuesta grandeza: que si Cobain fue «la última estrella de rock verdadera», que si sus letras expresan la angustia adolescente (o existencial, escojan lo que más le guste), que si gracias a ellos se puso de moda no lavarse el pelo… en fin, frases que encierran poco o ningún significado.
Algo hay que reconocerles a Nirvana, y es que, pese a que su carrera acabó en 1994, a día de hoy siguen estando tan presentes como hace dieciocho años. En realidad, más presentes que en su momento, ya que, como tantos otros artistas, gran parte del éxito de Nirvana se debe al factor Sehamuerto. Al igual que pasó con Amy Winehouse o Michael Jackson, y tal y como pasará con Leonardo Dantés, las ventas de los álbumes del grupo norteamericano se incrementaron exponencialmente después de que Cobain decidiese abrir su mente de una forma bastante literal.
Yo, al oír cualquier canción de Nirvana (especialmente la sobadísima Smells Like Teen Spirit), siempre me preguntaba cómo es posible que se les tenga en un pedestal, cuando no son nada del otro mundo. Eso sí, no crean que esta entrada está escrita desde el desconocimiento, eh. Con ánimo de diferenciarme del españolito medio, me he documentado para poder opinar con conocimiento de causa. Por suerte para mis tímpanos, la discografía de Nirvana no es extensa: como ya he dicho, apenas lanzaron tres discos de estudio: Bleach, Nevermind e In Utero, a razón de un disco cada dos años.
Y, ¿qué es lo que me encontré? Que el primer disco es regular, el segundo pasable y el tercero directamente deleznable. Desde luego, no justifican en absoluto el mito, lo que refuerza la teoría de que el factor Sehamuerto desempeñó un papel importante en el éxito de este grupo. Vale, Jimi Hendrix tampoco lanzó más de tres discos durante su vida, pero el tío era un virtuoso en su campo, mientras que Cobain… bueno, llevaba el pelo largo.
Musicalmente, los arreglos de los discos de Nirvana no brillan por su complejidad. Tampoco es que lo pretendiesen, ni tan siquiera que lo necesitasen. En Bleach nos encontramos con ritmos de batería que parecen aporreados por el Bibliotecario de la Universidad Invisible (si no saben de qué estoy hablando, que Tom les coja confesados) y riffs machacones, pero eh, funcionan. Pedirle complejas armonías a Nirvana sería como pedirle a Woody Allen que escriba chistes de pedos. Además, servidor no se opone al «ruido» (sirva mi adoración por Grinderman como ejemplo), siempre, eso sí, que haya algo más: una voz especial, unas letras mínimamente elaboradas… pero no, Nirvana no tiene nada de eso.
Muchos de los defensores de Nirvana esgrimen el contenido de sus letras como si de afiladas espadas se tratase. «¡Eh, puede que los arreglos sean simples, pero las letras están llenas de contenido!». Ante eso, solo hay dos opciones: la primera es reír tan alto que hasta Cthulhu despierte, y la segunda es abofetear al fan con un diccionario Oxford y un sonotone. Me resulta inconcebible que alguien con un mínimo nivel de inglés y que se haya parado a escuchar las letras defienda «lo profundas que son».
El mismo Cobain reconoció en la revista Spin, y cito, que le «importaba una mierda de qué fueran las letras de Bleach» y que «el 80% las escribí la noche de antes de grabar, y de camino al estudio las revisaba». También aseguró que «era como si estuviera cabreado, pero sin saber por qué. Así que gritemos letras negativas, y mientras no sean sexistas ni den demasiada vergüenza todo irá bien. No le tengo aprecio a ninguna de esas letras». Y, para los escépticos, he aquí algunas de las perlas que podemos encontrar en Bleach:
«Is there another reason for your stain?
Could you believe who we knew was stress and strain?
Here is another word that rhymes with shame!»
Blew
«Easy in an easy chair
poop as hard as rock
I don’t like you anyway
— Seal it in a box»
Mr. Moustache
Efectivamente: letras sobre la necesidad de la rima, y una estrofa sobre cagar mierdas duras y meterlas en cajas. ¡Cobain, poeta laureado!
Hay que reconocer que, en Nevermind, la cosa mejora. No es que Nirvana abandone su estilo de composición (una estrofa y un estribillo que se alternan ad nauseam), que no lo hacen, pero al menos las letras son ligeramente más coherentes, pese a que Cobain reconociese que son versos sueltos de poemas que había ido escribiendo a lo largo de dos años. Aun así, el disco tiene joyitas como los dos versos que abren este mismo artículo (ese «es hora de escribir frases que no tienen sentido») o las siguientes:
«I’m on a plain
I can’t complain
I’m on a plain
I can’t complain
I’m on a plain»
On a Plain (lo adivinaron)
«Monkey see, monkey do
Rather be dead than cool
Every line ends in rhyme
Less is more, love is blind»
Stay Away
Más versos sobre la rima, que encajan perfectamente con lo que dijo Dave Grohl, batería del grupo, acerca de Smells Like Teen Spirit: «Ver a Kurt escribir las letras de las canciones cinco minutos antes de cantarlas hace que resulte un poco difícil que la canción tenga mucho que decir sobre algo. Hacen falta sílabas para llenar los huecos o se necesita algo que rime».
Y es que, en efecto, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que la letra del buque insignia de Nirvana, Smells Like Teen Spirit, es una putísima mierda carente de sentido está llena de versos sin sentido y palabras aleatorias. Vamos, pero si hasta el origen del título es de risa: la cantante de Bikini Kill le escribió en la pared «Kurt smells like Teen Spirit». Cobain creyó que se refería a su espíritu rebelde, pero no. Se refería a que olía a un desodorante que se llamaba Teen Spirit, que era el que llevaba su novia del momento. Cobain se enteró un mes después de que saliera el single. PUM. LOST.
Esto no pasaría de simple anécdota de no ser porque la letra muestra el mismo despliegue de idiocia que el propio origen del título. Y si no, juzguen ustedes mismos:
«I feel stupid and contagious
Here we are now, entertain us
A mulato!
An albino!
A mosquito!
My libido!»
Corre el rumor de que, tras presentarle la maqueta de la canción al señor Crapsmith, este exclamó «¡maldita sea, Cobain, muchacho, lo has vuelto a conseguir!».
De In Utero poco hay que decir aparte de que el título es muy apropiado: el disco es un aborto musical. Se salva Heart-Shaped Box, un par de canciones más y gracias.
En resumen: Nirvana es un grupo del montón, con letras estúpidas y unos arreglos simplones. ¿Son malos? No diría yo tanto, pero sí que son mediocres. Como se preguntó Vrede, «¿qué tiene Nirvana que hace que uno se pare detenidamente a escucharlos y disfrute?»… pues NADA. No les engañaré, de las treinta y seis canciones que componen los tres discos, me guardé trece para escucharlas ocasionalmente distribuidas en una lista de reproducción llamada ¡Qué ritmillo!, porque para eso sí dan, para una escucha aislada de un par de temas, siempre que no se le dé mucha importancia al contenido ni a la forma. Ya saben, la típica canción para cuando necesitan un empujón de energía, o para cuando están dándole una paliza salvaje al niño pesado que le ha tocado al lado en el avión.
Sin embargo, ¿merecen su fama? ¿Merecen estar encumbrados? ¿Es natural que las hordas de fans enfurezcan cada vez que alguien, quien sea, hace una versión de alguna canción suya? ¿Le diría Enrique Villén a Kurt Cobain que se pegase un tiro? La respuesta a todas estas preguntas es ni por asomo.